miércoles, 28 de enero de 2009

Cristiano Ronaldo

Quizás el problema lo tengo yo. Desde siempre, no he soportado a la gente que tiene un buen concepto de sí misma. No es una máxima, quiero decir, aprecio la estima y creo que cada uno debemos intentar encontrar un punto de equilibrio donde la modestia y el orgullo no generen traumas, pero... En esta sociedad, últimamente, bajo mi parecer, se valora sobremanera la ambición y la seguridad en uno mismo. Desconfío de la gente que se muestra determinada, sin dudas, contundente, generosa con sus virtudes y ciega a sus vicios, y hay mucho, de hecho, es una actitud latente en muchos de los personajes mediáticos que hoy en día le sirven a la gente joven como modelos. Yo creo que la incertidumbre, las incógnitas, las dudas, la humildad, son todas características que no significan, por definición, debilidad ni victimismo ni futilidad como alguno nos hace creer. La causticidad y el cinismo están al orden del día, parece que todos damos por sentado que la ciencia de Darwin y la ética de Maquiavelo son fundamentales en nuestra rutina diaria y así justificamos que nos importen una mierda los demás y sus problemas. Y después de todas estas generalizaciones abstractas y aburridas, suelto la frase directa y bruta: ¡Odio, diría que con todas mis fuerzas pero en realidad me la traen bastante floja, a Cristiano Ronaldo y a otros personajes del estilo, leáse Robinho si se prefiere! No les deseo ningún mal, pero, de verdad, no me echaría a llorar si leyera que sus carreras deportivas entran en declive. Lo que me gustaría sería verles sin un puto duro y con la boca cosida. El día que la gente se olvide de Cristiano Ronaldo, yo me acordaré de él, y espero que los cien millones de euros que dice que vale se los paguen en lavativas y en falsos tratamientos capilares que le dejen calvo y mudo de tanto lamentarse y gimotear delante del espejo cuando vea como ha perdido su bonito peinado y no se reconozca. Infantil y ridículo, lo sé, pero es superior a mis fuerzas. ¡Viva Mario Martínez!

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