lunes, 31 de agosto de 2009

Sergio Jáuregui

No pretendo crear morbo, ni tampoco dar lecciones de ética. No sé lo que hizo antes Leonardo Medina ni a dónde creía que iba Axel Witsel. Creo que son dos jugadas que deberían quedar en la retina. Ninguna de las dos deberían repetirse. No creo que la competitividad del deporte profesional deba servir como disculpa para justificar, aunque sea tan solo parcialmente, este tipo de jugadas. Hoy le toca a las ligas boliviana y belga, pero ejemplos ha habido por doquier en distintas ligas.

domingo, 30 de agosto de 2009

Ricardo Páez


Ya se sabe que me gustan estas chorradas. Y lo leí hace unas semanas en algún periódico, pero no recuerdo muy bien el nombre. Así que igual hay otro jugador en la Segunda División (me resisto a llamarla como se debe de llamar ahora) más trotamundos que él, pero el caso de Ricardo Páez, centrocampista ofensivo venezolano que ha fichado por el Castellón es bastante mareante, si eres de los que necesitas la biodramina cuando viajas.
El hijo del ex-seleccionador de Venezuela, Richard Páez, ha jugado, a sus treinta años, en 11 países diferentes: Venezuela, Bélgica, Perú, Colombia, Grecia, México, Argentina, Emiratos Árabes Unidos, Ecuador, Rumania y el último, España. Y lo que es más sorprendente, en 22 equipos distintos. Solo en Venezuela, ha jugado en 7 equipos distintos: ULA Mérida, Estudiantes de Mérida, Deportivo Tachira, Nacional Tachira, UA Maracaibo, Deportivo Italmaracaibo y Mineros de Guayana. Además de todos esos, ha jugado en el Standard de Lieja, en la Boca Juniors y Lanús, en los equipos mexicanos de San Luis y América, en el Beni Yas Club de EAU, en el Barcelona ecuatoriense, en el América de Cali y el Deportivo Pereira, ambos de Colombia, la Politécnica Timisoara, en los equipo griegos del PAS Giannina y el Veria FC y los peruanos del Universidad César Vallejo y el Alianza de Lima. Por supuesto, el Castellón termina la lista. Pero seguro que Páez no se ha cansado. Veremos como le va en Castellón de La Plana. En el primer partido de liga, debutó en el minuto 90 sustituyendo a Guzmán. Su equipo empató a cero ante el Hércules. Si no le va bien, siempre le queda volver a coger la mochila. A sus treinta años, aún le queda tiempo para jugar en África y Oceanía, o para ampliar su lista de equipos venezolanos y completar toda la liga, o quizás tenga unos objetivos aún más ambiciosos. Al menos, tendrá bien de anécdotas y sabiduría (siempre se aprende mucho viajando, si quieres) para decirles a sus hijos, nietos, o a los hijos y nietos de sus amigos, si es que no los tiene. Veremos como le va en la Segunda División.

Marco Marzano


Empezó la Vuelta a España en Holanda, con una demostración de velocidad a cargo del bueno de Fabian Cancellara. 54 kilómetros a la hora durante poco menos de cinco kilómetros y sin despeinarse. Las piernas más espectaculares del pelotón desde aquel esprinter tan estruendoso llamado Djamolidine Abdoujaparov,el califa uzbeko. Marco Marzano fue el último. El italiano de 29 años perdió más de un minuto y medio.
La fiesta acaba de empezar. Aún quedan otras dos contrarreloj, el Alto de Aitana, el Xorret del Catí, el Alto de Velefique, Navacerrada antes de La Granja, las murallas de Ávila, La Pandera o Sierra Nevada. Además de las encerronas del norte, empezando con los 600 metros de pavés de hoy y terminando con la etapa de Lieja. Los protagonistas son una incógnita. Quitando a Alejandro Valverde, todos los demás me traen dudas: la presión de Samuel Sánchez, los años de Cadel Evans, la juventud de Gesink, los kilómetros de los Schleck, la irregularidad de Antón, la ambición de Mosquera, la humildad de Tondo, la fragilidad de Zubeldia, la redención de Vinokourov y Basso, la inconsistencia de Cunego... Hay otros nombres que no salen en las principales quinielas y que siempre pueden sorprender: José Ángel Gómez Marchante, David Moncoutie, Juanjo Cobo, Tom Danielson, Roman Kreuzinger... Y alguno más con el que seguro no contaba nadie. Quizás así, la vuelta resulte más disputada y atractiva. Esperemos que haya muchos protagonismas, decenas de ataques, cambios de líderes y emoción hasta el final. El Tour de Francia dejó un sabor agridulce y el Giro está ya muy lejos. En su lucha por volver a abril, la Vuelta necesita demostrar que es una competición bien organizada y generadora de espectáculo y beneficios económicos. A falta de que los corredores lo endurezcan, soy de la opinión de que el recorrido ofrece suficientes alicientes para crear una carrera disputada y combativa.
No tengo favoritos, aunque sí deseos de que ganen ciertos corredores. Aún así, aún a pesar de cierto vínculo afectivo con determinados corredores o equipos, lo bueno del ciclismo es que siempre existe un amor incondicional por el deporte en sí. Una vez disfrutada ya la exhibición de Cancellara, y a la espera de que los anteriores ofrezcan una bonita lucha por la victoria final, esperemos que los Bennati, Ciolek, Freire, Boonen, Farrar y compañía nos den espectáculo en la volata y los grandes rodadores y aventureros como Egoi, Txurruka, Nocentini, el malagueta, Fedrigo, Joaquim, Florencio, Duque, Casar, Millar, Ballan, Szmyd, Barredo, Gárate, Gilbert, Kirchen, Albasini, Arvesen, David de la Fuente, Kroon o Herrero nos hagan disfrutar con la belleza plástica del ciclismo. A partir de ahora, los que no puedan acercarse al asfalto, a disfrutar del tornillo que le falta a Perico Delgado.

viernes, 28 de agosto de 2009

Tom Williams










Quizás lo hicieron en homenaje a Roberto Rojas, aquel portero que se cortó deliberadamente en 1989 para simular una agresión y suspender el partido de clasificación para la Copa del Mundo que su selección perdía contra Brasil por 1 a 0. ¿Qué hacía Roberto Rojas con una cuchilla escondida en el guante, por cierto?
No sabía muy bien si titular esta entrada con el nombre del jugador, Tom Williams, o con el del entrenador, Dean Richards, porque de los dos se podría hablar para explicar qué sucedió hace unos días en la Heineken Cup, algo así como la Copa de Europa de rugby. Al final, me decanté por el nombre del jugador, más que nada porque, hasta nuestra prensa, la noticia llegó con su nombre en los titulares: “Tom Williams, el tramposo”, decían, más o menos, todos los periódicos.
Tom Williams tiene 26 años, mide 1’80, pesa 90 kilos, y juega al rugby con los Harlequins. Nunca ha sido internacional. Dean Richards, su entrenador, fue un buen jugador de rugby, internacional en 48 ocasiones, que agrandó su carrera deportiva con grandes éxitos como entrenador. Sin ir más lejos, ganó dos Heineken Cup, la primera ante el Stade Francais, y la segunda ante el Munster, ambas dirigiendo al Leicester Tigers, el mismo equipo que defendió como jugador. Tras 20 años de vinculación al club, fue cesado. Se llevó tal chasco que exigió que le devolvieran todos sus trofeos, además de proponer que se le cambiara el nombre a uno de los bares que habían bautizado en su honor. De ahí, marchó al Grenoble francés, de donde también salió con escándalo de por medio tras un motín de los jugadores. En 2005, fichó por los Harlequins. Hasta hoy. Un tercer personaje sería Steph Brennan, fisioterapeuta del club.
La historia, ya bien sabida, es la siguiente: los Harlequins jugaban un partido importante para su clasificación para las semifinales de la Heineken Cup. A falta de cinco minutos, los Harlequins perdían 5-6 contra el Leinster. El equipo tenía la oportunidad, y la obligación, de anotar si quería remontar. Había un pequeño problema: ya no quedaban cambios y no tenían ningún pateador sobre el terreno de juego. Según las reglas, se puede cambiar a un jugador una vez realizadas todas las substituciones, siempre y cuando sea por una lesión importante: sangrar por encima del cuello lo es. De repente, Tom Williams empezó a sangrar por la boca. Dean Richards aprovechó la ocasión para poner a un experto pateador en el campo, el neozelandés Nick Evans. Sin embargo, falló. Renqueante por una lesión de rodilla, Evans no acertó con el disparo.
Unos días después, Sky Sports descubrió la maquinación. Tom Williams había fingido tener sangre en la boca mordiendo una cápsula de tinta roja. El The Sunday Times había publicado las imágenes. Dean Richards dijo primero que no se enteró hasta ocho días después, y que, cuando lo hizo, decidió ser fiel al club y participar en la conspiración, cubriendo a jugador y club. Más tarde, confesó su implicación y acabó siendo condenado a tres años de inhabilitación. El fisioterapeuta fue condenado a dos años y también pidió perdón públicamente. El jugador, por su parte, fue inhabilitado por un año, pero, posteriormente, tras las confesiones de Brennan y Richards y las quejas del sindicato de jugadores que consideraba la sentencia desproporcionada, vio reducida la pena a tan solo cuatro meses de inhabilitación. El club, también, fue condenado a pagar 250.000 euros de multa.
Según The Times, existe un documento que demuestra que no es la primera vez que los Harlequins hacen uso de esta triquiñuela. El rugby inglés se ha visto sorprendido por el segundo escándalo en pocos días, tras la suspensión de ocho meses a Justin Harrison por consumo de cocaína. Aún quedan datos por descubrir, y también queda que la prensa estatal se haga eco de la noticia con todos los datos. Tom Williams volverá a jugar en noviembre, quién sabe si algún otro día intentará, de nuevo, engañar comiendo cápsulas de tinta o de cualquier otra manera. Dean Richards, quien, encima, sonaba como candidato a seleccionador nacional, será, probablemente, capaz de reconducir su vida, y su carrera, de una u otra manera. Nick Evans volverá a patear. Y Brennan, en mi enfermiza cabeza, quizás se olvide de todo con un par de buenas pintas. Puede que hasta Harrison logre reformarse.
Por cierto, ¿qué fue de Roberto Rojas? Si alguien lo sabe, que nos lo cuente, quizás, conociendo el final de su historia, podamos extraer la moraleja, y así contársela a Williams, Richards, Brennan y compañía e intentar que no se vuelva a repetir.
¿Eh? Intentar, solo he dicho intentar, joder.

Tomás Guasch


Una de mis mayores tentaciones, que reprimo con asiduidad, es hablar de la prensa deportiva. Amenacé hace tiempo con hablar de Patxi Alonso, que así dicho suena más amenazante todavía, ridículamente amenazante. Alguna vez, hice un comentario, como quien no quiere, sobre alguno de los periodistas de Cuatro, o los contertulios de las cadenas locales, o las retrasmisiones futbolísticas de las cadenas privadas. Caso aparte, Pipi Estrada. Solo un par de veces, alabé la labor de alguno de ellos, generalmente de la prensa escrita. Me sigo reprimiendo, y seguiré por mucho tiempo. Primero, porque yo tampoco soy quién para hablar, o para sentar cátedra, para dejar por escrito máximas y pretender que todo el mundo esté de acuerdo. No soy periodista ni alguien muy diestro con la crítica y la glosa. Segundo, porque, hoy en día, los periodistas se retratan solos, y, además, no creo que les importe mucho lo que tú digas sobre ellos. En muchos casos, el cinismo, cinismo casi profesional, campa a sus anchas o se disfraza de otro tipo de virtudes muy relativas. Y ese cinismo no es propiedad única de la prensa deportiva. Tercero, porque no va a servir de nada. Absolutamente de nada. Igual que el cinismo, o como se quiera llamar, es una tendencia extendida y sobreentendida, el corporativismo, los poderes fácticos y la manipulación de la opinión pública ha sido tan ejercida y mejorada durante el siglo XX y lo que llevamos de XXI, que ya hasta lo trasgresor es tan efímero y relativo que todo parece perder valor. No son inventos de la izquierda más beligerante, son nociones manidas y socorridas que hasta la izquierda más beligerante usa con eficacia.
¿A qué viene todo esto?
Tomás Guasch.
En mi opinión, la prensa deportiva, tanto escrita como radiada como televisada, no solo está sobrevalorada, si no que está depauperada (sin ejercer muy bien el significado de esta palabra, solo con que sirva el ruido que hace) y prácticamente a la deriva. Salvo honradísimas excepciones, que no son pocas. Nombres propios, muchos: prácticamente todos los periodistas de Cuatro, la gran mayoría de la radio deportiva (pero no conozco lo suficiente) y un 95 por ciento de los periodistas que escriben en el 95 de la prensa deportiva. Los tantos por ciento y los adverbios de cantidad son imprecisos y caprichosos. En realidad, solo estoy expresando una opinión, una sensación personal y privada, no estoy intentando llegar a ninguna conclusión.
Tomás Guasch.
Hoy escribía, en el As, un reportaje sonrojante sobre un término que él mismo se ha inventado y que seguro que le ayuda a reírse de sus propios chistes: el villarato, que más que parecerse a un juego de palabras que pretende aludir a una tiranía política, recuerda a cierto baile latino. Según el reputado periodista deportivo y consumado humorista y malabarista de la ironía, el villarato es, o dícese, de una confabulación más de Ángel María Villar, que tiene, como siempre, al Real Madrid de víctima y al FC Barcelona de acompasado beneficiario. En este caso, los argumentos de Guasch, pobres y estirados hasta convertirlos en una gasa transparente, son el tortazo (o golpe fortuito) de Víctor Valdés a Gaizka Toquero, y el penalti (o error malicioso del árbitro) señalado por falta (o falta inexistente) de Ustaritz Aldekoaotalora a Dani Alves. Ambas jugadas sucedieron en el pasado partido de la Supercopa de España. Aunque el propio Guasch añada que “probablemente” no le habrían hecho falta al FC Barcelona que estos dos lances del juego terminaran al revés para ganar, Guasch no se amilana y reitera que está claro que el FC Barcelona juega a placer, pero juega animado por el contubernio y la connivencia de Ángel María Villar, convertido, a estas alturas, en un ser todopoderoso (algo de ello habrá) capaz de transformarse en un monstruo de mil cabezas (quizás sea verdad).
Soy seguidor del Athletic. El penalti no fue penalti, ni, por supuesto, tarjeta amarilla para Ustaritz, que bastante tenía ya con lo suyo. El árbitro se equivocó. Cometió un error, flagrante, pero error. Error. Ya está: error. Víctor Valdés golpeó a Toquero, cierto. Toquero cayó al suelo, también cierto. ¿Viste a Toquero protestar? No, le hizo un gesto a Víctor Valdés, no pasa nada, y ya está. ¿Fue agresión? El fútbol es pura poesía, cada uno lo interpreta como quiere, visto lo visto. Con todo esto, alimentemos confabulaciones, inventemos tramas y conspiraciones. ¿Qué más da? ¿Qué importa? Soy periodista deportivo: doy mi opinión. DOY MI OPINIÓN. D-O-Y-M-I-O-P-I-N-I-O-N. Lo que diga no importa, lo que importa es que es mi opinión, y tengo derecho a darla. Ése es el fundamento básico del periodismo deportivo actual. Lo importante no es informar, es hacer juicios. Valorar, juzgar, adjetivar, interpretar y disfrazarlo todo de una ética y una profesionalidad que, a menudo, resulta, a los ojos ajenos, un poco tergiversada y oblicua.
A Guasch se le ha olvidado que el villarato es lo que hizo que el Athletic se mantuviera en primera, ¿no? Villar, con su panza de sibarita, con un puro y una sonrisa maligna, dijo: “chicos, mi equipo no puede jugar en segunda, que parezca un accidente.” Y sus chicos se encargaron de ello. ¿Por qué iba Villar a maquinar, ahora, en contra del Athletic? ¡El Villarato se ha vuelto loco! Dios, Guasch, hay que investigar todo esto, cuando tengas tiempo, lo investigas a fondo, aquí hay tema.
Ya, ya sé. No hace falta que me lo expliquéis. Soy un poco ingenuo, a dios gracias, pero no llego tan lejos. Sé de qué va esto, y sí, también leo los periódicos que vienen del otro lado del río. Lo repito: no soy periodista, y no quiero hacer juicios de valor. Solo puedo hablar como lector, como radioyente y como espectador de televisión, y, ¿qué puedo decir? Pues, sencillamente, que en la época de la globalización, en la edad de las tecnologías de comunicación, en el siglo de la información, qué bien se está desinformado, ¡qué de puta madre se está sin tener ni puñetera idea de nada! ¡Qué cómodamente se vive en la ignorancia! ¡Puro, sin dejarte contaminar, sin ocio y sin cultura! ¡Sin Ocio y sin Amor! Libre, difamado, imbécil, sordo y mudo, incapaz de entender qué es un villarato, sin saber quién coño es Tomás Guasch. Qué felicidad.

Juan Antonio Flecha


Si Jonathan Castroviejo lo tiene todo por hacer, Juan Antonio Flecha, con 32 años, ya se ha labrado una digna carrera y reputación. También un palmarés, con victorias significativas, como la etapa del Tour de Francia que ganó corriendo aún para Unzué, o pruebas clásicas, algunas con ciertas dosis míticas, que tan alejadas parecían del ciclismo que por aquí se estila: el Gran Premio de Zúrich, el Giro del Lazio o el Circuito Franco-Belga. Aunque no han sido sus únicas victorias, su palmarés brilla por otros puestos honoríficos pero supuestamente menores, segundos, terceros, cuartos y quintos puestos, en pruebas como el Tour de Flandes, la Het-Volk, la Flecha-Brabançona, la Gante-Wevelgem, o la más grande de todas, la París-Roubaix, donde ha sido segundo, tercero y cuarto. Solo le queda un puesto, por lo tanto.
Pedalear desde París hasta Roubaix supone viajar tanto en el espacio como en el tiempo. La trinchera de Arenberg es un espacio abierto a la creación de mitos. Un cementerio de sueños ciclistas donde siempre brotan nuevos con cada marea. Un túnel de lodo, de más de dos kilómetros de largo, pero solo tres metros de anchura. Cuentan que lo de “el infierno del norte” se lo inventó un periodista de nombre Victor Brever, quien, en 1919, era capaz de ver en aquellos parajes la desolación de un primer intento de guerra mundial.
Después, ciclistas varios, acompañados por sus insensatas demostraciones de superación, le han dado sustancia al apodo. Los Musseuw, los Tchmil, los De Vlaemick, los Ballerini, los Moser, los Tafi, los Duclos-Lasalle, Flecha, Boonen, el propio Merckx y muchos otros, han adornado una historia que no es ficticia, pero que ha superado la realidad para convertir la prueba en una suerte de ficción dramática, una hipérbole del esfuerzo deportivo. La carrera del pavés, del adoquín y el barro de un bosque que tiene forma de pista de hielo, del velódromo triunfal donde dar la vuelta de honor, una carrera que Theo de Rooy llamó, significativamente, “una basura auténtica.” Una carrera con más historia que kilometraje: Jean Stablinski tiene la culpa de todo. Primero, trabajó en las minas del bosque, se hundía, a 500 metros bajo tierra, para perderse en la oscuridad de las entrañas del bosque. Cuando subió, pedaleó, pedaleó tanto que llegó a ser campeón del Mundo. Él es el culpable, el único minero que también ha cruzado el bosque en bicicleta, el que en 1968 le susurró el secreto a los organizadores, que no dudaron en añadirlo al recorrido. Las minas desaparecieron hace 20 años, los ciclistas siguen cruzando el bosque como si fuera el mar Rojo y Moisés viera partirse el agua en dos. La cita es de Fabian Cancellara.
Y volvemos a Flecha. Él no corre por dinero, solo por dinero. Es uno de los ciclistas que aman este deporte, que aman su tragedia y su épica, lo que le queda de romántico y legendario, de humano y de literatura. Entrevistado antes de una participación, decía: "Ojalá llueva. Las carreras heroicas hay que correrlas en las peores condiciones. Esto es una carrera para tipos duros".
Flecha perdió a su padre en un accidente de coche a los cuatro años. Pasó su infancia en Argentina, con siete años aún vivía en el número 48 de la calle Lebensohn. Una calle de adoquines que tenía que cubrir cuando regresaba con su bicicleta. La ventana de su habitación daba al pavés. Aún recuerda, cuenta, el ruido de los neumáticos contra el adoquinado. A los once años, emigró a España y se hizo catalán, en parte vasco, cuando tuvo que marchar al Kaiku para hacerse ciclista. Ahora, es internacional, un ciclista universal, de los que dan renombre mundial a un deporte vapuleado por sus propias triquiñuelas. En un pasado reportaje para el Dominical de El País, con unas fotos extraordinarias de Timm Kölln, Flecha demostraba su pundonor y los premios de una vida que se ama con plenitud: entrenando por la Cerdenya, su perfil en la bicicleta rodeado de nieve, calculando el riesgo de las manetas heladas. Al llegar a la frontera, los guardias le lanzaban un cubo de agua caliente para deshelar la bicicleta.
Su ejemplo es la estampa de un deporte que prefiere ser descubierto a tientas, bajo el barrizal de Arenberg, sobre los muros valones, en las empalizadas escondidas de los laberintos vascos, por los recodos en los que los romanos encriptaron una voraz avidez por la conquista, el viento de las mesetas castellanas, en las pérfidas líneas que el tiempo descubre en los Alpes. Un deporte que sobrevive a bocanadas, silencioso, pertinaz ante las puñaladas que le han ido asestando los que también, decían, le amaban.
Puede que Flecha nunca gane la París-Roubaix, pero la París-Roubaix le ha ganado a él, y estas historias de amor son el alimento del vínculo original, el umbral de la vida, la clave del deporte, la explicación de las pasiones que han ido tornándose en ambiciones sucedáneas, en sentidos que no guardan ninguna relación con el principio de las cosas, signifique lo que signifique todo esto. Como el lenguaje, torpe e incapaz de celebrar lo que solo se conoce tras la experiencia. Seguro que Castroviejo si no lo sabe, lo sabrá.




lunes, 24 de agosto de 2009

Jonathan Castroviejo


El ciclismo vasco está sediento de victorias. Mientras esperamos con suspense la decisión en torno a Astarloza, de la que, desgraciadamente, puede depender el futuro del equipo Euskaltel-Euskadi, aún nos queda la vuelta a España, donde el asturiano de Güeñes y el resto del equipo seguro que darán qué hablar.
A parte de los Aramendia, Intxausti, Arkaitz Durán o Igor Antón, que ya han dado resultados y darán más a corto plazo, hay dos nombres que resaltan entre las promesas más cercanas: Castroviejo y Romain Sicard. El vascofrancés, del que ya hablamos aquí, se ha destapado como un todoterreno con instinto de ganador, y ya ha firmado su primer contrato profesional con Euskaltel-Euskadi para el año que viene. Desde el pionero Thierry Elissalde, no había vuelto a haber un corredor del País Vasco Francés. El otro, es un getxotarra de 22 años con la cabeza muy bien amueblada. Desde juveniles, destacó en el pelotón. En Seguros Bilbao, durante sus años de amateur, luchó primero con Intxausti y luego solo como líder. Cuando en Euskaltel-Euskadi se interesaron por él, puso una condición: primero dos años en el Orbea, formándose como ciclista. Este año cumplía el segundo y ha deslumbrado con talento y destacado con trabajo duro, un trabajo y un talento que le han llevado a estrenar su palmarés en Francia, con sendas victorias en etapas del Tour Haut Anjou y Ronde de l'Isard, donde también hizo segundo, al igual que en la clasificación general final del Circuito Montañés. Cuando consiguió su primera victoria, por supuesto, le entrevistaron, y su respuesta fue la siguiente: "éste es el camino: trabajo y trabajo." Bueno contrarrelojista, valiente, con piernas para subir, rodar, fajarse con los grandes aventureros del pelotón, apostaría por él como futuro protagonista del ciclismo profesional. Ojalá sea así, y ojalá levante los brazos en más de una ocasión. De todas formas, como siempre, tiene lo que los buenos aficionados también admiran, y que nunca aparece en las portadas de los periódicos. Veremos la temporada que viene.

sábado, 22 de agosto de 2009

Iván Fernández


Hoy he comido chocolate y estoy de resaca. Esta noche cenamos en un wok. No es que me lo haya propuesto, pero me lo merecía. En lo que iba de semana, ensaladas y pasta, y 7 kilómetros de carrera todos y cada uno de los días, y, la mayoría, a media tarde, que es cuando, no sé por qué, menos me apetece correr. Todo para que ayer disfrutara corriendo la Hiri Krosa de la Aste Nagusia. Y todo salió a pedir de boca. Si queréis una crónica más profesional: pormaratones. Para mí, la experiencia fue muy positiva. Nos juntamos cinco, seis amigos para correr, todos con objetivos distintos, y uno en común, el que en realidad le da valor a todo esto. Más o menos, cada uno cumplió los suyos, y el que compartíamos, también. Yo me quedé el último, como era de esperar, y me dediqué a buscar el ritmo y asombrarme de los de cabeza cuando me cruzaba con ellos. Lo bueno de una carrera popular es que siempre adelantas más gente de la que te adelanta, y eso motiva. Se hacía ameno correr entre los turistas del Guggenheim o oír tus zancadas en la madera del paseo del Euskalduna, retumbando al ritmo de las respiraciones atrompiconadas. Los últimos tres kilómetros fueron fabulosos: cuanto más apretaba, mejor me sentía. Iba mirando hacia adelante y me proponía cazar a alguien. Lo cazaba. Sin embargo, no veía a M y a su hermano, las dos Js estarían perdidas, y puede que A estuviera cerca de acabar. Aún así, apretaba. Miraba el reloj y veía que había hecho más de la mitad del recorrido y me sobraba más de la mitad del tiempo que me propuse. Confundí el puente del ayuntamiento con el puente del Arriaga así que apreté antes de tiempo, pero luego tuve fuerzas para repetir. Cuando di la curva a izquierdas me lancé a tumba abierta, ya había dejado atrás al hermano de M, pero ni me enteré. A cincuenta metros, adelanté a M mientras le daba una palmada en el culo. El tiempo, más o menos 30 minutos, casi 31. El del mejor de los nuestros, ocho minutos menos. El del ganador, el vitoriano Iván Fernández, 13 minutos menos. Pero aquí no valen las matemáticas: la ecuación de la felicidad es proporcionada. Yo acabé muy contento. Dan igual las medidas y los cálculos, cuando pones ilusión en algo y lo disfrutas, no se altera el producto. Sudar es una recompensa maravillosa cuando puedes disfrutarlo. La experiencia fue gratificante. Como estoy de resaca, escribo con frases cortas y como muy serio, ¿a que sí? Voy a comer un poquito más de chocolate. Quizás mañana, vuelva a correr. O el lunes, hay que pillar carrerilla. Aprovechar. El próximo objetivo no sé cuál será. Tengo que coger fondo, quizás algún día, empiece con la Santurtzi-Bilbao y acabe con una media maratón. Por ahora, cogeremos fuerzas para seguir corriendo, sin huir, eso sí, solo correr por placer.

lunes, 17 de agosto de 2009

Brandon Flowers


Adivina, adivinanza. ¿Quién es Brandon Flowers? Si no os gusta la música, ni puta idea. ¿El nuevo extremo del Sunderland? No, ayer nos reíamos en Lasesarre, mientras veíamos las buenas maneras del equipo gualdinegro. Promete. Pero aquí siempre se tienen los dos pies en el suelo, y el suelo se mueve. A lo que iba, nos reíamos: el equipo favorito de M, el West Ham, y el del hermano de M, el Fulham. ¿Y eso? Por nada en especial, igual le gustan los nombres terminados en ham, claro. Pues, Brandon Flowers no juega en ninguno de los dos, ni tan siquiera es aficionado, su equipo favorito es otro: el Arsenal. Brandon Flowers se pirra por Londres, y por el glam, y las boas de plumas rosas, y por Jesucristo, supongo, porque es mormón. Brandon Flowers es el cantante de The Killers, un grupo que pretende alcanzar el trono de los U2, ese mismo trono que intentaron tocar Travis pero se tropezaron y que aún reclama Coldplay. Un trono desde el que se ve todo muy borroso, me parece. Su primer disco fue un éxito, lleno de canciones pegadizas que te obligaban a bailar y a recordar los estribillos por muy largos que fueran o que simplemente fueran en inglés. El segundo debió ser parecido. Y el tercero fue su primer intento de salto al estrellato. Brandon está muy contento, y además acaba de ser padre, y como buen futbolero, a pesar de ser americano, ha decidido que todo el mundo sepa de qué equipo es aficionado, así que a su hijo, le ha puesto por nombre Gunner. Gunner Flowers, quién sabe, quizás si llegue algún día a jugar en el West Ham, o en el Fulham, o en el Sunderland, o en el Arsenal, o en ningún sitio. Cañonero Flores. Cañonero Flores... piénsalo. En fin, cuelgo un video de The Killers, por variar.

Virginia Berasategi


Primer día de fiestas de Bilbao, concierto: el único que promete. Quizás el jueves Mike Scott y sus Waterboys puedan acercárseles. Pero, para nosotros, todo empezaba y terminaba más o menos el sábado. Preguntémonos: ¿qué es más duro? ¿Preparar un ironman? ¿O conseguir que aún algo te motive tanto como para salir a tocar la guitarra a un escenario con 66 años? Las dos opciones se asomaron el sábado al Kafe Antzokia. Mientras, Dick Taylor, con 66 años, a la guitarra, y Phil May a la voz, con 65 años, daban una lección de electricidad, energía y magia, Virginia Berasategi, de negro elegante, con una cerveza en la mano, e incapaz de contener la cadera, disfrutaba de su campeonato de europa de triatlón con el concierto de The Right Ons y The Pretty Things. No es la primera vez que coincidimos con ella en un concierto, creo que la última fue en el mismo sitio y en la despedida (espero que definitivamente temporal) de Atom Rhumba. Es posible que el viernes coincida con ella en la carrera popular que organizan las comparsas. Su objetivo en una carrera que ya ha vencido otros años, será ganarla. El mío, que para cuando lo esté celebrando, yo vaya ya por la mitad. Si me la tropiezo, quizás le pregunte: qué, ¿mejor sudar corriendo o viendo un concierto de rock and roll? Probablemente, las dos, por qué no.
Posdata: ¿Te imaginas que no era ella? Oye, Virginia, si no eras tú, o la cerveza no tenía alcohol, yo qué sé, ¿eras tú, no, joder? E dice que sí. I dijo que sí. Yo digo que también. Qué más da, yo prefiero pensar que a la campeona de Europa de triatlón le gustan The Pretty Things, mejor, a que sí.

jueves, 13 de agosto de 2009

Yuriy Nikiforov


Jugador ruso o ucraniano, habría que preguntarle, nacido en 1970 en Odessa. Me encanta la ensaladilla rusa, por cierto. Y la peli que protagonizó Jon Voight 4 años después de que naciera Nikiforov. Jugó en el Dinamo de Kiev, Chernomorets Odessa, Spartak de Moscú, Spórting de Gijón, PSV Eindhoven, RKC Waalwijk y Urawa Red Diamonds del Japón. Internacional con Rusia, jugaba de central y medía 1'85. Si hay alguien de Gijón en la red, igual recuerdan alguna anécdota de él. Yo tengo una, y no tiene nada que ver con el fútbol. Si fuera un cuento, se titularía: la mejor parida de I.
Sábado. Se presenta apasionante. Diez y media de la noche. I bebe coca-cola, E y yo, Heineken. El bar prácticamente vacío pero el humo irrita los ojos de I. Se aburre. E y yo compartimos Mondosonoro mientras charlamos de música. Él mira el televisor. Le da igual que no tenga voz. En la boda de S, mientras los demás bailábamos en la discoteca, él veía una peli repantingado en los sillones del rincón. Era de romanos, o de vaqueros, o de Steve McQueen y le leía los labios. Pero hoy se aburre mucho. Así que nos interrumpe mientras leémos la crónica de un concierto: hoy me he abierto una cuenta de correo. Bieeeen, dice E, sin levantar la cabeza de la revista, llega la tecnología a casa de los Rs. Yo aprovecho para encenderme un cigarro. Y me apiado, mientras miro como se pizca la piel seca del codo. ¿Y qué? ¿Ha sido difícil? Dice que no con un ruido indescifrable, probablemente en un idioma que solo conoce Ozores. Sonríe. Y me he puesto un nick. ¿Has entrado en un chat? Dice que sí con la cabeza. Y miro la coca cola, el codo, el televisor mudo, y E también levanta la cabeza, pregunta: ¿y qué nick te has puesto? Triste, claro, se ríe con adelanto: Nikiforov, de nick, nikiforov. Y, no, la noche dió lo que prometía, ni más ni menos.

Francisco Cachorro


Que sí:
Así, a bote pronto. El fútbol vasco está en crisis. Como la novela o el teatro. Hay datos irrebocables: el Athletic se salva con un juego pobre. El Osasuna, espera a la última jornada. La Real no sube, y, además, el Alavés y el Eibar, descienden. El Barakaldo, el Sestao, el Bilbao Athletic y el Lemoa se quedan fuera del play-off. Clemente sigue en el paro, no hubo partido amistoso en Navidades, y cada vez hay menos internacionales. Por lo tanto:
a) el fútbol vasco está en crisis.
b) Espero no haber herido sensibilidades por meter a los navarros en el saco. Si a alguno le molesta, que pase de mí.
c) Vaya por delante que las banderas, los himnos y los partidos internacionales no son lo mío.
d) Siempre nos quedará la melancolía.

Que no:
Sin embargo, y a bote pronto (y quizás, con un poco de patética y utópica exageración), me viene a la cabeza todo lo que aquí sigue:
La Real Unión de Irún, dirigida por el vizcaíno Iñaki Alonso, y con jóvenes como Abasolo, Beobide o Domínguez despuntando, sube a Segunda División en el enésimo intento. Arteta se convierte en un ídolo en el Everton y el Real Madrid paga una millonada por Xabi Alonso. San José hace la pretemporada con el Liverpool, Monreal debuta en la selección y un poco antes lo hicieron Iraola y Llorente. Del Horno sigue, erre que erre, intentando reencontrarse consigo mismo en el Valencia y Javi Garrido juega a pesar de que pierde la titularidad en el Manchester City. Joseba Llorente marca goles a pares en el Villarreal, Raúl García se hace con la titularidad en el Calderón y Goitia y Riesgo defienden de titulares las porterías de Málaga y Recre. Valverde gana la Liga con el Olympiakos, quitándosela a Sarriegi que marca en Champions con el Panathinaikos. Lotina roza la Champions con el Dépor. En el Osasuna, nuevos canteranos se hacen indispensables: Azpilicueta, Miguel Flaño o el propio Monreal. En el Athletic, despunta una nueva generación con los Muniain, Amorebieta, Susaeta, De Marcos o Castillo. Los juveniles llegan a la final de Copa y la pierden como los profesionales, pero nuevos nombres se oyen en los mentideros de los habituales a Lezama: Miñés, Morán, Etxaniz, Medina, los Goñi, Iturraspe, Vitoria, Isma, Iban Franco, Ramalho… En la Real, parece que tendrán su oportunidad los Agirretxe o Viguera, y tienen una nueva joya del otro lado de la frontera, demás de la calidad de los ya casi veteranos, como Xabi Prieto o Mikel González. El Osasuna guarda a Echaide. El Alavés a Igor Martínez. Y otros lo intentan en otras canteras: Herrera (Zaragoza), Oiarzabal (Barcelona) o Berchiche (que se fuera de Lezama para intentarlo en Inglaterra y ahora vuelve a Valladolid). En segunda, ya hablé de ello en otra entrada y vale con mencionar de nuevo el proyecto del Numancia con los Álvaro, Garmendia, Iñigo Vélez, Lafuente, Balenziaga, Kike Sola, Javier Flaño… Y cada día hay menos internacionales en todas las categorías, pero haberlos hailos.
Por lo tanto, pues sí, dicen que en esta vida hay que ser crítico, estaremos en crisis, por lo tanto. Navarros sigue habiendo en primera, y vizcaínos, aunque cada vez menos, y guipuzcoanos, y alaveses y hasta vascofranceses sean todos lo que sean cuando están juntos o separados. ¿Hay cantera? ¿Habrá éxitos en un futuro cercano? Ni puta idea. Un amigo que fumaba muchos porros me dijo un día que yo tenía demasiada fé. Yo le pregunté: ¿en qué? Y él me contestó: eso es lo peor, no crees en dios, no crees en la patria, no crees en las drogas, y aún así tienes fé. Malo malo. Quizás tenía razón.
Posdata: he titulado esta entrada Francisco Cachorro, y pongo su foto, porque siempre creí que no y, al final, va a ser que sí.

Daniel Jarque


No me gustan los homenajes. Lo hice con Bobby Robson y he retrasado tanto tiempo éste que ya no tiene sentido. Ahora mismo, no tengo televisor, y como sabéis, me cuesta conseguir conectarme a internet, así que he estado un poco al margen de la repercusión mediática. Cuando podía, hasta pasaba las páginas del periódico más rápido de lo normal. El dolor que nos es ajeno, es caprichoso, porque siempre es personal aunque no sea nuestro. Se necesita un vínculo demasiado intenso, para sentir como propia la desgracia ajena. Solo conseguimos un sucedáneo: invertir toda esa energía dolorosa en un sentimiento personal que no es más que un reflejo. Es sorprendente ver a la gente llorar por alguien que no habría hecho lo mismo por ti. No estoy criticándolo, ni mucho menos, es parte de las cosas sin sentido que hacen que el tiempo que pasamos vivos merezca la pena. No me gustan los homenajes. No tengo nada que decir que sirva de consuelo. Solo se me ocurre seguir adelante e intentar que ese dolor sea mío en su justa proporción. De todo se aprende y todo lo que nos ocurre nos convierte en lo que somos. Descanse en paz.

martes, 11 de agosto de 2009

Cándido Barbosa


Para mí es ayer, porque esto lo escribí el jueves, pero como me las tengo que arreglar para encontrar un ordenador con conexión a internet, no sé cuándo seré capaz de editar la entrada. Así pues, digamos que fue el miércoles cuando Cándido Barbosa estrenó la Vuelta a Portugal llevándose la etapa prólogo.
Lo leí en el periódico, mientras mi hermano y yo tomábamos un café. No tardé en pasar de página ni diez segundos, pero fueron suficientes para que yo dijera: “¿y éste? ¿no se cansa de ganar?” Y mi hermano contestara con otra pregunta: “¿quién?”
No le contesté porque ya había pasado la página y era más interesante, sin cambiar de tema, hablar de Igor Antón, Koldo Fernández de Larrea y, por supuesto, Mikel Astarloza. Sin embargo, me la guardé para luego. Respondo ahora, como ya sabéis porque habéis empezado por leer el encabezamiento, y digo, claro, que hablaba de Candido-Joaquim Barbosa Venda Moreira, a.k.a., que dicen los americanos, Cándido Barbosa.
Así que me puse a ello. El portugués, en lo que va de carrera deportiva, ha conseguido, y aún no ha terminado la temporada, 109 victorias. La gran mayoría de ellas, por no decir prácticamente todas, las ha conseguido en territorio portugués. Por ello, su nombre pasará sin pena ni gloria por la historia del ciclismo universal, que no por la del luso. Y, nuevamente, eso no es justo. Más aún, cuando hablamos del pelotón luso. Quizás no hayan tenido nunca un gran ganador, pero afición no les falta. Tienen varios equipos continentales, organizan pruebas al por mayor, y su gran vuelta nacional por etapas es considerada por algunos como la cuarta grande, entre otras cosas, porque la competitividad entre los ciclistas y equipos del país vecino es bastante agresiva.
Echémosle un vistazo al historial de Barbosa. Prácticamente, ha hecho toda su carrera en equipos portugueses: el W52 (su primer equipo, aunque fue capaz de conseguir victorias en profesionales con la selección de promesas de Portugal), el Maia, el LA Pecol y sus respectivos cambios de nombre, el Liberty Seguros, el Benfica y el Palmeiras-Tavira Resort, equipo con el que corre aún, a sus 34 años, pronto 35. Durante cuatro años, del 98 al 2001, corrió en España, con el Banesto, y no fueron precisamente sus mejores años.
Tampoco me voy a poner a recordar las 109 victorias, ya solo con el número dicen bastante. Ha sido dos veces campeón de Portugal, una en carretera y la otra en contrarreloj. Nunca ha ganado la Vuelta a Portugal, aunque ha estado varias veces en el podio, dato que demuestra como su progresión le llevó de esprinter a corredor de grandes vueltas. Sin embargo, ha conseguido un total de 23 etapas, se dice pronto, en la Vuelta a Portugal, incluida la del miércoles y siempre que mis datos sean los correctos. Para los que somos aficionados al ciclismo, también nos suenan como importantes, incluso en el calendario internacional, las pruebas portuguesas de la Vuelta al Alentejo y la Vuelta al Algarve. En el Alentejo, que yo sepa, ha ganado cuatro etapas, y en el Algarve, si no yerro, ha ganado 16 etapas y dos clasificaciones generales, haciendo historia en 1997, cuando ganó las seis etapas y la clasificación final. Además de todo eso, ha ganado múltiples pruebas de un día en Portugal, como los trofeos RDP Algarve, Sergio Paulino, el Circuito de Alpedre o las clásicas de Setúbal, Vila do Conde, Lisboa, Montijo o Lousa. A todo esto, le añadimos decenas de etapas y alguna clasificación general en pruebas como el Gran Premio Abimota, el Gran Premio do Minho, la Volta as Terras de Santa María, el Gran Premio Jornal de Noticias, el Gran Premio Sport Noticias, el Gran Premio CTT Correios, el Gran Premio Paredes Rota de Moveis, el Gran Premio Telecom de Portugal, el Gran Premio Internacional Costa Azul y más y más. Sus únicas victorias fuera de Portugal, que yo sepa, fueron en La Rioja, donde ganó etapas en 1999 y 2000, ambas corriendo para el Banesto.
Quizás este año, consiga la clasificación general de la Vuelta a Portugal, y yo me alegraría. Al menos, su nombre volvería a aparecer en los periódicos. Ganar nunca es fácil, aunque ganes en el Gran Premio Cortez/Mitsubishi, donde también ha ganado, claro. Pero no hace falta detallar más su currículum, creo que ha quedado claro que ganar, sabe ganar. Y lo que le queda, seguramente.

Posdata: Ya dije que tenía que pasar esto. He tardado una barbaridad en tener el tiempo y la conexión para escribir la entrada, y ya se ha quedado vieja. Desde que la escribí hasta que la edito, Barbosa ya se ha llevado otra etapa. Hoy se corre la quinta etapa de la Vuelta a Portugal, mejor que termine cuánto antes no vaya a ser que tenga que escribir otra posdata.

lunes, 3 de agosto de 2009

Ángel David Rodríguez


Conocer tus límites, no significa que dejes de luchar. Suena a una de esas frases chulas que luego cuelga la gente en el messenger o los jugadores de fútbol se tatúan en la espalda, ¿verdad? Este fin de semana, leía una entrevista a Ángel David Rodríguez, campeón de España de atletismo en la categoría de 100 metros y el atleta español más rápido de la historia, con 10''14. Cuando le preguntaban por Usain Bolt, él contestaba: "Me dedico a esto, no soy malo, entreno mañana y tarde, pero es imposible que yo baje de los 10 segundos. Mi principal hándicap es la fuerza. Si yo con este cuerpo corro lo que corro, es normal que ellos corran así. Me dan envidia sana."
Me parecieron unas palabras muy sabias, saludables.
El récord del mundo en la actualidad está en posesión del jamaicano Usain Bolt, con 9.69. La diferencia con Ángel David Rodríguez está en 45 centésimas. ¿Qué te da tiempo a hacer en 45 centésimas? Sin embargo, en atletismo, esa diferencia es un mundo. Yo no creo que sea de poco mérito correr 100 metros en poco más de 10 segundos. Me parece algo increíble, igual que Rafa Muñoz decía de Phelps que "ha vuelto a deslumbrarnos nadando por debajo de los 50 segundos. ¡Es un pecado hacerlo, es nadar más de dos metros por segundo!" Sin embargo, el propio Rafa Muñoz, y sin duda Ángel David Rodríguez, seguirán entrenando hasta que acaben orgullosos del empeño que han puesto en ello. Saben que quizás ninguno baje de los diez ni de los cincuenta, y que la vida dura más que un puñado de segundos, pero ser consciente de ello es el comienzo de una gran amistad con la competición saludable... y sabia. Por cierto, leed la entrada sobre Roberto Madrazo en Pormaratones si os interesa conocer el lado opuesto a lo que yo os acabo de contar.

sábado, 1 de agosto de 2009

Marko Wölfli



Su nombre me recuerda al del niño de El libro de la Selva. No sé si Llorente pensaba lo mismo cuando lanzó el penalty. Empieza bien agosto, con mi equipo favorito dando una penosa imagen, y con el positivo de Mikel Astarloza. Cuando se confirme... iba a decir que hablaré largo y tendido, pero no tengo mucho que decir. No sé si lo haré. Ya veremos. Pero empieza bien agosto. Vi el partido mientras iba de poteo, así que, de lejos, casi no distinguía a los jugadores. No voy a permitirme hacer una crónica ni nada, porque para eso ya están los que vieron el partido en directo o más cerca de los televisores. Por lo menos, el Baraka empezó ganando su primer partido de pretemporada en San Jorge. Yo no quiero leer más periódicos deportivos. Estoy hasta las narices de las malas noticias. Estoy hasta los huevos de que me importe un ídem que alguien de positivo o que un grupo de amigos pierda un partido. Lo que ocurre es que luego ganan por casualidad, o levantan los brazos al entrar en meta, y merece la pena. No sé por qué. Es estúpido. Es completamente irracional. Es superior a mis fuerzas. Soy un tío con estudios superiores, con una profesión liberal que implica leer y analizar diferentes textos literarios, académicos y científicos, con unos cuantos viajes, con un barrio y sus experiencias, un tío normal que se ha visto obligado a pensar, pero no puedo evitarlo: es estúpido, irracional. Así empieza a agosto. Por lo menos, hoy me voy de fiesta, se acercan las fiestas de Bilbao y la promesa se llaman The Pretty Things, he vuelto a correr cuatro días por semana y prometo que la próxima termino el libro de Junot Díaz. Así que... da igual, ¡da igual joder! No voy a poder evitarlo. Estúpido, irracional, definitivamente, superior a mis fuerzas. Quién fuera Mogli.

Bobby Robson


Iba para minero, pero el fútbol le raptó. Mientras era jugador, le dectetaron hasta cuatro cánceres que superó. El último ha acabado con el ex-seleccionador inglés de 76 años, tras más de 18 años de lucha contra él. Habrá cientos de obituarios estos días, así que yo solo voy a recordar dos cosas. La serenidad e integridad con la que aceptó la cercanía de su muerte unos meses atrás, cuando dijo sentirse afortunado de haber tenido la oportunidad de vivir durante tanto tiempo. Segunda, lo que solía decir Cobbold, presidente del Ipswich Town sobre él, algo así como que cuando ganaban, lo celebraba tomándose una botella de champán... y cuando perdían, dos. Todos llegaremos al mismo sitio, y a mí, al menos, me gustaría llegar con las mismas sensaciones y tras una filosofía de vida parecida a la de Sir Bobby Robson.