jueves, 27 de mayo de 2010

Rubén Pérez


No corren buenos tiempos para la lírica, ni para la crónica deportiva. Es irónico, ahora que sobrevivo con el subsidio de desempleo, es cuando más trabajo tengo. Me acuesto de madrugada y me levanto de madrugada, entre medias, me quedo dormido de pies. Así que no he tenido tiempo ni para hablar de José Mourinho (yo, por supuesto, ya me conocéis, habría hablado más de su abrazo con Materazzi, que unido a la poesía escrita en torno a la famosa foto de Piqué e Ibrahimovic, alegra los más diversos corazones), ni de Fran Yeste (otra fotografía con alegría y con curiosas consecuencias), ni de David Arroyo (y por supuesto de Neil Stephens), ni de Glen "Big Baby" Davis, ni de Edurne Pasaban (ostias, claro que sí), ni de Egoitz Ríos (ya ves tú), ni de Lebron James, ni de Barack Obama, ni de la ropa interior de Venus (o es Serena) Williams ni de muchos otros que podría haber sido protagonistas de este blog. A pesar de ello, tenía ganas de escribir, escurrir el bulto, y entre acostarme de madrugada y levantarme de madrugada, quedarme también dormido sobre el teclado del portátil. Y que mejor excusa que celebrar el estreno vencedor de Rubén Pérez, al que sus compañeros apodan Robinho y que ya llevaba tiempo dejándose ver en el pelotón con puestos meritorios y largas y frustradas escapadas por las carreteras galas. Siempre es bueno ver ganar a un ciclista de la tierra, y más a uno que levanta tanto aprecio entre sus compañeros y que demuestra tanta emoción (y tan humilde) tras la victoria. Así que aquí queda la enhorabuena y yo me vuelvo a poner de pie y tambalearme mientras se me cierran los ojos. Qué se le va a hacer.

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