miércoles, 1 de diciembre de 2010

William Randolph Hearst


Sin ánimo de hacer comparaciones. Si uso a Hearst aquí es porque para seguir la costumbre de encabezar cada entrada con un nombre propio, alguno debía elegir que me diera lugar después a hablar de todo menos de él.
Porque con lo que me quiero quedar de Hearst es con su "I make news" ("yo hago las noticias") y con lo que se desprende de esas palabras, lo que todo el mundo sabe a poco que sepa algo o haya visto Ciudadano Kane de Orson Welles hasta el final y sin quedarse dormido: que Hearst era un magnate de la prensa.
Porque a los medios de comunicación, y no solo a la escrita, también a la radiada, a la televisada y a la htmleada hay que felicitarles por el enorme éxito del enésimo partido del año: el partido de pago más visto de la historia, récords de audiencia, medio mundo ante el televisor... Al día siguiente nadie podía evitar hablar de ello o escuchar a alguien hablando de ello. Se sucedían los comentarios. Mientras subía a casa, oía como en los bares se gritaban los goles. Antes, durante y después nunca vi tanta expectación que, en mi opinión, ha sido generada de manera exógena por un aparato mediático que está siendo el gran protagonista de la temporada 2010-2011. Bajo mi parecer, esta liga debería estudiarse en los grados de periodismo porque creo que está siendo la culminación de un largo proceso de depuración y evolución dentro de los mecanismos generadores de opinión y de la rentabilidad mercantil de los medios de comunicación. Las posturas ideológicas se han convertido en posicionamientos corporativistas. Había escrito un par de líneas más a este respecto, pero las he borrado.
Porque ante todo, debajo, hubo fútbol. Porque, a pesar de todo ello, no fue más que un partido de fútbol. Y después de los penalties y de los fueras de juego, y de los goles, las tarjetas, las entradas, las declaraciones, los gestos, los comentarios, las audiencias, las alegrías y las penas, no nos quedaba otra que volver al curro. Después del partido del siglo de todos los años, no nos queda más que esperar a que vuelva el próximo.
Sin embargo, insisto, cuando pase el tiempo, del 5-0, nos quedarán los goles, Xavi Hernández y la probable cumbre magna de un proyecto futbolístico que es mucho más añejo de lo que algunos piensan. Cuando pase el tiempo, probablemente nos quede, hablando desde una perspectiva histórica más expansiva, la reacción del Real Madrid, porque vaticino que reaccionarán. Ahora, en frío, sin que aún haya pasado el tiempo, no puedo evitar más que quedarme con los intentos de Eduardo Inda por no echar espuma por la boca, las risas incontenibles y nerviosas al leer la prensa escrita de Madrid dos días después, los pobres adjetivos calificativos siendo estirados y maniatados con igual capricho, las incontinencias verbales de los ganadores, los contertulios turbados y los contertulios abrumados, las fotografías inocentes siendo reparadas por interpretaciones de fantasía, la ciencia ficción más ficción que ciencia y menos deportiva que nunca, la ebriedad de la amargura y de la euforia, a partes iguales, transformada en un torrente de posturas demagógicas, pretendidamente fundamentadas y ridículamente psicopáticas. Por eso, estoy ansioso de que pase el tiempo y solo quede eso, el fútbol.
Mientras tanto me río por no llorar, intento posicionarme en el medio, agudizo mi instinto más subversivo leyendo entre líneas e intento sugestionarme para sentir la amargura de unos y la euforia de otros, que me son igual de ajenas y postizas, para intentar saber qué se podría sentir de estar en cualquiera de los dos bandos. ¿Y Hearst qué hubiera hecho? Probablemente Hearts habría decidido el 5-0 antes incluso de haber empezado el partido. ¿Rosebud?

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