miércoles, 26 de febrero de 2014

Will Artino



No hay mejor resumen que un número que lo dice todo: 9. Novenos en la encuesta que votan los periodistas en la Associated Press (solo Villanova, Louisville, Duke, Kansas, Syracuse, Arizona, Wichita State y Florida quedan por delante). Un puesto menos tan solo, el décimo, es el que ocupan en la otra encuesta por excelencia, la del US Today que votan los entrenadores: ahí, Saint Louis queda por encima de Creighton y Villanova. Decía que no hay mejor resumen que ése porque el noveno puesto es la mejor clasificación que ha logrado la universidad de Creighton en toda su historia.

Florida se ha encaramado al primer puesto de los favoritos. Los Gators de Billy Donovan, el joven entrenador que estuvo apunto de dejar el baloncesto para crecer en su faceta como broker en Wall Street, ha basado el éxito de esta temporada en el atlético Casey Prather, el eléctrico escolta Scottie Wibekin y en el ala-pivot Dorian Finney-Smith, quien ha tenido momentos inspirados esta temporada. 
Un puesto por debajo en favoritismo se encuentra una Wichita State que compartía conferencia con Creighton hasta el año pasado y que tomó el relevo, en 2013, de Butler, convirtiéndose en el héroe humilde del país y llegando hasta la final four donde les derrotaría el, a la postre, campeón, los cardinals de Louisville a quienes entrena Rick Pitino, el padre baloncestístico de Billy Donovan, por cierto. Los de Wichita State siguen contando con un Cleanthony Early que este año ha dado un paso al frente, pero que sigue bien escoltado por estajanovistas y tiradores como Ron Baker, Fred VanVleet, Tekele Cotton, Darius Carter... Todos ellos ya fueron parte del éxito del año pasado. Ahora, eso sí, hubo importantes bajas que no han parecido notarse: Carl Hall se marchó al Japón y juega para el Hyogo Storks de la NBL; Ehimen Orukpe, que no está disfrutando de muchos minutos, se vino hasta la ACB para jugar en Murcia, y Malcolm Armstead, si no me confundo, andaba por el Krka de Eslovenia. 
Detrás de estos favoritos, la lista de clásicos. Justo un paso por detrás, el aspirante Creighton, una de las grandes sorpresas de la temporada.

La última vez que hablé de ellos, me despedí con una derrota. Ahora, saludo, de vuelta, con cuatro victorias consecutivas: ante Butler, por 68-63, ante Villanova, por 101-80, ante Marquette, por 85-70 y ante Seton Hall, por 72-71.

Con estas cuatro, ya es muy poco lo que queda. El partido contra Xavier se disputará este mismo sábado; Georgetown tocará el martes; y, finalmente, Providence cerrará la temporada visitando Omaha el sábado 8 de Marzo en lo que será un bonito día de fiesta, el del jugador senior, que aprovecharán los aficionados para despedirse de los Doug McDermott, Grant Gibbs, Jahenns Manigat y Ethan Wragge. Todos ellos cierran su carrera universitaria, y, probablemente, todo un ciclo histórico en la universidad católica de Creighton. 
Después empezará el play-off por el título de la conferencia Big East. Los que tengan suerte o confirmen su rendimiento tendrán la oportunidad de clasificarse para el March Madness y disputarse el título nacional. No queda tanto como parecía. Y, la verdad, hay ilusión en Omaha.

Resumiendo estadísticas y crónicas, bastaría con decir que Doug McDermott está llegando al final en un estado de forma impresionante. Ante Butler, el alero se fue hasta los 26 puntos y 5 rebotes. Austin Chatman dirigió muy bien al equipo, con 9 puntos y 6 asistencias. Will Artino, desde el banquillo, contó con 22 minutos que aprovechó para lucirse y conseguir un doble-doble: 11 puntos y 10 rebotes. En lo negativo, 0 de 4 en triples para Ethan Wragge.

Volvía otra vez la Villanova que encumbró la temporada de los del entrenador McDermott. Y es que, si hace ya unas semanas la primera victoria contra Villanova se convirtió en algo histórico, ahora, la rotundidad fue incluso un aliciente más para la euforia. Por supuesto, la excelencia la puso Doug McDermott: 39 puntos (13 de 17 de campo), más 7 rebotes. Chatman siguió mandando,  7 puntos y 8 asistencias. Gibbs, muy bien, rindió con 11 puntos y sobresalió el banquillo, donde jugaron hasta Geoffrey Groselle, Mogbolowaga Oginni o Zach Hanson. Aprovecharon los minutos gente como Isiah Zierden y Devin Brooks, 13 y 12 puntos cada uno. Will Artino contó con 11 minutos, y consiguió 4 puntos y 3 rebotes.

Ante Marquette, nueva victoria, y nueva exhibición de McDermott. El alero se fue hasta los 25 puntos y 8 rebotes. Wragge volvió a sobresalir cuando le funcionó la muñeca: 6 de 8 en triples para 22 puntos. Artino estuvo bien, y eso que apenas contó con 5 minutos, cinco minutos en los que logró 6 puntos y 4 rebotes.

Finalmente, Seton Hall puso en apuros a los bluejays que solo consiguieron vencer por un punto. McDermott, con 29 puntos y 3 rebotes, volvió a repetir como líder. 16 puntos añadió un gran Grant Gibbs, certero en los triples. Otros tres triples se apuntó Ethan Wragge, Isaiah Zierden estuvo bien saliendo desde el banquillo y muchos minutos, 15, para un Will Artino que aportó 4 puntos, 4 rebotes y 1 asistencia.

Por cierto, 19 de los 29 que consiguió McDermott en este último partido, los consiguió en la segunda parte para liderar la victoria de su equipo. McDermott ya es el décimo máximo anotador en toda la historia de la NCAA, un logro que concreta la relevancia de la carrera universitaria de este jugador y resume los éxitos de Creighton esta temporada.

En estos últimos cuatro partidos, McDermott ha conseguido una media de 29'75 puntos. Si lo dejamos en 29 y pensamos que quedan otros tres, podríamos calcular que McDermott conseguirá 87 puntos más antes de terminar la liga regular. Con esos puntos, el alero se iría hasta los 3004 puntos, y eso sin empezar los play-offs. Doug McDermott escalaría hasta el octavo puesto en la tabla, superando a Danny Manning y Oscar Robertson y quedándose a solo cuatro puntos del séptimo, Hersey Hawkins. 
Si consigue unos sesenta puntos más en el play-off de la Big East y alguno de sobra si se clasifican para el March Madness podría superar a Keydren Clark y Harry Kelly y convertirse en el quinto mejor anotador de la historia de la NCAA solo superado por Alphonso Ford, Lionel Simmons, Freeman Williams y Pete Maravich. 
No deja de sorprender, quizás, que quitando los casos de Oscar Robertson y Pete Maravich, ninguno de esos jugadores hizo una gran carrera en la NBA. Bueno, Danny Manning, sobre todo para aquellos de mi generación, era un nombre que no olvidabas, al fin y al cabo, jugó quince temporadas en la NBA y fue All Star, ya lo firmaría Doug McDermott, seguro. Y Lionel Simmons y Freeman Williams tuvieron carreras mucho más cortas, pero a uno, el primero, le jodieron las lesiones, y el otro, el segundo, llegó a hacer dos muy buenas temporadas on los San Diego Clippers. El caso más significativo puede que sea el de Keydern "Kee-Kee" Clark, el menudo base de Tuscaloosa. Sexto máximo anotador de la historia tras su paso por los peacocks de Saint Peter's , el base no llegó a jugar en la NBA. Ahora, eso sí, se ha hartado de anotar en Grecia, donde ha sido dos veces máximo anotador de la Liga Griega. Ahora, está en Italia y este año no le va tan bien en Varese, donde sus medias son peores ahora que juega al lado de los Ebi Ere, Linton Johnson, Adrian Banks y compañía.

Compañía, no sé, pero una almohada donde posar la cabeza, sí que necesito. Así que lo dejamos aquí, amigo Artino, y ya cuando volvamos casi que el final.  


martes, 25 de febrero de 2014

José María Lumbreras



Tres entrenadores navarros y un centrocampista de la misma tierra. Navarra al poder, justo mientras, en Navarra, el poder se resiente y la prima Barcina anda que va a acabar tomando lingotazos de whisky en la barra del Panorama para olvidar sus penas. 
Nop. 
No veo yo a la presidenta muy como para aguar penas, pero sí veo al fútbol navarro en buen estado de forma. O, al menos, lo vi el fin de semana pasado. Tres entrenadores, por distintas razones, han llamado la atención de los afanados periodistas deportivos. Por un lado, el elegido para encabezar la entrada, José María Lumbreras, alias, Txema. Por otro lado, el entrenador del filial del Alavés, el Alavés B, que juega en tercera división, José Manuel Mateo, alias, José Manuel Mateo. Y, por el medio, Javi Gracia, entrenador del Osasuna, en otros lados o en otros tiempos, Xabi Gracia. También he dicho que había un futbolista, aunque no sé muy bien por qué, pero sí que se lo merece, o se lo merecen, porque ya puestos, podría haber nombrado a dos, Fran Moreno y Javier Eraso. 
Empecemos por ellos. El Leganés comenzó dubitativo su curso en la Segunda B este año, pero, al final, se ha encaramado a la primera posición del grupo 2. Con su victoria a domicilio ante el Conquense, los de Asier Garitano alcanzaron el liderato tras cinco victorias consecutivas. El guipuzcoano participa del año de éxito del apellido Garitano, con Gaizka Garitano llevando al Eibar a la primera posición de la Segunda División y él haciendo lo mismo una categoría más abajo con el Leganés. Precisamente, un ingrediente importantísimo para entender el éxito de los madrileños se encuentra en la puntería y el buen juego de dos navarros. El entrenador de Bergara ha apostado por el ex del Bilbao Athletic Javier Eraso para dirigir su centro del campo y en el delantero pamplonés Fran Moreno para recibir los balones en la punta de ataque. Y le está saliendo bien. A Eraso no le caen más que elogios y acumula ya siete goles. Dos más, hasta nueve, lleva el delantero navarro. Eraso aún es joven, 23 años, y ésta es su primera experiencia fuera del manto protector de Lezama. Parece que apunta a larga y exitosa carrera. Fran Moreno, sin embargo, cuenta ya con 29 años y no es nuevo en la categorían ni en esto del fútbol. Incluso, llegó a jugar hasta siete partidos en aquel Osasuna de Javier Aguirre que acabó cuarto en la temporada 2005-2006 de Primera división. En aquel equipo de los Carlos Cuellar, David López, Savo Milosevic, Raúl García o Pierre Webó, Fran Moreno encontró su hueco como referencia de la cantera osasunista. Sin embargo, sus posteriores cesiones a Numancia y Albacete le llevarían a comenzar una aventura geográfica que le han permitido jugar en Andalucía con el Linares, en Euskadi con el Alavés, en Valencia con el Ontinyent, el Alcoyano y el Olimpic de Xátiva y en Madrid con el Leganés. Uno comenzando, otro siguiendo, los dos haciendo que el Leganés se nos esté escapando en este esprint final por la primera posición del grupo dos de la segunda división b. 
A parte de estos dos jugadores, como decía, ha habido tres entrenadores navarros que, por distintas razones, han estado en boca (o en las teclas) de los redactores de prensa deportiva. Alguno, incluso, seguro que hubiera preferido no estarlo. Otros, sin embargo, estarán más que encantados. 
Por ejemplo, Javier Gracia Carlos, más conocido como Javi Gracia, y como Xabi Gracia cuando intentaba medrar como jugador en la cantera del Athletic de Bilbao, estará bien contento, aunque aún concentrado en su empeño por salvar al Osasuna, tras vencer por 3-0 a un Atlético de Madrid de Diego Pablo Simeone que parecía imbatible. Ya habían tenido que conformarse Real Madrid y Barcelona con un sufrido empate, y, ahora, los de Javi Gracia redondearon su trabajo con una contundente derrota. Y, además, con un navarro de la cantera, Roberto Torres, cerrando la goleada. 
Si no me equivoco, Gracia cogió al equipo último con cero puntos y, tras el cese de un José Luis Mendilibar del que se despidieron con pena sus jugadores, ha colocado al equipo en decimosegunda posición y a siete puntos del descenso. Tras intentarlo en la cantera del Villarreal y en Grecia, Gracia llegó al Almería y consiguió ascenderlo a Primera división, pero no alcanzó un acuerdo de renovación con el club andaluz y se quedó con las ganas de debutar en la máxima categoría. Le dio la oportunidad el club de su tierra con la liga ya empezada y no está desaprovechando la ocasión. 
A José María Lumbreras, al que todos llamábamos Txema cuando jugaba de centrocampista en la Real Sociedad, no creo que le haya hecho tanta gracia ver cómo le mencionaban en los reportajes de prensa. El tudelano, tras darle hace casi como diez años un final a su larga trayectoria como jugador en Osasuna, Real Sociedad y Zaragoza, lo intentó con los banquillos y acabó por triunfar con el equipo de su tierra, el Tudelano, el mismo que ahora intenta levantar el guipuzcoano Manix Mandiola y parece que lo logra. Lumbreras, años antes de que Mandiola llegara a Tudela, consiguió devolver al equipo de su pueblo a la tercera categoría en importancia del estado. Y también consiguió mantenerlo, pero, al acabar la temporada, aceptó la oferta del vizcaíno Jagoba Arrasate para acompañarle en el reto de entrenar a la Real Sociedad en la Champions League. Y no le va mal a la Real la conexión tudela-berriatuarra. Andan al acecho de la cuarta plaza del Athletic porque quieren volver a repetir en la competición del himno de Tony Britten y a mí, que soy aficionado de los de las franjas coloradas y albas, me huele a que los que también tienen las franjas albas pero en lugar de coloradas, índigas, nos van a robar la cartera en cuanto empiece el baile agarrao. 
En cualquier caso, no hablaron de Lumbreras en Madrid porque el equipo que entrena mano a mano con Arrasate le ganara al Barcelona de los Neymar, Messi y compañía, si no porque al entrenador de estos últimos, Gerardo "Tata" Martino, le expulsaron al descanso porque, al parecer, le llamó "boludo" al de Tudela cuando iban de camino al vestuario. Y estoy seguro de que alguno, por supuesto (yo he tenido que hacerlo, qué demonios, pero a mí no me pagan por ello) tuvo que ir al google search y buscar quién era el segundo entrenador de la Real Sociedad para averiguar a quién le acababa de llamar boludo el Tata. ¡Tate!, Lumbreras, ¿de qué me suena? Es lo que tiene esta liga donde las noticias se cuentan muchas veces pero solo se enfocan por un lado. 
Por último, ha habido otro entrenador navarro que, en los últimos días, ha tenido un huequillo en las noticias deportivas digitales e imprimidas. José Manuel Mateo, navarro y ex del Osasuna cuando jugaba de defensa (de hecho, llegó a ser titular en la primera temporada de Javier Aguirre en el banquillo pamplonica), estaba entrenando, y con mucho éxito, al filial del Alavés en tercera división. 
La temporada en el grupo vasco de tercera división parecía cosa exclusivamente de vizcaínos. Leioa, Portugalete y Arenas de Getxo llevan gran parte de la temporada a mamporros por la primera plaza y el Gernika seguía agarrándose a una lucha de la que parecía descabalgarse el Balmaseda. Todos ellos vizcaínos, pero, ahora mismo, y tras ganar por 2-0 al Bermeo, el filial del Alavés había alcanzado la cuarta plaza y, por lo tanto, puesto de play-off por el ascenso. 
Tras ocho temporadas en Osasuna, cuatro en primera, Mateo, cuando jugaba, volvió a la segunda división con el Valladolid y acabó su carrera profesional en el Alavés. Entrenó en la cantera del Osasuna y se enroló en la del Alavés. Este año andaba entrenando al filial y no sin éxito, como ya hemos dicho. Sin embargo, a riesgo de cometer algún error porque no manejo todos los datos, parece que la directiva que preside Alfonso Fernández de Trocóniz decidió cesar en su puesto al entrenador navarro, a pesar de su última victoria y de su buen puesto en la clasificación, por discrepancias deportivas. En concreto, según explicaban en prensa, por poner a jugar sobre el campo a Mikel Vesga y Ander Alday, dos jugadores que, según se comenta, han rechazado la oferta de renovación del club de Josean Querejeta y están a punto de firmar por Athletic Club y Real Sociedad, aunque no sé muy bien quién va a fichar a quién ni si eso es cierto. Según parece, Javier Zubillaga, máximo responsable deportivo del club alavesista, le indicó al entrenador navarro que no debía contar con estos jugadores porque se negaban a renovar y no iban a continuar en el club babazorro. Mateo no acató la orden y colocó a ambos en el equipo que venció al Bermeo. En los mismos artículos de prensa que no he citado pero que son la referencia de todo lo que estoy diciendo, se comentaba que Mateo no veía justo ni apropiado tomar esas decisiones deportivas por la situación contractual de los jugadores, al mismo tiempo que entendía que la oferta de renovación del club alavés no era muy atractiva. Lo que también he leído, y citándole a él tras su rueda de prensa, es que lo que más le duele es que los chavales se sienten culpables. Jugadores que, por cierto, según explicaba hoy Andrés Goñi en Noticias de Álava (en un artículo muy bien ejecutado y útil si se quiere entender la situación del club y el desencuentro entre Javier Zubillaga y José Manuel Mateo) se plantearon la posibilidad de negarse a entrenar para reivindicar el valor de su entrenador y la situación de sus compañeros. 
Esta temporada, la cantera de los albiazules ya ha dado frutos porque, por un lado, ya ha debutado Einar Galilea con el primer equipo y lo mismo ha hecho Álex Vallejo, quien salió de la cantera de Ibaia, aunque, en este caso, él lo haya hecho con la plantilla del Mallorca, a donde se fue para reforzar el filial. Según Mateo, él ya advirtió a los responsables deportivos del club de que había jugadores con posibles en la plantilla y que debían preocuparse de mantenerlos. Mikel Vesga y Ander Alday parecen ser, junto a Einar Galilea, los mejores ejemplos, pero debe haber más. Algo así es todo lo que he entendido yo que, por supuesto, acepto reprimendas si he cometido algún error.
No creo que todo esto le interese a la presidenta Barcina ni a mucha gente más, pero yo, que no tenía nada mejor que hacer mientras hacía ganas de irme a la cama, me he puesto a hablar de ello sin saber muy bien por qué. Ahora, creo que ha llegado el momento de dejarlo. Como siga, me pongo a hablar hasta del liderato del San Juan de Alfredo Íbero "Bebeto" en tercera división o del primer gol de Pablo Orbaiz con el Valle de Egües y tampoco es eso.

Posdata: la foto, del cuerpo técnico del primer equipo de la Real Sociedad, con dos que ya he mencionado en esta entrada y un tercero que es Bittor Alkiza, parece ser de Noticias de Gipuzkoa aunque yo la he encontrado en el google.

martes, 18 de febrero de 2014

Jim Thorpe



Lo que más me atraía de esta historia es que se podían contar más de una: la del propio Jim Thorpe, la de su familia, la de los comienzos de la modernidad en los Juegos Olímpicos, la de los Nativos Americanos en los Estados Unidos del siglo XX... o la de Robert W. Wheeler y su familia.

Antes de empezar a escribirla, tuve que decidir si me centraba en la historia de Thorpe o en la del propio Wheeler, y, aunque, en gran parte, mi entrada no sea más que un fusilamiento del trabajo de toda una vida, el trabajo que han llevado a cabo el investigador Robert W. Wheeler, su mujer Florence Ridlon, y hasta el hijo de ambos, al final, decidí que a los tres les gustaría más, si es que llegaran a tener noticias de este humilde homenaje, que me concentrara en resaltar la historia del atleta norteamericano, que si, por el contrario, decidiera hacerlo en los años que ellos han dedicado a estudiar y reivindicar su figura. En cualquier caso, era obligado hacer mención de ello y, tanto ahora, aquí, al principio, como a lo largo de la entrada, su investigación será el fondo del contenido de esta entrada. 

Jim Thorpe se llamaba, en realidad, James Francis Thorpe, pero también Wa-Tho-Huk (traducido al inglés, Bright Path, y al castellano, Sendero Brillante, según he visto escrito, aunque a mí me gusta más Camino Luminoso). Medía 1,85 y pesaba unos 92 kilos. Nació el 28 de Mayo de 1888 en Pottawatomie County, Oklahoma, y murió a los 64 años de edad, el 28 de Marzo de 1953, en Lomita, California. Sus padres eran ambos Nativos Americanos con antepasados europeos: su padre era mitad irlandés y su madre, mitad francesa. Él nació en una reserva de indios Sac and Fox. Según explicaba el propio Robert W. Wheeler, en aquellos primeros años, sus padres le educaron en la reverencia a dios, la naturaleza, la vida, la disciplina y el deporte, creando en el joven Thorpe un carácter amable y asertivo que le acompañaría durante el resto de su vida; igualmente, las costumbres y la formación en su infancia sirvieron para robustecer unas cualidades físicas que ya dejaban entrever las posibilidades de un niño que, con pocos años, acompañaba en largas caminatas de caza a su padre y le ayudaba en la batida de caballos salvajes.

Aquel niño de la reserva india pasó, finalmente, a la historia por ser uno de los deportistas más versátiles del deporte moderno. Jugó profesionalmente al fútbol americano y el béisbol, pero también sobresalió en baloncesto, atletismo, bailes de salón (fue campeón interuniversidades de bailes de salón en 1912), natación, hockey, billar, patinaje artístico sobre hielo, boxeo, lacrosse... Su palmarés deportivo reluciría tan solo con mencionar que consiguió dos medallas de oro olímpicas, ambas en las Olimpiadas de 1912, y en dos de las pruebas más duras de aquella edición (y de muchas otras): el pentatlón y el decatlón.

Sin embargo, resumir su carrera deportiva sin incidir en ciertos detalles sería injusto a la hora de resaltar la importancia y relevancia de su figura, sobre todo, desde un punto de vista histórico. Bastaría con decir que Thorpe perdió sus medallas olímpicas poco después de regresar a los Estados Unidos, al acusársele de jugar profesionalmente al béisbol durante el verano anterior a las olimpiadas, violando, así, las reglas de amateurismo que regían, por entonces, al deporte olímpico. Solo 30 años después de su muerte, y en gran parte gracias a la insitencia de Robert W. Wheeler y Florence Ridlon, el Comité Olímpico Internacional, encabezado por Juan Antonio Samaranch, decidió restaurar aquellas medallas olímpicas y devolvió a Thorpe la gloria de su triunfo.

Después hablaremos con más detalle de todo ese proceso: de lo que ocurrió antes y después, e incluso durante aquellas olimpiadas de 1912. Pero hay muchos más datos, a pesar de que hablamos de una época en la que el deporte profesional no contaba con los instrumentos con los que cuenta ahora para resumir la trascendencia numérica y estadística de un jugador, para convencernos del valor de la carrera deportiva de Jim Thorpe.

Por ejemplo, la NFL le incluyó en el mejor equipo de los años 20 y en el mejor equipo de la historia cuando se cumplió el cincuenta aniversario de la llegada del profesionalismo al fútbol americano. Entró en el Hall of Fame del fútbol profesional americano en 1963 y ya lo era del universitario desde 1951. En 1950, Associated Press organizó una encuesta entre 400 escritores deportivos y se le votó como el deportista más importante de los primeros cincuenta años del siglo XX. En 1999, Associated Press repitió la encuesta y acabó en tercer lugar detrás de George Herman "Babe" Ruth y Michael Jordan. En 1973, Richard Nixon proclamó que el 16 de Abril era el día de Jim Thorpe. Pero, si, como suele ocurrir habitualmente, la cultura popular es la que ayuda a glorificar la figura de los deportistas profesionales, cabría destacar como, en 1951, Warner Bros produjo una película protagonizada por Burt Lancaster en la que el actor newyorkino hacía el papel del propio Jim Thorpe. Dirigida por Michael Curtiz, ya sabéis, el mismo que pasó a la historia con Casablanca, y con música de Max Steiner, la película estaba basada, en parte, en la autobiografía del propio Jim Thorpe, quien, además, tenía un pequeño papel en la película, lo que hoy en día se llama un cameo, como ayudante de uno de los entrenadores (abajo tenéis el trailer).

Thorpe empezó ya a destacar siendo muy joven. Permaneció como profesional hasta una edad muy madura (jugó hasta los 41 años y con suficiencia), e, incluso, entre 1920 y 1921, compaginó su trabajo como jugador con los roles de entrenador y de presidente, al menos nominalmente, de la American Professional Football Association (APFA), que poco después pasaría a ser la National Football League (o NFL), uno de los mayores negocios deportivos de hoy en día. Sin embargo, como decía, empezó a despuntar cuando jugaba para el Instituto Carlisle en Pensilvania, equipo del que llegó a ser capitán en 1912. De hecho, ya incluso antes, cuando jugaba el fútbol americano en la escuela de la Agencia India en Stroud o mientras estuvo en el instituto Haskell, una escuela privada para nativos americanos en Lawrence, Kansas, sus habilidades para el deporte ya empezaron a llamar la atención. En cualquier caso, fue más adelante, en Carlisle, cuando el joven Thorpe empezó a despuntar en una gran variedad de deportes, pero, sobre todo, en fútbol americano y béisbol. De entre todos sus logros durante aquella época, se recuerda, especialmente, uno: el partido contra Harvard en 1911, cuando Thorpe lideró a su equipo, consiguiendo todos los puntos que les dieron la  victoria (18 a 15) ante una Harvard que llevaba un año sin perder un solo partido y que permaneció tres años más sin ser derrotada después de perder ante Carlisle. También se recuerda un memorable partido, en 1912, contra Wes Point, donde la estrella era Dwight D. Eisenhower, futuro trigésimo cuarto presidente de los Estados Unidos y quien, muchos años después del enfrentamiento, aún seguiría evocando a Jim Thorpe como a uno de los mejores jugadores a los que tuvo la oportunidad de enfrentarse. De hecho, durante mucho tiempo, se dijo que fue en aquel partido cuando comenzaron los problemas físicos que le llevarían a la retirada, pero no fue así.

Tras su éxito en edad universitaria y su experiencia olímpica, de la que hablaremos más tarde, Thorpe recibió multiples ofertas para hacerse profesional. Y provenían de los más diversos deportes. Por ejemplo, recibió una oferta de un equipo de hockey sobre hielo de Toronto u otra, que descubriría el campeón del mundo de los pesos pesados en los años veinte, Jack Dempsey, mucho más tarde, para ser boxeador profesional. Aún así, Thorpe decidió jugar al béisbol, volviendo al fútbol cada época invernal, como era costumbre, ya que el fútbol americano no era, por entonces, un deporte tan popular como lo es ahora. Durante 20 años, Thorpe compaginó ambos deportes, y eso que siempre se vendió la imagen de que era vago, por otra parte, un tópico habitual de la época con el que se menospreciaba a los nativos americanos.

En resumidas cuentas, Thorpe comenzó una carrera profesional que destaca, como ya hemos explicado, por su sorprendente, incluso hoy en día (diría, más bien, que más hoy en día), versatilidad. Finalmente, decidió firmar, en 1913, un contrato con los Giants de New York que le convirtió en el rookie mejor pagado de la historia. Además de para los New York Giants, jugó al béisbol para los Boston Braves, Cincinnati Reds y Milwaukee Brewers y, durante muchos de esos años, como ya hemos comentado, siguió jugando al fútbol americano con los Canton Bulldogs de Canton, Ohio. Además, también en el ámbito del fútbol americano, ayudó a crear el equipo de los Oorang Indians, con sede en LaRue, Ohio, un equipo completamente formado por nativos americanos. Si con esos dos deportes no tenía suficiente, Thorpe también recorrió el país jugando al baloncesto con un equipo que, al estilo de los Globertrotters, ofrecía exhibiciones con una plantilla formada, en su totalidad, con jugadores nativos americanos.

Todo ese bagaje y palmarés quizás no sea suficiente para resumir la historia deportiva y vital de Jim Thorpe. Deberíamos subrayar ciertos detalles, y lo haremos a continuación, para demostrar, si es que aún es necesario, el valor y la trascendencia de su figura. Para empezar a entender lo que su historia supone dentro de la del deporte profesional norteamericano, e incluso dentro de la historia más general de la sociedad norteamericana, habría que recordar que hasta 1924 (él nació en 1888) los nativos americanos no consiguieron el absoluto reconocimiento como ciudadanos del país. Igualmente, sería necesario recordar que, en 1929, cuando, a los 41 años, decidió retirarse, Thorpe era uno más de los millones de norteamericanos que se adentraban en una de las épocas más dramáticas de la historia norteamericana contemporánea, la de la gran depresión que afectó económica y socialmente a todo el país, de costa a costa. Así, Thorpe acabó por caer en el alcoholismo y la pobreza, y le costó mantener un trabajo fijo después de su retirada del deporte profesional. Hizo de extra en películas del oeste (un mundo, el del cine, donde también se involucró, y con fiereza, en la lucha por el reconocimiento de los derechos de los nativos), fue guardia de seguridad, portero de locales de alterne, empleado de la construcción, peón en la construcción de diques e incluso se enroló en la marina en 1945. Eso sí, también a finales de los años cuarenta, ayudado por su antiguo compañero Albert Exendine, quien se había convertido en un reputado abogado, comenzó a dar conferencias en contra de la segregación racial y charlas educativas en colegios sobre el beneficio del deporte. En 1950, alcohólico y arruinado, se le diagnóstico un cáncer labial y se le antendió como un caso de caridad. En 1953, un fallo cardíaco acabó con su vida.

Podríamos ponerle el punto y final a esta biografía aquí, pero, entonces, no habría sido justo con el nivel de profundidad que esta historia reclama. Y, por lo tanto, hubiera traicionado el valor académico y moral que merece la labor que, durante años, ha encabezado Robert W. Wheeler, como creador de la fundación que lleva el nombre de Thorpe, y también por su extraordinaria labor investigadora y académica en torno a la figura del atleta de Oklahoma. Gracias a su dedicación durante todos estos años, ahora, podemos conocer el verdadero alcance de una biografía cuya excepcionalidad no consiguió deteriorar la calidez y humildad de su protagonista principal. 

Cuando tenía diez años, su padre le regaló un libro sobre hazañas deportivas y le sorprendió el nombre de un deportista al que apenas conocía pero que parecía haberse distinguido en una lista interminable de deportes. Desde aquel momento, el nombre de Jim Thorpe se quedó grabado en su subsconciente, si es que se puede grabar algo ahí. Hablamos, por supuesto, de Robert W. Wheeler. El propio Wheeler confesaba, en una extensa conferencia en el Smithsonian, que empezó a interesarse, con más rigurosidad, por la figura de Thorpe desde muy joven. En concreto, abría aquella exposición contando como, en 1962, cuando volvían de ver en directo a los Yankees, un premio que sus padres le habían regalado por su graduación, les pidió a estos si podían entretenerse un poco y visitar una ciudad que acababa de descubrir en el mapa. Esa ciudad se llamaba Jim Thorpe y estaba en el noreste de Pensilvania. 

Jim Thorpe era, por entonces, un pueblo prácticamente abandonado, casi una ciudad fantasma, que parecía empequeñecerse en aquel paisaje inmenso que dominaban las montañas Pokenough. El joven Wheeler, que ya prometía como investigador, intentó averiguar qué conexión tenía aquella ciudad con su ídolo deportivo y visitó una tienda y la biblioteca municipal. En ambas visitas, no consiguió recabar ninguna información. Acabó decepcionado y, cuando ya abandonaban el pueblo, descubrieron en un prado de yerba alta el mausoleo que se había levantado en honor al atleta olímpico y que permanecía abandonado.

Tiempo después, Wheeler descubriría cúal era la razón que explicaba por qué el mausoleo de Jim Thorpe se encontraba tan lejos de su familia y en una ciudad, como aquella en Pensilvania, que, aparentemente, no guardaba relación con el personaje. Solo una era la razón: dinero. Su tercera mujer vendió los restos del difunto al mejor postor, y el mejor postor resultó ser aquella ciudad que decidió apostar su futuro al turismo funerario. Las ciudades de Mauch Chunk y de East Mauch Chunk buscaban una manera de sobrellevar una dura crisis económica que les avocaba a ambas a la desaparición y decidieron unirse, comprar los restos de Jim Thorpe, y convertir aquello en una fuente de ingresos que permitiera la subsistencia de los dos emplazamientos. La mujer de Thorpe se convino a negociar, desestimó la resitencia de la familia de Thorpe, y acabó por vender sus restos al nuevo municipio que llevaría el nombre del ex jugador de los Giants. Jim Thorpe nunca estuvo en aquel lugar. Su familia aún mantiene una batalla legal que, hasta 2011, encabezó su hijo Jack Thorpe, quien falleció sin poder ver cómo conseguía recuperar los restos de su padre y devolverlos a la tierra donde descansaban sus antepasados.
 
En cualquier caso, después de aquella primera experiencia descorazonadora pero iniciática, Wheeler siguió con su vida y con su educación, hasta que llegado el momento de comenzar sus estudios de tercer grado, decidió que el tema de su investigación doctoral sería aquel que comenzó a inspirarle tras regresar del partido de los Yankees. Nada pareció anticiparle que aquel objeto de estudio acabaría convirtiéndose, también, en uno de los principales argumentos de su vida privada. Quizás pudo llegar a sospecharlo cuando, al comenzar su investigación, se puso en contacto con algunas personas que podían dirigir sus primerizos pasos. En la correspondencia que recibió de Alexander M. Weyand, pudo haber encontrado una advertencia: "I repeat, watch carefully what you write because more lies have been written about Jim Thorpe than about any player in football history." O lo que traducido viene a sonar como un consejo para mantener los ojos abiertos y ser cuidadoso con lo que escribía porque, según explicaba Weyand, nunca se habían escrito tantas mentiras sobre un jugador de fútbol americano como se escribieron sobre Jim Thorpe. No iba a ser una investigación baladí. 

A lo largo de todos los años que dedicó a su investigación, Wheeler encontró engaños, ficciones y misterios que le obligaron, quizás, a comprometerse, más allá de lo académico, con un proyecto que, sobre el papel, y en el fondo, sobrepasaba lo meramente deportivo para descubrir razonamientos y motivaciones que evocan una época muy concreta y una situación social y política muy específica. Wheeler, por ejemplo, decidió investigar los expedientes académicos de Thorpe con la inteción de descubrir si era un buen estudiante o, por el contrario, como siempre se hizo creer a la opinión pública, Thorpe demostró una indiferencia absoluta por sus estudios. En parte, esa apreciación se alimentó, entre otras cosas, con argumentos como que, presuntamente, Thorpe abandonó los estudios en Haskell antes de regresar, más tarde, a Carlisle. Sin embargo, su expediente académico no registraba las notas que se le suponen a un mal estudiante. Wheeler siguió su investigación y entrevistó a uno de sus viejos compañeros en Haskell, Eric Roberts, quien le explicó que, si Thorpe, con tan solo 12 años, abandonó Haskell fue porque la escuela le prohibió volver a territorio Sac and Fox cuando llegaron noticias de que su padre estaba gravemente enfermo. Thorpe se escapó del colegio y recorrió cientos de kilómetros, solo y sin apenas dinero, para ir a visitar a su padre. En ningún caso, dejó sus estudios porque fuera un mal estudiante.

Otra entrevista reveladora, la mantuvo Wheeler con Burt Lancaster; y le sirvió para confirmar que Jim Thorpe era un atleta extraordinario, pero que basaba su éxito en el trabajo y el entrenamiento, y no en unas capacidades que despreciara con su actitud descuidada y apática, como algunos se encargaron de repetir hasta que consiguieron que se convirtiera en una opinión generalizada. Wheeler, joven y osado, se presentó en Los Ángeles con la aspiración de entrevistar a una de las grandes estrellas de aquel Hollywood del star system. Se presentó en la sede de MGM para entrevistarle y, primero, consiguió que la seguridad le permitiera hablar con la secretaria personal del actor y, segundo, convenció a ésta para que le preguntara al propio Lancaster si le permitiría entrevistarle sobre Jim Thorpe, ya que creía que sin esa entrevista no sería capaz de terminar su tesis doctoral. Ante la sorpresa de todos, Lancaster accedió, e, incluso, según cuenta Wheeler, interrumpió una reunión de trabajo en la que el asombrado investigador pudo ver que se encontraban, entre otros, gente como Telly Savalas, Ossie Davis y Shelley Winters, es decir, todo el elenco que preparaba la película The Scalphunters, que dirigiría Sidney Pollack. 

Lancaster invitó a Wheeler a su oficina privada y accedió a responder a preguntas sobre un Thorpe para con quien no tuvo más que palabras de admiración y reconocimiento. Lancaster, además, demostró que preparó su papel a conciencia: recordaba los tiempos que Thorpe manejaba en distintas categorías atléticas y defendía que su forma y su rendimiento demostraban que era un atleta insuperable y que basaba su eficacia en una método exigente. Aquello terminaba con los continuos rumores infundados que, como decía, aseguraban que Thorpe era solo una fuerza de la naturaleza que despreciaba sus habilidades. Una mentira que Wheeler confirmaría poco después con una prueba gráfica. Wheeler volvía a entrevistar a Avery Brundage, presidente del Comité Olímpico de los Estados Unidos (más tarde lo sería del Comité Olímpico Internacional), quien fue compañero de selección de Thorpe durante las Olimpiadas de 1912. Wheeler volvía a preguntarle a Brundage por qué se resistía a devolverle las medallas a Thorpe y, por alguna razón, éste le pidió que apagara la grabadora y que le acompañara. Creo que fue ese el momento en que Brundage le dijo a Wheeler una frase que aún hoy en día sigue repiqueteando en sus oídos, aquello de que la ignorancia no era una disculpa, pero, de todas formas, Brundage acompañó a Wheeler hasta su secretaria y le indicó a ésta que permitiera que Wheeler bajara a los archivos y dedicara el tiempo que necesitara a rebuscar entre todo el material que guardaban allí. Brundage, que estuvo en Suecia en aquellos meses olímpicos de 1912, demostró, durante los 42 años que disfrutó de sus cargos, una resistencia tenaz al proyecto de Wheeler y Ridlon. Sin embargo, aquella visita al archivo del Comité Olímpico les permitió encontrar una foto de Thorpe entrenando en la cubierta del barco que les llevaba hasta Estocolmo, sede de aquellas olimpiadas de 1912. La fotografía, de alguna manera, acababa con el mito del vago y perezoso Thorpe, de quien se dijo que se pasó todo el trayecto en barco tirado en una hamaca.

En cualquier caso, la oscuridad más profunda siempre se cernió, sobre todo, con respecto a la participación de Jim Thorpe en aquellos juegos de Estocolmo de 1912. Aquellos juegos, por cierto, dejaron anécdotas y récords para la historia, como el campeón más veterano, Oscar Swahn, oro en 1912 con 64 años (sería plata con 72 en Amberes 1920) en tiro olímpico. También pasó a los anales de las olimpiadas el histórico combate, en las semifinales de la categoría de lucha greco-romana, entre el estonio Martin Klein (a la sazón vencedor de aquella semifinal y subcampeón, por lo tanto, primera medalla olímpica de su país) y el finlandés Alfred Asikainen, quienes se enfrentaron durante once horas y 40 minutos hasta que uno ganó. Igualmente, fue la olimpiada en la que aparició el primero de aquellos famosos finlandeses voladores, Hannes Kolehmainen, al que, poco después, se unirían, en hazañas y logros, sus compatriotas Paavo Nurmi, Ville Ritola o Albin Stenroos. Incluso, Estocolmo 1912 vivió la curiosa anécdota que protagonizó el japonés Shizo Kanakuri, quien paró a beber agua y tuvo a bien abandonar la maratón sin avisar a nadie. Se volvió a su país y todo el mundo se quedó preguntándose qué fue de él hasta que la televisón sueca le entrevistó en los años sesenta. Por cierto, en aquellas olimpiadas también se jugó algún partido de béisbol de exhibición y Jim Thorpe participó en ellos. 

Volviendo al atleta indio, conviene explicar que fue uno de sus entrenadores en Carlisle el que le convenció para que se presentara a los trials, la reunión atlética en la que se aprovecha para seleccionar a aquellos que representarán a Estados Unidos en los juegos olímpicos. Thorpe había demostrado aptitudes en distintas categorías atléticas y no daba lugar a dudas, podía destacar en las nuevas pruebas que albergaba la nueva edición olímpica. Él se dejó convencer fácilmente y se presentó a los trials sin más aspiración que vivir una nueva experiencia. Novato en algunas pruebas, Thorpe, por ejemplo, no conocía la técnica de lanzamiento de jabalina. En sus primeros tiros, Thorpe lanzó la jabalina con gestos incómodos y forzados, pero, aún así, estaba entre los primeros en las clasificaciones. Cuando aprendió la técnica, aunque solo fuera observando a sus rivales, reventó las marcas de los demás. 

En aquellos juegos de Estocolmo de 1912, el pentatlón consistía en salto de longitud, jabalina, 200 metros, lanzamiento de disco y los 1.500 metros. Era una disciplina relativamente nueva, pero ya había un gran rival que hacía temblar a la selección norteamericana, el sueco Hugo Wieslander. Una selección americana en la que, por cierto, Thorpe tenía como compañero a George S. Patton, más conocido como "Sangre y Agallas", uno de los generales norteamericanos que más temían los alemanes durante la Segunda Guerra Mundial. Avery Brundage también competía en la misma selección. Thorpe fue ganador del pentatlón y el decatlón con unos tiempos que no eran solo increíbles para su época, si no también para el deporte moderno. Sin ir más lejos, en 2012, el ganador de la medalla de oro en decatlón en las Olimpiadas de Londres, el también norteamericano Ashton Eaton, batió el récord que aún poseía Jim Thorpe en los 400 metros. Lo batió por 1.7 segundos. 

Aquellos resultados, sin embargo, no fueron fácilmente conseguidos. Hay una fotografía histórica (la que tenéis al comienzo de esta entrada) que fue tomada justo antes de la participación de Jim Thorpe en los 1.500 metros. En la fotografía, se ve como, justo antes de saltar al tartán para correr una prueba que finalmente ganó, Thorpe lleva un calzado un tanto extraño. Justo antes de la prueba, sorprendentemente, sus zapatillas desaparecieron. Hay muchas teorías que intentar explicar por qué o cómo. El caso es que Thorpe tuvo que correr de prestado, pero solo con una zapatilla, la que le sobraba a un compañero, y que, además, le estaba pequeña. La otra zapatilla, por muy rocambolesco que te suene, la encontró en la basura, y, como le estaba grande, tuvo que ponerse varios calcetines para conseguir asegurársela. En la fotografía, se puede observar la desigualdad en ambos pies. 

Su victoria en las dos disciplinas atléticas alcanzó una admiración generalizada en su país. Según contaba Albert Exendine, confirmando que la leyenda era cierta, el Rey Gustavo V le dijo, al entregarle la medalla de oro, que era el mejor atleta del mundo. Thorpe, con una enorme sonrisa, le contestó con cordialidad: "thank you, King". Historias como ésta acrecentaron la fama mítica de Thorpe. William Howard Taft, presidente de los Estados Unidos, le envió una carta de felicitación y fue recibido en Broadway con un desfile de bienvenida repleto de confetti y papel triturado.

Sin embargo, en enero de 1913, siete meses después de la ceremonia de clausura de las olimpiadas, el Worcester Telegram publicaba la noticia bomba. Por sorpresa, este periódico descubría que Thorpe había jugado profesionalmente al béisbol durante el verano anterior a las olimpiadas. Thorpe no lo negó. Efectivamente, le habían pagado por jugar algunos partidos durante el verano. No era algo nuevo. Era algo que todos hacían. Llegada la época veraniega, muchos jugadores universitarios hacían lo mismo para ganar algo de dinero para el resto del año, pero utilizaban pseudónimos para que no quedara constancia. Thorpe, en su ignorancia, no intuyó el problema. El dinero que cobró por aquellos partidos era totalmente irrisorio. Automáticamente, la AAU (Unión de Atletas Amateurs) y la IOC (el Comité Olímpico Internacional, siglas en inglés), solicitaron la devolución de las medallas. El héroe caía y nadie le defendió. 

Nadie le defendió hasta que Robert Wheeler y Florence Ridlon comenzaron su cruzada para conseguir la restauración de los méritos de Thorpe. El noruego Ferdinand Bie y el sueco Hugo Wieslander recibieron las correspondientes medallas de oro, respectivamente, en decatlón y pentatlón, aunque ambos repitieron la misma opinión: que Jim Thorpe era el auténtico vencedor. Aún así, los responsables olímpicos fueron implacables. 

Wheeler y Ridlon intentaron durante años convencer a la AAU y a la IOC (o COI, como quieras) de que le devolvieran las medallas a la familia Thorpe. Sus argumentos comenzaban con las especiales circunstancias familiares de Thorpe, seguían con su desconocimiento del reglamento o con aquello de que no tuvo representación legal, y terminaban con acciones como recogidas de firmas. Ninguno de aquellos argumentos y reivindicaciones funcionó. Durante años, según Wheeler y Ridlon, solo recibieron rechazos arrogantes que parecían confirmar que el deporte olímpico también participaba de ciertas ideas segregacionistas que aún tenían predicamento entre un gran porcentaje de la población norteamericana.

Finalmente, sucedió un milagro. Florence Ridlon aún se emociona al contarlo. Cuando daban todo por perdido, alguien comentó que quizás se había producido un error burocrático que podían aprovechar. En concreto, al parecer, el reglamento olímpico establecía que cualquier denuncia para descalificar a un participante debía efectuarse en los treinta días posteriores a la finalización de las olimpiadas. Por lo tanto, la denuncia de la AAU y el IOC que requisó las medallas de Thorpe había sido técnicamente ilegal. 

Por aquel entonces, el reglamento oficial de las olimpiadas se redactaba para cada edición y, por supuesto, no existían archivos digitales ni páginas web ni nada por el estilo. Ridlon y Wheeler habían buscado el documento escrito que les sirviera de prueba para así demostrar ese fallo administrativo. Durante varios días, buscaron sin encontrar ningún documento. Uno de esos días, Ridlon se presentó en la biblioteca del Congreso para pasarse todo el día recluida buscando en los archivos que recogían la información sobre las olimpiadas. Ridlon buscó durante horas y horas en las entrañas de la biblioteca sin éxito. Al final, cuando ya había aceptado la derrota, desesperada y agotada, tuvo un último ataque de orgullo y determinación y volvió atrás. Fue entonces cuando, en el hueco que quedaba entre dos de las baldas de metal, perdido para siempre en una rendija, apunto de caerse al vacío, encontró un pequeño librillo. Ridlon lo cogió con sumo cuidado y, efectivamente, resultó que aquello era el programa y el reglamento oficial de los Juegos Olímpicos de Estocolmo de 1912. En aquel reglamento, se estipulaba claramente el plazo reglamentario para poner una denuncia. 

Wheeler y Ridlon hablaron entonces con William E. Simon, quien llegaría a ser Secretario del Tesoro bajo la administración de Richard Nixon, pero que, por aquel entonces, ejercía como presidente del Comité Olímpico norteamericano. Simon siempre había demostrado simpatía por la pugna del matrimonio Wheeler y, quizás por eso, éste, en una reunión del Comité Olímpico Internacional, llevó a un aparte a Juan Antonio Samaranch y le convenció para que, antes de que, con aquella nueva prueba administrativa como argumento, el COI se viera envuelto en una dura lucha legal que tenía todos los visos de que acabaría perdiendo, cumpliera con una justicia retrasada y devolviera las medallas a Jim Thorpe, volteando así la situación y acaparando elogios por completar un resarcimiento que parecía ya ser un deseo bastante extendido y popular.

Y así acabó sucediendo. En 1983, Samaranch restituyó las dos medallas de oro y, simbólicamente, le entregó dos nuevas medallas a sus familiares (las auténticas, al parecer, habían sido robadas). El nombre de Jim Thorpe, junto al de Ferdinand Bie y Hugo Wieslander, aparece ahora como ganador de las pruebas de pentatlón y decatlón de las Olimpiadas de 1912 que se disputaron en Estocolmo, Suecia.

La historia de Jim Thorpe aún no ha terminado. Aún continúa la batalla legal que su familia mantiene para recuperar sus restos. Incluso cuando el juicio esté visto para sentencia, el recuerdo de Thorpe y su carrera deportiva debería mantenerse, ya que no deja de ser un ejemplo muy útil para entender cómo el deporte ha sido testimonio de grandes injusticias y, al mismo tiempo, testigo de grandes logros. Y no solo en lo gimnástico, también en lo social, lo político, lo económico, lo ético y hasta lo literario. La biografía de Thorpe revela la crónica más íntima de los Estados Unidos en los años 20 del siglo XX, con sus justicias pendientes, sus padecimientos raciales y el preámbulo de los sufrimientos que más tarde protagonizarían la convulsa década de los años 30. Una historia que, por lo tanto, excede lo puramente deportivo, al mismo tiempo que reivindica y enfatiza lo que de bueno y provechoso tiene la práctica deportiva e incluso la competición.
 




domingo, 16 de febrero de 2014

T.J. Oshie



Lo explicaban en el New York Times al hacer la crónica del partido. Y lo hacían con un solo detalle, así, de un plumazo: ningún jugador de la selección norteamericana de hockey sobre hielo había nacido cuando se produjo el milagro sobre hielo. 
T.J. Oshie, por ejemplo, nació en 1986. Seis años antes, en 1980, durante los juegos de invierno de Lake Placid, los USA, aún bajo las reglas del amateurismo que se autoimponían a la hora de elegir sus selecciones, se enfrentó, en la ronda final por la lucha por las medallas, a una selección soviética que había conseguido seis de las últimas siete medallas de oro olímpicas. Un puñado de universitarios americanos contra una legión de poderosos profesionales soviéticos encabezados por el que, para muchos, es aún hoy en día el jugador más grande en la historia de este deporte, Valery Kharlamov quien, por cierto, era hijo de una exiliada vasca, una de tantas niñas que formó parte de los llamados niños de Rusia. Incluso, cuando Kharlamov contaba con ocho años, vivió durante uno en el País Vasco junto a su madre. Aún así, volvieron a la Unión Soviética. El caso es que aquel partido superó lo extrictamente deportivo, como no cabía esperar de otra forma, tratándose del año 1980. Ronald Reagan ganaba las elecciones ese año y de la mano de una también recién elegida Margaret Thatcher se proponían borrar de la faz de una tierra dividida por los colores de las alianzas al comunismo y el poder soviético que encabezaba, aún, Leonidas Brezhnev. En aquellas circunstancias, cuentan las crónicas que el Field House estaba repleto hasta la bandera y precisamente banderas con barras y estrellas, cánticos patrióticos y soflamas enfervorecidas no faltaban. El discurso que Herb Brooks le leyó a sus muchachos aún se cita como reclamo de orgullo. Más que nada, porque les salió bien. Ganaron a los soviéticos por un resultado final de 3 a 4 y el partido se convirtió en lo que, hasta en la wikipedia lo puedes encontrar así, se acabó por denominar "el milagro sobre hielo", una hecho real convertido en leyenda que para unos alcanzó la categoría de evocación maravillosa y, para otros, la de pesadilla. Por cierto, no se disputaban rondas eliminatorias como se hace ahora, si no que los clasificados para la lucha por el título se enfrentaban entre ellos. Así que, aunque el partido se vistió con el traje elegante de la gloria, a los norteamericanos aún les quedaría conseguir más victorias para, finalmente, alzarse con la medalla de oro y todos los elogios, premios de Sports Illustrated y todo, que vendrían más tarde. Aunque ninguno como haber ganado una pequeña batalla en aquella larga guerra de bajas temperaturas.
Sin ir más lejos, en el propio New York Times leía hace poco cómo, siendo entrevistado a razón de este partido, el organizador de las Olimpiadas de Sochi 2014, Dimitriy Chernyshenko explicaba que solo recordaba tres películas de miedo de su infancia: Viernes 13, Pesadilla en Elm Street y el documental que se hizo para registrar aquel partido. En ese mismo reportaje, Juliet Macur, autora del artículo, explicaba cómo la rivalidad entre los USA y Rusia había decaído tanto en lo deportivo, como en lo político. Y es que, quizás debería haber explicado esto desde el principio, el duelo se repitió durante estos juegos de Sochi y hace solo unos días, Rusia y los Estados Unidos de América volvieron a enfrentarse sobre el hielo de una instalación olímpica, en esta ocasión en el palacio de hielo del Bolshoi, para disputar no una medalla, pero sí el derecho de luchar por ella más tarde.
Los norteamericanos volvieron a ganar a los rusos en Sochi. Esta vez, llegaron hasta los penalties y, ahí, TJ Oshie se convirtió en el nuevo ídolo o héroe americano. Solo es un partido de clasificación, sucedido ya que rusos y norteamericanos comparten grupo de clasificación, pero aún queda mucho camino hasta llegar a la lucha por las medallas y, quién sabe, quizás ambas selecciones vuelvan a encontrarse y unos tengan la oportunidad de vengarse y los otros de urgar aún más en la herida. Quizás entonces, sí que haya algo más de ambiente y de tensión en las gradas, porque, según las crónicas, la distancia entre aquel Field House y el Palacio Bolshoi fue enorme. La guerra fría se quedó solo en eso, en frialdad, al parecer. 
Por lo demás, no me preguntes mucho más sobre lo que anda ocurriendo en Sochi. Sé que un patinador español se quedó a las puertas de una medalla, que Lucas Eguibar tenía una oportunidad de conseguirla hoy, que Bode Miller se ha emocionado al conseguir una medalla de bronce, que ha habido celebraciones eróticas o, al menos, a la prensa deportiva española le ha dado para ponerse picante en la creación de titulares y poco más. Si las bicicletas son para el verano, los deportes de invierno son para otro. Yo, la verdad, no me empapo. Ni aunque me caiga rodando por la rampa de saltos. Ni así me empapo. Eso sí, una historia como la de la archirivalidad descolorida del hockey hielo sí que ha conseguido llegar a mis oídos. 
Y me ha traído un recuerdo: la de aquella película de Paul Newman, ¿cómo se titulaba?

Posdata: la foto, ya que también los he usado como recurso bibliográfico, la he recogido directamente de la información digital que publicaba The New York Times. Así que de ellos son los derechos y el derecho de mandarme que me corte un poco al robarles material gráfico, la verdad.

jueves, 13 de febrero de 2014

Will Artino



Les dejé saboreando las mieles del triunfo, después de alcanzar el mayor reconocimiento nacional de los últimos tiempos con su victoria contra Villanova y regreso ahora para encontrármelos después de una derrota que no ha conseguido borrarles la sonrisa. 
Y es que, en el último partido, cayeron derrotados por Saint John's, nada más y nada menos que en el Madison Square Garden. En un partido disputado, D'Angelo Harrison se salió con la suya y consiguió que los Red Storm se llevaran su sexto partido en los siete últimos que han disputado. Con un triple, Harrison puso por delante a la antigua universidad de Lou Carnesecca, a falta de dos minutos. Justo antes de disputarse el partido, por cierto, Creighton alcanzaba su mejor puesto en los rákings de vaticinios, tanto en el de Associated Press como en el de US Today, ya que ambas encuestas les colocaban en el puesto 12 entre todas las universidades del país candidatas al título. Y todo ello porque, después de Villanova, encadenaron otras tres victorias consecutivas: ante Georgetown, ante Saint John's en casa y ante DePaul. Lástima que la poca aportación del banquillo no consiguió equilibrarla, esta vez, un Doug McDermott que se fue hasta los 25 puntos y 5 rebotes. Grant Gibbs, recuperado de su lesión desde la jornada anterior, hizo un gran trabajo, también en las estadísticas, con 12 puntos, 11 rebotes y 6 asistencias. Nuestro amigo Will Artino estuvo muy discreto: solo 4 puntos y 2 rebotes en 14 minutos. 
Como decía, esta derrota no evita que resaltemos el buen nivel que sigue demostrando el equipo. Si la semana pasada, tras batir a otros tres rivales después del partido de Villanova, se colocaban tan alto entre los candidatos al título, después de la derrota, siguen estando muy arriba (17º para los entrenadores que votan en la encuesta de US Today y 18º para los periodistas que lo hacen en la de Associated Press). Seguro que si esta noche vuelven a derrotar a Butler, volverán a subir algún puesto. 
Ya he comentado que, tras la victoria contra Villanova, se sucedieron otras tres. La primera fue en Omaha, y se aprovechaba para celebrar la fiesta del Pink Out, todo el mundo vistiéndose de rosa. La victoria ante los Hoyas donde fuera estrella Patrick Ewing se coronó, además, con un récord de asistencia: 18. 859 espectadores. Todos vieron como ganaban a Georgetown por 76 a 63 con un partido en el que los jugadores de Creighton se repartieron la responsabilidad y la eficiencia. Hasta cinco jugadores sobrepasaron los diez puntos, Doug McDermott, como no, aunque solo 14 esta vez, Ethan Wragge, Jahenns Manigat y Devin Brooks, además de un Will Artino que fue, quizás, la mayor sorpresa del partido al conseguir 14 puntos y 5 rebotes en los veinte minutos que le dieron para lucirse. Aunque no llegó a los diez puntos, cabe destacar el partido de Austin Chatman, con 9 puntos, 7 rebotes y 7 asistencias. Por los de John Thompson III destacaron Markel Starks y D'Vaunt Smith-Rivera. 
Unos días más tarde también recibían a Saint John's en el CenturyLink. Y no perdieron, pero les costó ganar, porque el resultado fue apretado (73-70). D'Angelo Harrison volvió a ser el máximo anotador de los Red Storm, pero también destacaron el candidato a rookie del año en la Big East, Rysheed Jordan y el interior Chris Obekpa. En cualquier caso, no pudieron rematar su gran trabajo, en parte, gracias al relevo de Will Artino desde el banquillo, 6 puntos y 3 rebotes en 12 minutos, pero, sobre todo, por el enorme partido de Doug McDermott, quien se salió con 39 puntos, 6 rebotes y 2 asistencias. 
La tercera victoria consecutiva fue la que se produjo ante DePaul y fue la tercera consecutiva en Omaha. El buen partido de Brandon Young, aunque estuvo un poco desacertado en el tiro, no fue suficiente. Doug McDermott repitió actuación estelar con 32 puntos y 9 rebotes y, por ello, ha seguido recibiendo elogios y nominaciones durante estas dos semanas. De hecho, su puesto en los distintos mockdrafts que se publican en el país no deja de cambiar, pero ha subido hasta colocarse bien arriba y andar siempre oscilando entre los puestos 11 y 15. Como ya dijimos, este partido también tuvo la buena nueva de vivir el regreso de Grant Gibbs al juego después de su lesión, y lo hizo sin perder su habitual batería de recursos escondidos y despuntó, con mesura, en todos los apartados: 7 puntos, 5 rebotes y 8 asistencias. Por último, y como siempre, Will Artino contó con 10 breves minutos saliendo desde el banquillo y, en ellos, aprovechó para añadir a sus estadísticas 4 puntos y 2 rebotes.
Y lo que comenté hace unos cuántos párrafos, que hoy se enfrentan a Butler y que esto no para. Hubo un pequeño descanso hace un par de partidos pero ya han cogido impulso y hasta Marzo todo va a ser ir volviéndose locos poco a poco. Lo iré contando, pero, de la misma manera, poco a poco. 
Por cierto, como despedida, hoy leyendo el periódico me he encontrado a una vieja estrella de Creighton pululando por Europa. El venezolano Gregory Echenique se enfrentó al Valencia Basket en el día de ayer. Mientras en Bilbao se acababan los sueños europeos al sucumbir ante las enormes manos de Boban Marjanovic y el pulso frío de Jaka Blazic, en Valencia conseguían prolongarlos al vencer en la cancha del Telenet Oostende. El equipo de Velimir Perasovic, que acaba de fichar a Kristof Lavrinovic, si no me equivoco, se apoyó en un partido enorme de Bojan Dubljevic y en el siempre eficaz Justin Doellman. En el otro banquillo, el que dirige Dario Gjergja, estaba, entre otros, la antigua estrella de Creighton Gregory Echenique. Empezó la temporada con el Ludwigsburg en Alemania, con los que ya jugó la temporada pasada, pero, con el cambio de año pasó a un Oostende que aspira a triunfar en Bélgica y hacerse duro en Europa. Con compañeros como Ryan Thompson, Dusan Djordjevic, Veselin Petrovic, Pierre-Antoine Gillet, Jean Salumu, Brent Wright o Wesley Wilkinson, tampoco es que parezca descabellado aspirar a tanto. Ahora mismo, encabezan la liga y el pivot venezolano le está costando dar lo mejor de sí mismo. Contra el Valencia, salió de titular y jugó 19 minutos, pero solo consiguió un par de canastas. Eso sí, recogió hasta 8 rebotes.

Posdata: la foto puede que ya la haya utilizado antes y todo. Pertenece a gocreighton.com, la página oficial que cubre todos los deportes que se practican en Creighton University.

domingo, 9 de febrero de 2014

Sergio Llull



Suya ha sido la última canasta y suyo es el primer renglón de esta entrada, el que titula. Otras veces le tocó fallar y, quizás por eso, como luego ha salido en las noticias, le decía a Florentino Pérez en el vestuario: "¡menos mal que ha entrado!"
Ha sido una copa cojonuda, sí señor. De las que se te suben a la cabeza. No sé si habrá habido muchos ojeadores de la NBA o no, supongo que sí, pero se habrán llevado un buen puñado de nombres (aunque a algunos ya los tendrían apuntados, y, a otros, si no los apuntan, peor para ellos y mejor para nosotros): Walter Tavares, Mindaugas Kuzminskas, Zoran Dragic, Damjan Rudez, Giorgi Shermadini, Viktor Sanikidze, Justin Doellman, Bojan Dubljevic, Rafa Martínez, Andrés Nocioni, Tibor Pleiss, Álex Abrines, Kostas Papanikolaou, Romain Sato... Y yo qué sé. Muchos más (que no he nombrado a ninguno del equipo campeón a propósito) porque ha sido una Copa que ha merecido la pena el tiempo dedicado enfrente del televisor, en lo colectivo y en lo individual. 
Esta misma mañana leía un titular de prensa en el que se calificaba a esta edición como la "copa bipolar". 
Y no les faltaba razón. Pero yo diría que ha sido casi que "multipolar". Sobre todo tras el último partido y la última canasta: palizas récord, partidos apretados, canastas a una décima del final, polémica, fuerza, control, habilidad, errores... De todo un poco, como en botica, y bueno, como en un delicatessen. Y, sobre todo, lo mismo triples que bandejas, asistencias a tutiplén, rebotes por fuerza y mucho, mucho... mucho juego interior. Si no lo sabíais, Nikola Mirotic, que juega por dentro, se ha llevado el MVP. No sin merecimiento, aunque yo hubiera usado este año una de esas palabrotas en latín, ex aequo, y que lo hubieran disfrutado también Sergio Rodríguez, Rudy Fernández y, hasta si me apuras, Felipe Reyes. 
Gran espectáculo el que nos han dado en el último partido, con una lección, sobre todo, de pundonor y fe. Aunque sería un necio si dijera que es una sorpresa que el FC Barcelona esté en la final, sí que creo que es un acierto afirmar que Xavi Pascual ha conseguido convencer a sus jugadores de que pueden ser mucho mejores de lo que algunos creían que podían ser. 
Ha sido la copa del da gusto:
Da gusto ver cómo Giorgi Shermadini mantiene la herencia del baile en la zona. 
Da gusto ver qué largos tiene los brazos Walter Tavares. 
Da gusto ver jugar a Sergio Rodríguez hasta cuando está sentado en el banquillo. 
Da gusto ver a Marcelinho Huertas como una grulla, con una pierna en la pintura. 
Da gusto ver a Bostjan Nachbar remontando el fondo. 
Da gusto ver cómo se gira Ante Tomic. 
Da gusto ver el vuelo de Rudy. 
Da gusto ver a Navarro cuando está enchufado. Y, a veces, también cuando no lo está. 
Da gusto, por supuesto, ver los hombros de Mirotic haciendo de horizonte. 
Da gusto que no vayan al barbero. 
Da gusto que tenga que ponerle un punto y final y dejar de hacer el imbécil. 
Pero ha dado gusto. Supongo que a algunos, los que tenían apostado el apego por unos colores, les habrá hecho menos gracia que a otros, sobre todo, cuando ha ganado uno solo y ha sido el que viste acromático. 
A mí, que ni me iba ni me venía, y que entrara o se saliera la bola no importunaba para disfrutar, me ha tocado celebrarlo, aprovechando cada jugada sin que nada pudiera estropearlo. 
Llull aún disfruta lo que Oleson disfrutaba unos segundos antes y lo que yo he disfrutado desde el viernes. Yo no sé si exagero pero, aunque, al final, dé la sensación de que han llegado a la final los mismos de siempre, tengo la sensación de que ha sido una edición que deja un gran abanico de protagonistas y la promesa de buen baloncesto. 
Una última mención, hoy que es noche de premios, a Pablo Laso. Yo, que de esto entiendo lo poco que se necesita para no perderte, no sé qué tienen sus pizarras que me vuelven loco, vamos, que no sé qué tiene que ver en lo que está haciendo este año el equipo que entrena, pero entiendo que mucho, que tiene mucho que ver, y por ello, se merece que le nombre. Y nombrado está, como todos los demás, y los que he dejado sin nombrar, están en las estadísticas que se pueden visitar en cualquier página web. Así que, buen momento para dejarlo, con felicitaciones para los ganadores y también para todos los que no lo fueron. Y ya, antes de irme, añado de bandeja lo de que la foto la he robado del google image, aunque parece que viene de rebote de eurosport.com. Ésas son mis estadísticas.

jueves, 6 de febrero de 2014

Kevin Durant



Luego igual me arrepiento de haber gastado el nombre del alero de Oklahoma City para esto, pero no estoy yo para andar comiéndome el tarro con otras opciones.
¿Os habéis enterado?
Pues sí, la selección de los Estados Unidos de América va a jugar la primera fase del próximo mundial, aquí, cerquita de casa, en el BEC. Y que conste que he dicho BEC, es decir, Bilbao Exhibition Center, y no Bilbao. Porque ya se ha dado prisa el Ayuntamiento de Barakaldo (aunque yo creo que, realmente, llega tarde) para dejar claro que el BEC está en Barakaldo y no en Bilbao, así que Kevin Durant, tenedlo bien claro, va a venir a jugar Barakaldo, no a Bilbao, que queda un poco más río arriba.
El caso es que ya anda la gente informándose sobre la venta de entradas, el calendario y todo lo que haga falta, porque se ve que ver a la selección de los USA en directo es un acontecimiento que merece 150 euros de abono o entre 30 y 40 por verlos un día. Creo que algo así es el coste, y el calendario estará ya publicado por ahí. No estoy yo diciendo que no sea todo un acontecimiento, aunque, a veces, me puede la sorna. Claro que tiene que ser un placer ver a Kevin Durant y a Derrick Rose y a Carmelo Anthony y a quien sea que venga o que quiera venir.
De todas formas, yo, que soy de natural, un tanto gilipollas, me pregunto: ¿es buena una película solo porque aparezca Clive Owen, digamos? o ¿necesitamos que al menos el argumento enganche y el papel que le den tenga sentido? Yo es lo que tengo, que, a veces, tengo opiniones que no enganchan ni tienen sentido y, también, porque aparezca aquí, no va a ser de por sí una buena entrada. ¿Se entiende lo que quiero decir?
Probablemente, me equivoque, pero se entiende, al menos, lo que opino.
A mí, si me preguntas, pagaría por ver en la tercera jornada del grupo A, un partido como el Brasil-España o el Serbia-España que cierra ese mismo grupo, si es que se juegan algo. De hecho, este grupo, que encuadra a los tres quipos que he mencionado, más los actuales campeones de Europa, Francia, la Egipto que es actual subcampeona de África y la Irán donde digo yo que estará Hamed Haddadi, es probablemente el más atractivo de todos y les ha tocado el estadio con menos aforo.
O si no, ¿qué os parecen un Croacia-Grecia o un Argentina-Grecia en las dos últimas jornadas del grupo B? Ahí, sí que pueden saltar chispas. No es un mal grupo, por lo demás: Puerto Rico siempre es medianamente competitivo, Senegal probablemente llegará con algún NBA y en Filipinas hay mucho jugón.
Si no os place todo esto, nos queda el grupo D, donde el nivel baja un poco y parece que México, Lituana y Eslovenia lucharán por los puestos de cabeza, aunque nunca se puede desestimar el rendimiento de una selección como la de Australia donde quizás, quién sabe, debute con 18 años en un mundial la nueva sensación, el base pretendido por los Lakers, Dante Exum. Los otros dos rivales son una Angola que es la actual campeona de África y una Corea del Sur que probablemente parta como favorita a ser cenicienta de todo el campeonato.
¿Veis? Aprovechando, os he repasado el resto de grupos y he dejado para el final el que se disputará, en su totalidad, sobre la misma pista donde he visto en directo a Lenny Kravitz, The Who o Chuck Berry (lo de Kravitz es algo con lo que tendré que aprender a vivir). En resumidas cuentas, los norteamericanos tendrán que vérselas con la Ucrania de Mike Fratello, que hizo un gran europeo, la Nueva Zelanda de Steve Adams y Kirk Penney, la República Dominicana de James Feldeine y Eulis Báez, la Finlandia que se lució en algunos momentos del Europeo de Tony Parker y una Turquía de la que siempre se puede esperar lo mejor aunque se acabe recibiendo lo peor. En fin, que sí, que no es que sean unas hermanitas de la caridad y todos van a intentar plantarle cara a los yankees, pero, sobre el papel, quizás es que yo soy exigente o que estoy buscando una excusa para no gastarme el dinero, para lo cual no hacen falta excusas, te excusas educadamente y ya está, pero como que no me excita que los de Jerry Colangelo se acerquen por Bilbao para ganar cinco partidos por más de cuarenta puntos.
Quizás me equivoque. Quizás, incluso si ocurre, me equivoque y sea igual de divertido y hasta entrañable.
También te digo una cosa: al final, si ahorro, igual hasta me animo. La curiosidad puede mucho más que el aliciente. Y alicientes claro que va a haber, joder, no hagáis caso de lo que digo. A la vuelta de casa, varios de los 28 jugadores que el pasado 23 de Enero mencionó Colangelo en rueda de prensa estarán lanzando a canasta. Y es que el director general de la selección, se adelantó no solo al Mundial, si no también a las Olimpiadas de 2016, y anunció que Mike Krzyzewski, acompañado por Jim Boeheim, Tom Thibodeau y Monty Williams seguián en la responsabilidad técnica durante estas dos competiciones y que, en principio, elegirán para ambas entre una lista de 28 jugadores que, dependiendo de las circunstancias, puede modificarse. En cualquier caso, en principio, la lista final saldrá de entre estos:

Carmelo Anthony, LeBron James, Chris Paul, Deron Williams, Tyson Chandler, Anthony Davis, Kevin Durant, James Harden, Andre Iguodala, Kevin Love, Russell Westbrook, Dwight Howard, Blake Griffin, Stephen Curry, Derrick Rose, LaMarcus Aldridge, Bradley Beal, DeMarcus Cousins, Andre Drummond, Kenneth Faried, Paul George, Gordon Hayward, Kyrie Irving, Kyle Korver, David Lee, Kawhi Leonard, Damian Lillard y Klay Thompson.

No es una mala lista, ¿verdad?

Pues bueno, alguno de ellos estará en Bilbao, y, probablemente, uno de ellos sea Kevin Durant. Un Kevin Durant que, a sus 25 años, ya ha puesto de acuerdo a todo el mundo. Al de Washington le dio tiempo de debutar con los extintos Seattle Supersonics. Debutó con un buen partido, consiguió tiros ganadores, se llevó el premio de rookie del año y acabó con 20 puntos de media por partido en una temporada en la que se cansó de perder. Solo consiguieron 19 victorias, en una temporada en la que Jeff Green, Earl Watson o Chris Wilcox fueron los únicos que se acercaron a su rendimiento. Con el cambio de ciudad, de nombre, y de colores, el equipo apenas consiguió un puñado de victorias más, pero los números de Durant mejoraron aún más. Además, en el equipo, la confirmación de Jeff Green y la aparición sorpresa de Russell Westbrook prometían años más felices. Y no voy a seguir temporada a temporada. Desde esta, Durant ha cumplido cinco temporadas más con los Thunder y está jugando la que sería su 8 temporada como profesional. Siempre en línea ascendente, tanto él, como su equipo, Durant ha conseguido poner a todo el mundo de acuerdo. Su facilidad para anotar, para correr la cancha, para romper cinturas, para partir zonas y para jugarse tiros definitivos han confirmado el talento que ya apuntó en los Texas Longhorns, quienes decidieron retirar su camiseta cuando se apuntó al draft. Ahora, ya nadie discute que Durant puede ser el líder de una selección a la que no le faltaran candidatos para hacerlo. 

Pues eso. 1) Que ya tenía escrita esta entrada hace dos días, pero no acababa de terminarla. 2) Que tenemos, si os va ese baloncesto, la oportunidad de disfrutar del baloncesto pro norteamericano en Bilbao, y los precios no son desorbitados, la verdad. 3) Kevin Durant es bueno, sí, muy bueno. 4) Que el Mundial llegará muy animado y disputado a Madrid y Barcelona, auguro. 5) Y que ya están jugando el Real Madrid y el Gran Canaria y, al final, tanto tardar con ésta, no habrá entrada sobre la Copa. 
Ale.

martes, 4 de febrero de 2014

Mirza Teletovic



Bueno, no sé, a mí me tiene cautivado, qué quieres que te diga, cada uno tiene sus debilidades. Siempre confié en que el bosnio podía triunfar en la NBA, igual que estaba convencido, como todo el mundo, que lo iba a hacer Ricky Rubio. Con el catalán la apuesta era sencilla. Con el ex del Caja Laboral parecía más arriesgada, pero no tanto como creer que Arvydas Macijauskas o Tiago Splitter, solo por nombrar dos que vistieron la camiseta del mismo club, podían hacerlo también. Con uno se hubiera fallado, con el otro, cada día que pasa, se encarga de demostrar que se debía confiar en él. 
Quizás es porque Teletovic no solo tiene fuerza, velocidad y buena puntería, si no porque también tiene otra cualidad fundamental para hacerse un hueco en la liga profesional norteamericana. ¿El qué? A mi entender: disposición individual (o individualista, como quieras). Vamos, que, al de Mostar, no le tiembla el pulso, no le asustan los retos, no le hace falta pensar dos veces un tiro, no requiere muchos minutos para ganar protagonismo, tiene el carácter suficiente para fallar, para dejarse llevar por el ritmo de la competición. Le pasan, tira. Falla, vuelve a tirar. Ni estando en el banquillo, deja de buscar el balón.
Llegó a los Nets el año pasado y se pasó gran parte de la temporada calentando el banquillo. Jugó 53 de los 82 partidos y, en esos 53 partidos, apenas contó con 9 minutos de media. Acabó con medias de 3.5 puntos, 1.8 rebotes y 0.4 asistencias. Acabó la temporada habiendo tirado 185 veces a canasta y metiendo 71 de ellas. Compáralo con su última temporada en la ACB: jugó 41 partidos en la temporada local y tiró a canasta 547 veces, convirtiendo, entre triples y canastas de dos, 248 canastas. Estaba claro que para Mirza Teletovic su primera temporada en la NBA había sido un pequeño disgusto. 
Sin embargo, decidió intentarlo otra vez. En principio, porque parecía que le habían convencido de que iba a ser distinto. Así llegamos al 3 de Noviembre del año pasado (o el cuatro, quizás las declaraciones fueron al día siguiente) cuando la prensa española se hizo eco de aquel titular contundente del bosnio: "Odio que me mientan". Los Nets acababan de caer derrotados, y por paliza, ante los Magic. A pesar de la rotunda derrota, Teletovic solo jugó 7 minutos ese día. Eran tiempos en los que contaba con muy pocos minutos e incluso se pasó varios partidos sentado en el banquillo viendo el juego en una posición privilegiada pero dolorosa. 
En total, los Nets están ahora con un récord de 21 victorias y 25 derrotas lo que les coloca en el puesto 7 de la conferencia Este y, por lo tanto, en el play-off por el título. Ayer ganaron por 102 a 108 a los Sixers y la prensa norteamericana continúa alabando el cambio del equipo y se centra en la figura del entrenador, Jason Kidd. El novato levantó pasiones cuando le ofrecieron el cargo, pero estuvo apunto de ser cesado con los malos resultados del inicio de temporada, donde las derrotas se repetían sin decanso. Ahora, como es normal, las críticas se han tornado en elogios. En ese último partido ante los Sixers, Teletovic siguió en el banquillo, pero jugó 28 minutos en los que acabó consiguiendo 20 puntos, 3 rebotes y 1 tapón. Esos números solo dan fe del cambio que ha ocurrido en las circunstancias deportivas del bosnio, que parece haber convencido al entrenador californiano. 
Los minutos empezaron a subir a finales de noviembre, pero, especialmente significativos, fueron los dos partidos consecutivos ante los Lakers y los Rockets. Los dos los perdieron, pero Teletovic disfrutó de 21 minutos contra los primeros y 32 contra los segundos, aprovechándolos para conseguir 17 puntos y 5 rebotes ante los primeros y 18 puntos y 13 rebotes ante los segundos. Desde entonces, sus minutos se han mantenido, ha entrado en las rotaciones e, incluso, ha llegado a ser titular. De los últimos 15 partidos, han ganado 11 de ellos. Y aunque las prestaciones de Teletovic han sido un tanto irregulares, su protagonismo ha crecido, hasta el punto de conseguir números de estrella ante Dirk Nowitzki, con 34 puntos y 6 rebotes, y con siete triples de once intentos que sirvieron para que el bosnio viera su nombre relucir en prensa y con todo merecimiento. 
Los datos son tajantes: los Nets han mejorado y Teletovic tiene tanta parte de culpa como Kidd, aunque de Kidd es también la culpa de que Teletovic tenga culpa, no sé si me entiende. 
Hay algo más categórico, y se lo podemos preguntar a LeBron James. El de Mostar se tomó muy en serio detener un contraataque y James se tomó a mal su celo. La gente se dividió entre los que opinaban que Teletovic se propasó y entre los que insistían en que James es el rey del flopping (ya sabéis, lo de simular o exagerar un contacto). El caso es que Teletovic no se amedrentó: ni en la cancha, ni fuera, aunque lo de fuera, personalmente, creo que estuvo un poco fuera de lugar. Eso sí, los norteamericanos comenzaron a preocuparse por aprender a pronunciar el nombre del alero. 
En una temporada, la de los Nets, que empezó con titubeos y llegó a lo más hondo con aquella horrorosa obra de teatro entre el entrenador Kidd, Tyshawn Taylor y un refresco explosivo, los de Brooklyn están ahora con mejores perspectivas y aspirando a resolver la temporada con algo más de lucimiento. Las lesiones parece que empiezan a respetarles y Paul Pierce y Kevin Garnett, después de llevarse un sentido homenaje en su vuelta al Boston Garden, empiezan a encontrar su sitio. Todo encaja, Kidd bebe con más cuidado y Teletovic ha dejado de hacerle tanta compañía en el banquillo. 
Y a mí me tiene cautivado, igual que lo hizo Pablo Prigioni el año pasado y el próximo, vete tú a saber a quién le toca hacerlo.

Posdata: la foto, como siempre, del buscador de imágenes de google, aunque parece que proviene de planetacb.com

Antonio Augusto Ribeiro Reis Junior



O, mejor, Juninho Pernambucano. Y así lo diferenciábamos de Juninho Paulista, en realidad, Osvaldo Giroldo Junior. El primero nació en Recife, capital del Estado de Pernambuco, si no me equivoco, al noreste del Brasil. El segundo nació en Sao Paulo, capital del Estado de Sao Paulo, si no me equivoco, al sureste del Brasil. Por eso, uno era Pernambucano, el otro era Paulista y los dos Juninho. 
Juninho Paulista se retiró hace unos pocos años, en 2010. Debutó en 1992 en las filas del equipo brasileño del Ituano, del que, por cierto, creo que ahora es presidente. A la temporada siguiente fichó por el Sao Paulo, dio el salto a Europa para jugar con el Middlesborough y llegó al Atlético de Madrid de un Radomir Antic que dos temporadas antes había hecho campeón a los rojiblancos. En su primera temporada, jugó 23 partidos y consiguió cinco goles, en un año muy raro, donde el equipo terminó séptimo en Liga, Christian Vieri acabó de pichichi y se utilizó a un montón de jugadores, algunos tan socorridos o exóticos como el sudafricano Quinton Fortune o el israelí Aviyahu Nimni. En su segunda temporada, su rendimiento mejoró algo más, 32 partidos y 8 goles, pero no los resultados colectivos, en un año en el que acabaron por debajo de la mitad de la tabla y tuvieron tres entrenadores, Arrigo Sacchi, Carlos Sánchez Aguiar y, de nuevo, Radomir Antic. Volvió a su país para jugar en Vasco de Gama y Flamengo, regresó al Middlesborough, jugó en Escocia con el Celtic de Glasgow, volvió a su país y repitió en Flamengo y antes en Palmeiras, se lanzó a la aventura en Australia, jugando con el Sydney FC, y se retiró en el club en el que comenzó y que, como digo, creo que ahora preside. 
Por su parte, Juninho Pernambucano, y por eso viene todo esto, se retiró, como quien dice, ayer. Y cuando leí la noticia creía que me estaban tomando el pelo o que me había quedado dormido dentro de la máquina del tiempo. No sé por qué, hacía a Pernambucano presidiendo equipos como Paulista, más que intentando aún vestirse de corto. Pero así era, porque Juninho Pernambucano, el que, para muchos, ha sido el mejor lanzador de faltas de la historia, aún se resistía a retirarse. Quería hacerlo cuando cumpliera los 40 años, así que se proponía terminar esta temporada y quizás comenzar otra. En cualquier caso, una lesión le ha obligado a recapacitar y adelantar su retirada. En una rueda de prensa en la que no pudo evitar las lágrimas, anunció la decisión y dio por finalizada su dilatada carrera deportiva. Una carrera que comenzó solo una temporada más tarde de que hiciera lo mismo con la suya Juninho Paulista. Mientras éste llegaba al Sao Paulo, Pernambucano debutaba con el Sport Recife. Pronto lo reclamó el Vasco de Gama con el que estuvo unos cuantos años, antes de tomar la decisión más importante de su carrera deportiva, dar el salto al continente europeo y firmar por el Olympique de Lyon. En el equipo de Lyon jugaría durante ocho temporadas consecutivas en las que consiguió memorables actuaciones, jugó casi cuatrocientos partidos oficiales y marcó más de cien goles. Contribuyó a la época más memorable de la historia de este equipo, la de las siete ligas consecutivas, un hito en Francia y probablemente en toda Europa, amén de otros títulos como la Copa y el Trofeo de Campeones y grandes actuaciones en Europa donde sus duelos contra el Real Madrid estropearon los sueños de los seguidores merengues. Con Geoffrey Coupet de portero, el también brasileño Claudio Caçapa en defensa, Juninho Pernambucano en el centro del campo, y primero Sonny Anderson y luego Karim Benzema en punta, los entrenadores Jacques Santini primero y Alain Perrin el último y, por el medio, sobre todo, Paul Le Guen y Gerard Houllier hicieron siete veces campeón a un equipo por el que pasaron jugadores como el malogrado Marc Vivien Foe, Eric Carriere, Jeremie Brechet, Edmilson Gomes, Sidney Govou, Mamadou Diarra, Hatem Ben Arfa, Giovanni Elber, Michael Essien, Florent Malouda, Eric Deflandre, Cris Marques, Eric Abidal, Sylvain Wiltord, Nilmar da Silva, Jeremy Berthod, Patrick Müller, Benoit Pedretti, Fred Chaves, John Carew, Tiago Mendes, Sebastien Squillaci, Anthony Reveillere, Kim Kallstrom, Jeremy Toulalan, Milan Baros, Marc Crosas, Loic Remy o Fabio Grosso. Cuando a finales de 2009 decidió dar por cerrado este exitoso período de su carrera, su compatriota Paulista ya andaba cerca del final, pero a él aún le quedaban fuerzas para iniciar una nueva aventura, esta vez, en la Q-League de Qatar, donde se enrolaría en las filas del Al-Gharafa SC. Tras dos años ahorrando dinero, decidió volver a su país para dar los últimos coletazos a su vida deportiva en el Vasco de Gama, aunque, durante unos meses, se dejó engatusar por los dólares del Red Bulls de Nueva York. 
Así pues, uno empezó en Itu y terminó allí. El otro lo hizo en Recife y acaba en Río de Janeiro. Paulista empezó en 1992 y terminó en 2010. Pernambucano en 1993 y ha acabado ahora, en 2014, dolorido por las lesiones e incapaz de culminar su carrera cumpliendo su propósito de jugar con 40 años. Eso sí, se retira habiendo convertido su nombre en el sinónimo más adecuado de divinidad para los aficionados del Olympique de Lyon y habiéndonos regalado, a todos los que lo somos al fútbol, cosas como éstas (comentario cruel: y Oliver Kahn no quería barreras, ¿no?, pa'l caso):



 Posdata: la foto corresponde al momento en el que se despide en rueda de prensa y he tenido el atrevimiento de cogerla del diario Deia, en cuya versión digital leí la noticia de su retirada.

Samuel Sánchez



Los dos sobre la bocina pero el año que viene ambos estarán en el pelotón internacional. Por supuesto, hablo de el asturiano Samuel Sánchez y del norteamericano Chris Horner.
Al segundo, le ha socorrido Brent Copeland, quien regresaba en Noviembre al ciclismo italiano, después de volver al ciclismo, en general, unos meses antes, cuando aceptó la oferta de el MTN-Qhubeka y dejó atrás sus tres años trabajando para el piloto de Moto GP Ben Spies. Y es que el sudafricano ya trabajó en estas tareas cuando, con tan solo 27 años, el mismo equipo, el Lampre, le dio una oportunidad como ayudante de dirección. Ahora llega con más peso y con la obligación de capitanear la internacionalización de un equipo que ha recibido el apoyo económico de un segundo patrocinador. Tampoco es que se hayan internacionalizado mucho por ahora, pero es verdad que la llegada de Rui Costa, a la que se suma ahora la de Chris Horner, refuerza el poder que el castellano ya se había ganado en el equipo con la ascendencia que empezaban a lograr los Winner Anacona, José Serpa o Rafa Valls.
Por contra, el segundo llega a un equipo que ya tenía de internacional todo, espíritu, negocio y plantel. Samuel Sánchez llega al BMC para ayudar al que hasta ahora era su rival, el australiano Cadel Evans. A última hora, Jim Ochowicz le ha hecho un hueco al exlíder de Euskaltel en una plantilla donde Cadel Evans y Tejay Van Garderen se repartían, hasta ahora, las obligaciones del liderazgo. Dijo Alan Peiper que aspiraban a las 40 victorias esta temporada, y, para ello, Sánchez será un añadido donde, además de los ya mencionados, el equipo norteamericano contará con Phillippe Gilbert, Taylor Phinney, Thor Hushovd, Marcus Burghardt, Greg Van Avermaet o los recién llegados Peter Stetina y Darwin Atapuma.
La sensación, ahora que las incorporaciones ya están cerradas, es que ambos fichajes apuntalan a los dos equipos y que van a sumar mucho en ambas plantillas. Además, su sufrido verano, con tanto problema para encontrar equipo, va a hacer que estos dos veteranos (Samu cumple 36 en dos días y a Horner le falta un embarazo para alcanzar los 43) lleguen a sus nuevos equipos con la ilusión de un neo. El de Oviedo ya lo ha comentado.
Lo que sí queda claro es que, con el desesperado fin de la cuenta atrás que se impuso el asturiano, y su fichaje por el BMC, ya sí que podemos afirmar que es el fin de una época. Ya estaba claro y era rotundo. Euskaltel no iba a volver ni nada parecido le iba a coger el testigo, pero ver a Samuel Sánchez sin el naranja en el torso era como oír que dictan sentencia finalmente. Yo añadiría que oír la despedida con calma de Egoi Martínez ya lo anticipaba, pero bueno, creía que no iba a ver al asturiano ni a Igor Antón felicitándose por encontrar un equipo que no fuera el que ya estaban, qué quieres que te diga. Menos aún, cuando parece que ambos firman para estar al servicio de otros. Supongo que es ley de vida. O de mercado.
Finalmente, la desaparición del proyecto que en su día capitaneó Igor González de Galdeano, se salda con cuatro corredores retirados (Andre Schulze, Mikel Astarloza, Egoi Martínez y Adrián Sáez de Arregi) y otros cuatro que aún mantienen la misma esperanza que mantenía hasta ahora a su antiguo compañero y nuevo fichaje del BMC (Rubén Pérez, Jorge Azanza, Gorka Verdugo y Steffan Radochla). El resto del equipo han conseguido equipo, aunque, para ello, alguno haya tenido que emigrar a lugares tan recónditos para nosotros como el Japón o Chile. El último ha sido Samuel Sánchez, antes lo hizo Igor Antón a Movistar, donde también correrán Ion y Gorka Izagirre y Juan José Lobato (anda que no ha encontrado filón ahí Eusebio Unzue). También en la máxima categoría han encontrado acomodo Mikel Landa, que correrá en el Astaná, y Mikel Nieve, que pasa a convertirse en un escudero de lujo para Bradley Wiggins y Chris Froome en el Sky. Una categoría más abajo consiguieron trabajo Peio Bilbao (en el Caja Rural) y Romain Sicard (en el Europcar). A la última de las categorías profesionales se fueron todos los demás. Al Pino Road chileno se marcharon Pablo Urtasun y Juan José Oroz. Al Efapel portugués, Ricardo Mestre y Gari Bravo. Al Tableware de su país, el griego Ioannis Tamouridis. Al Smart Stop estadounidense se marchó el esloveno Jure Kocjan.  Al Voralberg austriaco volvió Robert Vrecer. Ricardo García se fue al Team Ukyo japonés. Y, por último, tanto el director Gorka Gerrikagoitia, como los corredores Jon Aberasturi y Miguel Mínguez, volvieron a las raíces para reforzar el enésimo intento de Miguel Madariaga con el equipo Euskadi. 
Se sentirá aliviado Samuel Sánchez. Estaba convencido de que aún tenía ciclismo en sus piernas y, tras no fraguar el proyecto de Fernando Alonso (ayer oía hablar a Paolo Bettini, quien lidera la planificación deportiva, sobre cómo va el equipo), ni su fichaje por Colombia o Saxo Bank, veía como podía ocurrirle lo mismo que a sus gregarios (lástima de final de carrera para gente como Verdugo o Egoi quienes se merecían más reconocimiento) y verse obligado a una retirada forzosa. Alguien que el año pasado ganó en el Dauphinè Liberè e hizo entre los quince primeros en Vuelta y Giro (ha quedado ocho veces, a lo largo de su carrera, entre los diez primeros de una grande, siendo pódium en Tour y Vuelta), que ha ganado la Vuelta al País Vasco, el Campeonato de Zurich, la Vuelta a Burgos o la medalla de oro en las Olimpiadas, debía esperarse otro interés, igual que alguien que acaba de ganar una grande, aunque tenga ya 42 años, no creo que se espere verse en el paro cuando ya andan corriendo por Australia, pero así ha sido. Afortunadamente para ellos, han corrido mejor suerte que muchos otros y, al final, han conseguido un hueco en este nuevo ciclismo moderno al que le seguiremos, esta temporada, la pista con cierta sensación de estar fuera de lugar y de que falta algo. Ya veremos cómo va. Por ahora, enhorabuena a los dos por conseguir seguir en activo.