domingo, 26 de octubre de 2008

Rafael Talaverón

No hay nada mejor que una mañana soleada de domingo y buena música en el estéreo. Llevo diez minutos escuchando la misma canción, silbándola, tarareándola, destrozándola. La recomiendo: In 5 Years Time de Noah and The Whale. Y, en realidad, eso es todo lo que quería decir, pero como tengo que decir algo relacionado con el deporte, voy a ponerme en evidencia, mientras escucho otra canción de Noah and The Whale, esta vez, the Shape of My Heart: en mi primer año en la universidad me compré una camiseta del Taugrés en la tienda oficial que el club tenía en Dendaraba. Con el ocho, que se supone que era mi número preferido y, por aquel entonces, llevaba un jugador español con el pelo cortado al cepillo, Rafael Talaverón. Estaba tan gordo, que mi madre tuvo que hacerle unas incisiones en las axilas para que pudiera mover los brazos mientras estaba embutido en la camiseta. En realidad, no estaba tan gordo ni me quedaba tan prieta, pero la camiseta tenía un diseño extraño y me costaba mover los brazos con agilidad. A mis amigos les conté que la primera vez que la estrené, en Vitoria, claro, que quedaba lo suficientemente lejos, alguien intentó detener mi fulgurosa entrada a canasta agarrándome de la camiseta y que me jodió el tiro de los brazos. ¡Claro! ¡Fulgurante! ¿Cuándo he sido yo capaz de correr de manera fulgurante? Todavía tengo la camiseta por ahí y tiene el olor añejo de mis particulares hazañas jugando al baloncesto, en el playground del barrio, de lo más triste, pero, ¿sabes qué? Es domingo, hace sol y estoy escuchando por décima vez a Noah and The Whale y silbo y casi hasta que me voy a poner a bailar, a mover los pies como James Worthy, así que, prometo volverme a vestir la camiseta con el ocho de Talaverón y reverdecer viejos laureles: In 5 years Time, de verdad, love, love, love, wherever you go.

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