miércoles, 23 de mayo de 2012

Alessandro de Marchi



Que en este blog tenemos querencia por los que quedan segundos, lo saben hasta los que nunca lo han visitado. Es extraño, sin embargo, que hoy le dediquemos título al segundo, cuando el primero es de casa y nos ha dado una alegría a todos los aficionados al ciclismo vasco, más aún cuando las noticias sobre la continuidad del equipo naranja en la mejor categoría del ciclismo profesional siguen siendo inquietantes. Pero, aunque, como bien indica el nombre de este blog, aquí nos dejamos llevar por sentimentalismos y pasiones de lo más irracional, mantenemos siempre una lucha constante contra esos impulsos para intentar mantener un espíritu mucho más incluyente y complejo.
Hay otra razón. Tengo la sospecha de que es bueno guardarse el nombre de Ion Izagirre para otras ocasiones. El guipuzcoano hizo ayer méritos suficientes para encabezar esta entrada que, por otra parte, no es que exija muchos. Pero, como digo, y aunque ganar en el Giro sea ya más que suficiente para justificar una carrera, sospecho que no es mala opción guardar su nombre para otra ocasión, así que he preferido gastar otra bala, por otra parte, bastante coherente con este blog, la del que quedó segundo.
Alessandro de Marchi ha dado muestras sobradas en este Giro de tener recorrido para el futuro. Con 25 años, su carrera recién estrenada, alguna victoria ya en el bolsillo, experiencia en el velódromo, y una planta de rodador que no le impide sobresalir cuando aparecen las cuestas, el italiano nos ha dejado ya un segundo y un tercer puesto repletos de gestos grandilocuentes pero que no le dejan de pertenecer al ciclismo. Su mandíbula le da un aspecto de héroe de cómic y sus piernas la semblanza de un candidato a las galopadas épicas. Su nombre puede confundirse con el de un director de orquesta si lo buscas en internet, pero apuesto a que, en un futuro no muy lejano, se le acercará en parangón.
Eso sí, la foto se la voy a dedicar al de Ormaiztegi, último eslabón de una familia de ciclistas donde su hermano, Gorka, aparece también como un futuro protagonista de este deporte. Ayer, confirmó lo que muchos ya habían visto en él: que tiene talento para destacar. No solo por sus piernas, si no también por su carácter e inteligencia. Ayer supo coger una escapada muy tardía, colaborar en la medida justa, ajustar su respuesta a los primeros ataques, mantener la cabeza fría ante la experiencia de Matthias Frank y rematar su estrategia en un duelo personal con otra joya de este deporte, José Herrada. El pequeño de los Izagirre es, además, un tío directo en sus declaraciones. No escondió sus dolores tras sus primeras experiencias con las clásicas, y, en esta ocasión, confesó abiertamente la emoción que sintió al cruzar la línea de meta. Emoción que sería compartida por todos sus compañeros, un buen grupo de estajanovistas de este deporte que están dando una digna impresión en un Giro al que todavía le queda lo mejor.
La victoria de Ion Izagirre, para más gloria, supone un gran aliciente para las aspiraciones de supervivencia del equipo. Los puntos que consiguió ayer son de oro aunque, este año, se necesita oro, diamantes y hasta petróleo para lograr el objetivo. Ojalá otros compañeros den el paso adelante que Ion Izagirre ya ha iniciado y que esto se refrende en los despachos porque, como no me canso de repetir, tengo la sensación de que estamos ante una generación de ciclistas que pueden dar muchas alegrías al ciclismo vasco. Y lo harán, exista o no exista el equipo de Miguel Madariaga, pero, qué duda cabe que, la os que nos dejamos llevar por sentimentalismos y pasiones, como ya he confesado, nos gustaría seguir pensando que todo puede ser romántico en mayor o menor medida.

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