sábado, 27 de noviembre de 2010

Martin Rancik


Me he acordado de él esta mañana, mientras leía el periódico. Sábado, y yo me levanto a las 5 y 30 de la madrugada, ¿tú te crees? El vacío de las calles hacía que resonaran más fuerte las voces de los muchos trasnochadores. La gente se agolpaba a la puerta de la discoteca, como si estuvieran desorientados, sin saber dónde ir después de salir de ahí. Sin querer reconocer el camino de vuelta a casa. Pero todavía quedaba para que yo me acordara de Martin Rancik. Un cuarto de hora de conducción lenta por la circunvalación, unos minutos de espera en la estación, despedidas torpes, y vuelta al coche bajo la lluvia. Una vez en el barrio, café con leche en el bar de los periódicos, porque compran tantos que siempre hay uno libre. Hoy había muchos, así que me leo el as y me sonrío con el pobre Muniain y sus requiebros verbales, así que leo el mundo deportivo y me fijo más en el colorido de las fotos que en el contenido de las noticias, así que leo el marca y paso las páginas a una velocidad vertiginosa, cuando llego a la formula 1 me detengo, freno en seco, para hacer la gracia y para ver con atención la foto del hijo de Carlos Sainz. Luego bostezo y enciendo un cigarrillo. He leído tres periódicos en diez minutos, y donde más he perdido el tiempo ha sido en ver un reportaje tendencioso sobre tendencias comparando a José Mourinho y Josep Guardiola. Que llegue el lunes, pienso, y como aún tengo tiempo, vuelvo a abrir el mundodeportivo por la sección de baloncesto. Leo lo de Josh Fisher, y, ahora sí, pienso en Martin Rancik.
Va a por su tercer equipo en unos pocos meses. De Bilbao a Vitoria no viajó mucho, pero ahora dicen que igual le toca marcharse con Bidorreta a Alicante. Allí se encontrará con Alex Urtasun, y entonces pienso en los dos hermanos Urtasun, pero lo que pienso lo dejo para otra entrada breve que hago a continuación, así que sigo con Rancik. 32 años. 2'04. Brazos tan fuertes como los de Andy Panko. Una rabia casi furia que a poco y le supura. Un tiro de media distancia que ha ido perdiendo protagonismo. Su primera temporada en Bilbao fue de enmarcar. Venía con el corazón en solfa, decían. Una joya que salió barata, y así fue. Además, fíjate que casualidad, antes de pasear intensidad por Italia, Grecia y España, Rancik fue un producto de la NCAA. Lo intentó hasta la saciedad, pero no logró convencer a los Phoenix Suns en aquella liga de verano. Pero a lo que iba: Rancik es un ciclón. Y no le viene mal el calificativo. Su periodo universitario lo cumplió en Iowa State, los verdugos de McDermott y sus bluejays la última jornada. Uno más de las buenas hornadas que han salido de la universidad estatal de Iowa, porque, además de Rancik, de allí salieron, entre otros, el ahora libanés Jackson Vroman, el que fuera all-american Marcus Fizer, el también desaprovechado (o ponle auto delante) Jamaal Tinsley, nuestro amigo Paul Shirley, el ex-baskonista Victor Alexander o el más grande de la lista, el tirador solitario, el virginiano, Jeff Hornacek, que pasaría a la historia del equipo por aquella canasta sobre la bocina desde ocho metros que les daba la victoria ante Miami/Ohio y por lo tanto la primera victoria en una fase final desde 1944, y cuelgo el video. Y me despido colgando una foto de Rancik vestido de cyclone y defendiendo precisamente a un vecino de Iowa aunque jugara para Kansas en la universidad, Kirk Hinrich.

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