viernes, 2 de enero de 2009

Rafa Pueyo

Esta misma mañana he visto a Rafa Pueyo, segundo entrenador del Bilbao Basket, con la novia o su mujer, tomándose algo y comiendo unos pinchos en el bar Los Jamones de Barakaldo. Sin más, pero me he acordado de los acostumbrados rumores, supongo que muchos fundados, que alimentan las leyendas de jugadores y entrenadores. Rafa Pueyo estaba bien sobrio y lo único que hacía era darle al jamón, que vaya eso por delante, pero siempre me acuerdo de lo que solía contar Patxi Rípodas. Creo que lo dijo cuando era jugador de Osasuna. Decía algo así como que cuando salía a tomarse un café por la ciudad y alguien le veía, el que le había visto le decía a un amigo: acabo de ver a Patxi Rípodas en tal sitio tomándose un café. Pero este segundo, a quien se lo habían contado pero no le había visto, hacía suyo el "acontecimiento" y le decía a un tercero: he visto a Patxi Rípodas tomándose un zurito en tal sitio. Y el tercero le decía a un cuarto siguiendo el mismo procedimiento: he visto a Patxi Rípodas tomándose una caña en tal sitio. Y el cuarto le decía a un quinto: he visto a Patxi Rípodas de copas en tal sitio. Y el quinto a un sexto... Y así hasta que Patxi Rípodas estaba tan mamado que donde le habían visto era en comisaria detenido por altercado público. Cuando era un chaval y el fútbol ocupaba demasiado tiempo del que tenía para dedicarme al ocio (demasiado también), las leyendas etílicas de los jugadores eran nuestra dósis de chascarrillo. Que si Asier García Fuentes era un borracho, que si Javi Luke, que si Etxebe y Carlos García le habían entrado a la novia de un amigo, que habían visto a Javi González dando tumbos, que vaya melopea llevaba Larrainzar en no sé qué sitio, que si Amorebieta, Yeste, Del Horno ya más reciente... Leyendas que, por supuesto, estoy seguro de que tenían más de ficticias que de reales. Gorka González, promesa en su día del Euskaltel Euskadi en Zarauz tocando los huevos con sus colegas; Savovic, Majstorovic, Stefanovic y Weis comiendo pasta a dos carrillos en el Passerella; Larrainzar, Ferreira y Larrazabal de zuritos en un irlandés de Barakaldo; Víctor el del Valladolid queriéndole soltar una hostia a un colega, y con muchísima razón, en un pueblo cerca de Tordesillas porque mi amigo, del Oviedo de pro, le decía que era un cabrón por meterles dos goles en el Tartiere; Del Horno de marcha por Portu; Manix Mandiola a cañas en un bar de Salamanca; Iñaki Lafuente en las fiestas de los Gallegos... En fin, y más y más, y de todos esos hilos podría tirar hasta hacer que Lafuente se tomara el ribeiro a buches, Mandiola se zurrara con el camarero del pub, Del Horno le sobara el culo a una pobre chica, Víctor finalmente le soltara la hostia a mi amigo, Larrainzar, Ferreira y Larrazabal estuvieran jugando un kinito, los emigrantes del baloncesto regaran la pasta con lambrusco en vaso de tubo y el ciclista del Euskaltel en lugar de tocarlos, pegara patadas en las mismas partes. Pero no fue así. Sin embargo, está muy claro que nos gusta demasiado hablar de más de gente que cuando no la vemos en la tele se nos presentan como oportunidades irrechazables para fantasear y cometer delitos, por otra parte, de lo más convencionales entre nosotros mismos, los que hablan y luego esconden la mano. Y, vuelvo a decirlo, dos de enero y lo único que hacía Rafa Pueyo era dar buena cuenta del jamón bellotero.

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