jueves, 13 de agosto de 2009

Daniel Jarque


No me gustan los homenajes. Lo hice con Bobby Robson y he retrasado tanto tiempo éste que ya no tiene sentido. Ahora mismo, no tengo televisor, y como sabéis, me cuesta conseguir conectarme a internet, así que he estado un poco al margen de la repercusión mediática. Cuando podía, hasta pasaba las páginas del periódico más rápido de lo normal. El dolor que nos es ajeno, es caprichoso, porque siempre es personal aunque no sea nuestro. Se necesita un vínculo demasiado intenso, para sentir como propia la desgracia ajena. Solo conseguimos un sucedáneo: invertir toda esa energía dolorosa en un sentimiento personal que no es más que un reflejo. Es sorprendente ver a la gente llorar por alguien que no habría hecho lo mismo por ti. No estoy criticándolo, ni mucho menos, es parte de las cosas sin sentido que hacen que el tiempo que pasamos vivos merezca la pena. No me gustan los homenajes. No tengo nada que decir que sirva de consuelo. Solo se me ocurre seguir adelante e intentar que ese dolor sea mío en su justa proporción. De todo se aprende y todo lo que nos ocurre nos convierte en lo que somos. Descanse en paz.

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