domingo, 8 de agosto de 2010

Sebastían Fernández


Bueno, se acabaron las vacaciones. Han sido unas vacaciones distintas para mí. Nunca había vivido eso de hotel con piscina y en primera línea de playa en una de las costas masificadas del sur de España. Ni tan siquiera me había imaginado a mí mismo en esa situación. Pero así ha sido. Y aunque, de antemano, no me motivaba nada, no ha sido una mala experiencia. Lo del hotel, la piscina, la primera línea de playa, las colas en el comedor self-service, las pulseritas de todo incluido (que yo no llevaba), los monitores de animación, los alemanes barrigudos y las terrazas pasadas de moda con helados de pajitas inalcanzables se me olvidará pronto, probablemente. Pero, en su lugar, quedará la belleza del paisaje, las calas de Cabo de Gata, el tiempo detenido en la Isleta del Moro, la silueta de las minas con el coche averiado en la cuesta arriba de la salida de Rodalquilar, el castillo de San Ramón, la Alcazaba, la Bien Pagá, la carretera de Aguadulce a Almería, el chiringuito El Nido y el camarero del doctorado en Química, el cazón, Casa Puga, el Cable Inglés y David Bisbal en todos los pósteres de promoción de la campaña de abonados de la Unión Deportiva Almería. Me habría gustado tener a Juan Manuel Lillo de guía, pero no pudo ser, y bastante hicieron nuestros dos esforzados cicerones a los que debemos descubrir una ciudad que siempre nos pasó desapercibida en nuestras ilusiones viajeras.
Luego, como decía, queda la playa, y el tono rojizo de piel, y las peleas por las hamacas y las trenzas africanas de los turistas.
Y el dichoso indalo omnipresente.
En lo que atañe al deporte, he estado al día leyendo los diarios deportivos que compraba por las mañanas en el Margar abarrotado, pero la conexión a internet del hotel, una especia de obsoleto ataque de divinidad arquitectónica, no invitaba a ponerse a escribir entradas. Por mi parte, corrí dos veces por el paseo. Una acompañado de nuestro vecino de las asics, desde la altura de Playa Serena donde se ubicaba nuestro hotel, hasta el castillo de Santa Ana y volver, aunque no llegamos al inicio porque a mí me dio por subir el ritmo y me vine abajo a los cuarenta minutos, por farrucón y porque mi organismo lleva mal el calor, incluso el calor de las nueve de la mañana. La segunda vez salí solo, con el mismo trayecto, driblando a gente de paseo y a otros corredores, y conseguí volver desde Santa Ana hasta el hotel pero con un ritmo mucho más bajo. Esta semana habrá que volver a intensificar los entrenamientos (esto suena ridículamente pseudo profesional) para preparar los seis kilómetros de la festiva Hiri Krosa de la Aste Nagusia de Bilbao.
Sobre las muchas noticias que ha dado el deporte, desde la tranquilizadora renovación de Samuel Sánchez hasta las escuchas telefónicas al señor Ortiz, pasando por el regreso de Calderón a Vitoria o el fichaje de Shaquille O'Neal por los Celtics, ya es un poco tarde para comentarlas. Allí, los periódicos se centraban en el fichaje de Sebastián Fernández, uruguayo de Banfield por el Málaga, el fichaje más caro de la historia del club (para él va el título de la entrada porque el de Bisbi ya lo usé antes), mientras una avioneta sobrevolaba la playa anunciando la campaña de captación de socios del Sevilla al grito de que los de Monchi son el equipo de toda andalucía, chachi. Mención especial para el aniversario de Daniel Jarque, el fichaje de su ex-compañero por la Real, el francés más veloz de la historia o las portadas sobre el fallido fichaje de Cesc que deboraban los catalanes en la playa. Seguro que en agosto hay muchas más que comentar. Si el tiempo acompaña, y no me refiero al climatológico, ya iremos comentándolo en este blog. Buenas vacaciones a los que aún estén con ello, y paciencia a los que ya han regresado. Let's call it the comeback, que decían Shout Out Loud.

No hay comentarios: