jueves, 24 de noviembre de 2011

Emilio Butragueño

Un día de esta semana, aún falta terminar el de hoy y quedan otros tres, así que solo pueden ser uno de los tres que ya corrimos, un día de esta semana de esos tres que ya corrimos, y perdón por el lío, leí que el Real Madrid jugaría un partido amistoso en México contra los gallos de Querétaro, equipo en el que, si no me equivoco, juega el ex-delantero uruguayo de la Real Sociedad Carlos Bueno.

El partido será en mayo, creo. Tampoco le presté mucha atención a la noticia. Leí el titular, y ya me fui para otro lugar. Incluso para otro tiempo. Porque leer el nombre de Santiago de Querétaro me recordó dos cosas.

Una, por supuesto, viajé a 1986 cuando Emilio Butragueño dejó al estadio de la Corregidora con la boca abierta. Y esto ya lo recordaban en la misma noticia. Y todo porque aquel día ha quedado en el imaginario de los aficionados al fútbol español como una oportunidad de gloria perdida.

A saber, la selección española llegaba a octavos de final para enfrentarse a uno de los favoritos, una selección de Dinamarca que había deslumbrado hasta entonces. Michael Laudrup era ya uno de los mejores jugadores de Europa, Elkjaer Larsen ya triunfaba en Verona, Morten Olsen ponía orden en la defensa, Soren Lerby empezaba a ser un experimentado veterano, Jesper Olsen ya jugaba en el Manchester United, y Jan Molby en el Liverpool, o Lars Hogh no colgaría los guantes hasta no cumplir 41 años tras más de 800 partidos con el Odense. Pero les cayeron cinco en el estadio que homenajeaba a la heroína de la revuelta de los criollos contra los gachupines. Y de los cinco goles, cuatro fueron de Emilio Butragueño, el pequeño delantero rubio que, como dijo Johan Cruyff, era capaz de regatear sin salirse de una baldosa. Quizás fuera uno de los momentos más importantes en la carrera del delantero madrileño, quien terminaría su carrera, como ya se sabe, jugando al fútbol en el Atlético Celaya.

La gloria, eso sí, como decía, se quedó desaprovechada. Porque en el siguiente partido, el de cuartos, Eloy Olaya no acertó con la portería, falló el penalty, y los que pasaron a semifinales fue la selección belga de los Vincenzo Scifo, Leo Van der Elst, Nico Claessen, Jean Marie Pfaff, Eric Gerets, Jan Ceulemans, Patrick Vervoort... Cuentan que el seleccionador argentino, al conocerlo, les dijo a sus jugadores que ya podían contar como hecha su presencia en la final porque no tendrían enfrente a Emilio Butragueño, pero quién sabe si lo dijo o no.

Pero también me recordó a otra cosa, que no tiene mucho que ver con el fútbol, aunque no nos movemos de ciudad, porque seguimos en Madrid, ahora en Tres Cantos, creo. Hace ya unos cuantos días, escuchaba una entrevista en Radio 3 al grupo madrileño Vetusta Morla que andaban de gira también por México. La entrevista ya estaba empezada y justo hablaban de ello cuando yo me enchufé: Querétaro era la palabra más bonita del español según una encuesta que había realizado la Real Academia de la Lengua Española. Querétaro. Al parecer, unos cuantos famosos propusieron una serie de palabras y la gente votó para elegir la palabra más bonita de lo que antes llamábamos castellano. Salió Querétaro, que, luego he leído, propuso el actor Gael García Bernal. Me quedé pensando que sí, que era bonita, Querétaro, que me traía recuerdos de pequeño, que no sé por qué, me sonaba a galleta hundida en el cacao por las mañanas. Además, me gustaba que la palabra seleccionada fuera una que no está ni el diccionario, que probablemente no provenga del fondo de armario del español, una palabra que hace que las relaciones lingüísticas sean más imbricadas. Mejor así. Palabras inventadas, creativas, que nos unen y nos complican. Querétaro, con su tilde y todo. Luego he leído que significa isla de las salamandras azules y eso lo hace todo más literario, más mágico, tan literario como el grupo en el que la mujer de la corregidora de Querétaro comenzó a urdir la revolución y, al final, la encerraron en un armario, pero fue capaz de taconear, cuentan, y la revolución estalló, y ella pasó a la historia y la historia le regaló un estadio de fútbol y, a ese estadio de fútbol, donde el Real Madrid volverá en mayo, Emilio Butragueño le regaló esto:


Aunque, eso sí, yo creo que la auténtica figura del partido fue el colegiado, que si no me equivoco se llamaba Jan Keizer y que, con todo el respeto del mundo, es pura poesía en sus movimientos. Puro teatro, la verdad. Fijaros en él, auténtico.

1 comentario:

Mitxel dijo...

La auténtica figura del partido fue Goikoetxea, como no podía ser menos.
Y la palabra más bonita del castellano es Cucaracha.
Saludos.