lunes, 28 de abril de 2014

Iñaki Zurimendi



Vamos a ver. Igual voy y me meto en un berenjenal porque la actualidad siempre está sujeta a opinión, y la opinión es un derecho inviolable que, como todos los derechos inviolables, a menudo, es víctima de violaciones premeditadas.
Acabo de ver el vídeo de la rueda de prensa, he hecho un repaso de los comentarios que se han escrito en facebook y me he venido de cabeza al blog por una única razón: no tengo ganas de dormir y mañana madrugo, y mejor que comerme la cabeza y dar vueltas en la cama, escribo, aunque sea del anuncio de despedida de Iñaki Zurimendi como entrenador del Barakaldo Club de Fútbol.
Si hay gente que lea este blog desde sitios que quedan más allá del puente Rontegi, igual se quedan como estaban, porque supongo que la actualidad de un equipo de fútbol de segunda b con poco más de 2.000 socios le importa a, más o menos, esas dos mil personas, algún simpatizante más, un par de curiosos, y a gente como Maldini, el de la tele, que siguen hasta la segunda división de Rumanía. A los demás, que el presidente del club, Alberto Romero, haya comparecido en rueda de prensa hoy para anunciar que Iñaki Zurimendi no seguiría la próxima temporada en la dirección técnica del equipo os importará más bien poco. 
El fútbol es fútbol, que decía Vujadin Boskov, como no, y también es como la vida misma, que seguro que lo ha dicho antes alguien. Y, como en la vida, en el fútbol, la realidad se dibujan en círculos, algunos pequeños, donde nos atraparon a unos pocos, y estos están dentro de otros círculos más grandes que atrapan a más gente metida en otros círculos tan pequeños como el nuestro. Esta teoría, harto ridícula, se me acaba de ocurrir. Y no sirve de mucho, pero a lo bruto, creo que se entiende lo que quiero decir. 
No he dicho mucho. Y lo he dicho más o menos todo, porque la noticia es ésa: que Iñaki Zurimendi, tras tres temporadas consecutivas en el club, y no era su primera experiencia, dejará de ser el primer entrenador del equipo para bien, según explicaban los interesados, tanto del club como del entrenador. Han hablado de fin de un ciclo, de la oportunidad de abrir nuevas vías, y de todas esas cosas que, generalmente, se utilizan en estas situaciones cuando la decisión se toma por mutuo acuerdo. La diferencia es que, esta vez, parecía una opinión sentida y sincera. Ésta es solo la primera de mis opiniones subjetivas, y, probablemente, por qué no, equivocada. 
La segunda de mis opiniones subjetivas es que Iñaki Zurimendi ha sabido despedirse con una educación exquisita y con una dignidad humilde e íntegra. En su última oportunidad de reivindicar su trabajo y defender su figura, Iñaki Zurimendi, con su habitual gesto ausente y distraído, se ha limitado a agradecer la ayuda de todo el mundo, a repasar los mejores momentos, a rechazar la oportunidad de responder a las críticas o buscar justificaciones, y a limitarse a corresponder con gratitud la oportunidad que le dieron de dirigir a un club que, no me cabe la menor duda, siente con la misma pasión y afinidad que puedo tener yo, un socio más, que no conoce su número, y que, desde el principio, reconoce sus limitaciones a la hora de tener opiniones bien formadas y sólidas.
En mi opinión, también subjetiva, y por lo tanto, la tercera, es de justicia reconocer el mérito de un entrenador que, en tres años, ha conseguido ascender al club de categoría y mantenerlo cerca de la escala a la que nos tenían acostumbrados antes del trágico descenso de categoría y de las apreturas económicas que sufrió el club en los años anteriores a la llegada de Iñaki Zurimendi al banquillo y de Alberto Romero y su junta directiva a la oficina. 
En su primer año, consiguió, sin más dilación, el ansiado retorno a la categoría que, por historia, nos parece corresponder, aunque pretendamos aspirar a otra más alta. Dicen que tampoco es tanto mérito, que si lo consiguió a duras penas, que si se sufrió demasiado, que si a eso era lo mínimo que se le podía exigir. A mí, que no conozco el fútbol profesional, tampoco el semi profesional, y que no dejo de ser un aficionado de gustos caprichosos y poco criterio, esas afirmaciones me parecen gratuitas e improcedentes. Ni creo que el club tuviera aquel año una plantilla para exigirle un ascenso sin sufrimiento, ni creo que la tercera división sea una categoría en la que se pueda eludir el sacrificio por decreto presupuestario o por el pedigrí de la montura. 
Al año siguiente, el equipo se mantuvo siempre en las posiciones más altas y, al final, perdió en su duelo con el Lleida por la cuarta posición que daba acceso al play-off. Todo resumido, aunque sea solo simbólicamente, en aquel balón de Joseba Arriaga que se quedó a un centímetro de rebasar la línea de cal y en una tarde de domingo en Logroño que pasará a la modesta historia de este club por significar un momento en el que pareció rescatarse el vínculo sentimental entre la afición y el equipo. Ver la Calle Laurel teñida de gualdinegro es una imagen conmovedora aún, transcurrido el tiempo, para todos aquellos que estuvimos allí aquel día. Nuevamente, hay quien considera que el entrenador se equivocó de táctica, que no eligió a los jugadores oportunos... No sé si lo he dicho ya, si no lo digo ahora, yo no entiendo nada de fútbol, o lo poco que entiendo, no me sirve de mucho, pero creo que para llegar con oportunidades de colarte en la lucha por el ascenso, hay que jugar 37 partidos antes del último, y es imposible que cuando se hace algo mal sea por eso y solo por eso, y cuando se hace algo bien, siempre sea a pesar de. En mi opinión, de nuevo, la plantilla del club, sin querer faltarle a nadie al respeto, daba para exigir justo algo menos de lo que precisamente consiguieron. 
Sobre la temporada que aún no ha terminado, y que será la última de Iñaki Zurimendi en el Barakaldo Club de Fútbol, me parece inoportuno hacer un juicio de valor hasta que no se termine. Probablemente, tampoco sea yo la persona más adecuada para enjuiciar la labor de nadie. En cualquier caso, se comenzó con solidez y optimismo, en parte porque los delanteros parecían tocados por una varita mágica. Sin embargo, el equipo empezó a bajar en tono físico y en eficacia táctica y, poco a poco, se fue alejando de una lucha que, en esta temporada, ha sido despiada y frenética, y aún va a seguir siéndolo en las dos jornadas que faltan. Quizás, esas ilusiones creadas al inicio, sumadas al recuerdo de la temporada anterior, y a las ambiciosas pretensiones que suelen caracterizar al aficionado medio de este club, son las razones fundamentales por las que el optimismo se tornó en pesadumbre, después en impaciencia, y, al final, en exasperación. Por tercera vez consecutiva, y por repetirme no creo que convenza a nadie, en mi opinión, la plantilla del Barakaldo, diezmada, además, por lesiones y una baja a mitad de temporada más importante de lo que parece, podía aspirar a estar donde está, quizás, con algo más de suerte, podría haberlo hecho, tanto lo de aspirar como lo de estarlo, un poco más arriba, pero muy poco. 
He perdido ya la cuenta de las opiniones subjetivas que he escrito hoy, pero voy a añadir una más. Sin ánimo de parecer cansino, que probablemente no solo lo parezca si no que lo sea, repito que sé explicarte lo que es el fuera de juego, recuerdo las hazañas de Pablo Bengoechea en el Peñarol de finales de los noventa y crecí creyendo que Iñaki Moreno sería uno de los mejores jugadores que vería jamás sobre el césped, pero insisto en que no entiendo mucho de fútbol, y como no entiendo, lo digo con la boca pequeña: yo tampoco, como muchos otros socios, he coincidido con muchas de las decisiones que, a lo largo, sobre todo, de las dos temporadas en segunda b, ha tomado Iñaki Zurimendi en su labor de entrenador. Ni las comparto, ni algunas he llegado a conseguir entenderlas. Podría ennumerarlas, incluso con fechas, y estoy convencido de que él conseguiría rebatirme muchas de ellas, si no todas. Con otras, quizás, quién sabe, acabaría por admitir su error. O igual no, y porque yo no tenga razón. El caso es que, por mucho que yo discrepara de algunas de sus decisiones, los números y los hechos son evidentes, cuantificables e irrebatibles. Son interpretables, matizables y están sujetos a opinión, como todo en esta vida que es justo igual que el fútbol aunque sea fútbol de segunda b. 
Por eso, quería dar la mía, que es tan sospechosa y endeble como me he empeñado en repetir desde el principio. Agradecerle el compromiso, el trabajo y la dedicación, que eso no creo que lo dude nadie, yo no lo dudo, por lo menos, aunque hable por referencias y por vagas impresiones, y desearle lo mejor en su carrera. Vendrá otro, durará más o menos, recordaremos su nombre por un tiempo, y luego quizás lo olvidemos. 
Es lo que tienen los berenjenales, sobre todo cuando me meto en ellos, que no veo más que berenjenas y luego no sé cómo salir de ahí, de este diminuto círculo que, por muy pequeño que sea, para los pocos que nos atrapamos dentro, es más grande que Maracaná y más relevante que el Maracanazo.
 No suelo yo terminar con este tipo de tirabuzones, pero, por un día, no va a pasar nada: ¡Aupa Baraka!

Vujadin Boskov




No soy yo muy amigo de escribir entradas que parecen obligadas, pero dada la sequía de estos últimos días, y aunque ahora, respirando a bocanadas, creo que podré encadenar unas cuantas seguidas, quería aprovechar que se habían dado noticias obligadas de cubrir, y romper ya todos estos días de silencio que se alargaban demasiado. 
Por supuesto, las noticias obligadas son luctuosas y, como ya he dejado demostrado en otras ocasiones, no se me da bien ponerme solemne y elegíaco, pero supongo que procede intentarlo. 
He elegido un nombre, pero podía haber elegido el otro. Tanto el fallecimiento de Tito Vilanova como el de Vujadin Boskov son hechos desoladores, sobre todo para sus familias y allegados. La muerte del ex entrenador del FC Barcelona quizás parezca más desgarradora por su juventud, su reciente celebridad y la actualidad de sus logros y sus amistades. Pero solo mencionarlo ya es ridículo: comparar muertes es un ejercicio absurdo y de mal gusto. Con lo que voy a dejar de enredarme y, en mi humilde blog que pocos leen y menos utilizarán para encontrar consuelo, dejo testimonio de mi pésame para todos aquellos aficionados, amigos y familiares que hayan sentido de cerca la muerte de estos dos entrenadores de fútbol. 
Francesc Vilanova, nacido en Bellcaire, Girona, en 1968, tuvo una carrera discreta hasta que, como decía hace unos días en rueda de prensa su amigo y cómplice Josep Guardiola, decidió comerse el mundo junto a éste. Y se lo comieron, que también lo dijo el de Sampedor. Tras salir de la cantera del Barcelona, pasó por Figueres, Celta de Vigo, Badajoz, Mallorca, Lleida y Elche antes de retirarse en la Gramanet. La primera división la disfrutó con los celestes y el resto de su carrera, para este compañero de generación de los Albert Ferrer, Guillermo Amor o Carles Busquets, transcurrió en la categoría de plata. Unos años después de su retirada, decidió aceptar el reto de convertirse en entrenador. Lo hizo a la sombra de Josep Guardiola quien, al poco de retirarse en los Dorados de Sinaloa, aceptó la invitación para entrenar al filial del Barcelona. Un filial en el que estaban Sergi Busquets y Pedro Rodríguez y del que cogería el relevo técnico Luis Enrique Martínez porque Josep Guardiola y Tito Vilanova, al año siguiente, recibían la invitación de Joan Laporta para convertirse en entrenadores del primer equipo y dar inicio, así, a la que algunos consideran, y no mal considerado en mi opinión, la etapa más gloriosa de la historia del equipo blaugrana, una historia que no es corta ni en intensidad ni en años. Dicen que era un estudioso del fútbol y el responsable de la inspiración técnica que definió la apuesta futbolística de este duo de catalanes. Eso dicen, pero mientras fue, fue en silencio, porque Tito Vilanova no aparecía en muchas fotos y, cuando lo hizo, fue por algo desgraciado que lo tuvo como protagonista pasivo, al no encontrar mayor divertimento un entrenador rival que hurgarle en el ojo al de Bellcaire. Sin embargo, cuando el 12 de Abril de 2012 Guardiola dijo aquello de que se iba "con la satisfacción del deber bien hecho", muchos, yo me incluyo, se sorprendieron al saber que el FC Barcelona tomaba la decisión de apostar por el que, hasta entonces, había sido el segundo entrenador, un Tito Vilanova al que muchos no conocieron ni antes ni durante su trabajo junto al entrenador que se marchaba dejando más títulos en las vitrinas que Johan Cruyff. Sin embargo, el de Bellcaire no demostró temor ni reparo a la hora de aceptar el reto ni a la hora de conseguirlo. En la única temporada en la que tuvo la oportunidad de dirigir al equipo, arrancó la Liga de manera fabulosa (la mejor primera vuelta de la historia del club, 18 victorias y un empate) y aprovechó ese arranque para conquistar el título final, el que sería, a la postre, su único título como primer entrenador. En diciembre, ya tuvo que suspender su labor como entrenador para seguir un tratamiento en los Estados Unidos. Le sustituyó Jordi Roura, su ayudante, con el que coincidió en los inicios de su carrera en el Barcelona B. Al final, su enfermedad, le obligó a renunciar a su trabajo como entrenador y el 19 de Julio anunciaba que, a partir de entonces, iba a dedicarse a intentar recuperarse de su enfermedad completamente. Por desgracia, no lo ha conseguido. El pasado 25 de Abril de 2014 fallecía en el Hospital Quirón de Barcelona debido al cáncer de glándula parótida que sufría desde 2011. 
Por su parte, Vujadin Boskov, ex entrenador del Real Madrid, entre otros, fallecía dos días después en Novi Sad a los 82 años, según anunciaba el club que le vió nacer como futbolista, la Vojvodina. Boskov, al que algunos periodistas llamaron "sabio incomprendido", dejó un legado que lo convierte en uno de los creadores del fútbol moderno, según cuentan, por su apuesta táctica (defensa y contragolpe) y su acento en la preparación física, pero, sobre todo, pasará a la historia, como ya sabemos todos, por su "fútbol es fútbol" y tantas otras frases inspiradas que llevaron, incluso, a que se publicara un libro para recogerlas todas. 
Como jugador, se inició, ya lo he dicho, en la Vojvodina, donde prácticamente cumplió con toda su carrera, hasta que ya con 30 años aceptó una oferta de la Sampdoria. Solo estuvo una temporada y marchó a Suiza, al Young Boys, equipo al que marcaría en la fase previa de la Europa League 2009 Iker Muniain para convertirse en el goleador más joven de la historia del Athletic Club. Precisamente allí, en el equipo de Berna, también daría comienzo a su carrera de entrenador porque, como ahora hace Ryan Giggs, Boskov compaginó ambas facetas durante sus dos temporadas en Suiza. 
Al final de ellas, volvió a su país, al equipo en el que se inició como jugador, para entrenarlo durante varias temporadas consecutivas, antes de aceptar el puesto como seleccionador de Yugoslavia. Tras unos cuantos años en Holanda, primero en el ADO Den Haag y después en el Feyenoord de Rotterdam, le llegaría la oportunidad de entrenar en España, aceptando la oferta del Real Zaragoza. Con aquel Zaragoza donde jugaba su compatriota, y luego exitoso entrenador, Radomir Antic, Boskov haría una temporada más que digna porque, según cuentan las crónicas, aunque los resultados no fueran magníficos, la gente disfrutó con el fútbol que proponía y los grandes hincaron la rodilla en La Romareda. Quizás por ello, fue el elegido para entrenar a un Real Madrid, el de su siguiente temporada en España, que había realizado un fichaje de campanillas, el del inglés Laurie Cunningham. El serbio aguantó tres temporadas, que no es poco, y consiguió ganar una liga y dos copas del Rey, que tampoco está mal, aunque quizás fuera muy poco para aquel Real Madrid que aún tenía cercano a Santiago Bernabeu. Cuando le despidieron, aceptó la oferta del Spórting de Gijón para seguir en España, pero, finalmente, inició una larga carrera en Italia que le llevó a entrenar a la Sampdoria, en dos épocas distintas, a la Roma, el Ascoli, el Napoli o el Peruggia. En medio de todos esos años, tuvo un año de descanso que usó para entrenar al Servette en Suiza. Lo de descanso es una ironía. Finalmente, cerró su carrera deportivo entrenando a la Selección de Yugoslavia. De esto, hacía ya casi quince años. 
Ambos, uno con una larga carrera, otro con una que pudo ser, pasarán a la historia del fútbol por distintas razones, todas ellas merecedoras de la atención. Como ya he dicho, no es que entrar a pertenecer a la nómina de mencionados en este blog sea una fuente de orgullo, pero quede como mi humilde homenaje.

jueves, 17 de abril de 2014

Steven Gerrard



Primero fue Raheem Sterling. Aprovechó un buen pase, hizo uso de su cintura, y adelantó a los reds. Después, fue Martin Skrtel quien se alzó sobre el césped, cabeceó hacia atrás, y puso la pelota en el palo que no estaba cubierto. David Silva ayudó a que el follonero del Bernabeu, es decir, Liam Gallagher, fuera feliz, con dos goles, uno de rebote, que empataron el partido para los de Manuel Pellegrini. Sin embargo, Phillippe Coutinho, el joven extremo brasileño que ya pasara por la Liga BBVA, dejó constancia de su calidad para recoger un mal despeje de Vincent Kompany y batir a Joe Hart. Después, expulsarían a Jordan Henderson, pero el Liverpool de Brendan Rogers supo aguantar la presión del Man City y acabó llevándose tres puntos que, a falta de cuatro jornadas, les colocan líderes de la Premiership con dos puntos de ventaja sobre el Chelsea de José Mourinho y siete sobre sus rivales de la última jornada, los mancusianos celestes (quienes, por cierto, me entero ahora, tienen dos partidos más pendientes de jugar). Más lejos, a once puntos ya, quedan sus vecinos y eternos rivales del Everton.

Fundado en 1892, cuando, en 1992, se fundó la Premier League, el club cumplía cien años de historia. Un cálculo matemático para el que no he usado calculadora, que conste. Dos temporadas antes, en la 89-90, los de Liverpool ganaron su último título de Liga, cuando ésta aún se llamaba Football League First Division. Es decir, que los de Anfield Road aún no han ganado la Premier y no celebran un título liguero desde hace casi 25 años.

En una temporada en la que Gary Lineker fue la sensación con sus goles para el Tottenham Hotspurs, el Liverpool le sacó nueve puntos al Aston Villa, su rival en la lucha por el título. Con el escocés Kenny Dalglish de entrenador, los Bruce Grobbelaar, Ian Rush, Peter Beardsley, Steve McMahon, Jan Molby y compañía, formaron un equipo robusto que supo substituir los goles de John Aldridge, quien había salido camino de la Real Sociedad, por los de un jamaicano de 26 años que, a pesar de jugar de extremo izquierdo, se salió con 22 goles, un John Barnes que ahora se dedica a comentar partidos para la ESPN después de que su intento en los banquillos (pasó por el Celtic, la selección de Jamaica y el Tranmere Rovers) no fuera muy satisfactorio. Por cierto, tras aquel último título de Liga, los seguidores del Liverpool no pudieron disfrutar de la que, por entonces, supongo que aún se llamaba Copa de Europa. Aunque el castigo de cinco años para todos los equipos ingleses venció aquel mismo año, el Liverpool contaba con un año más de sanción, desterrado de las competiciones europeas, tras la tragedia del estadio de Heysel.

Son muchos años sin ganar la Liga, se llame como se llame, pero, en todos esos años, los del condado de Merseyside sí han disfrutado de alegrías, títulos y levantamientos de trofeos. En todos esos éxitos, ha estado presente Steve Gerrard, el actual capitán del Liverpool, quien, tras la apretada victoria del fin de semana pasado ante el Man City, no pudo evitar la emoción.

Echando un vistazo hacia atrás, se intuyen tres épocas, marcadas por tres entrenadores. Dejando a Kenny Dalglish atrás, esos tres entrenadores serían Gerard Houllier, Rafael Benítez y, el último, el actual, Brendan Rogers. Con el francés, el Liverpool de Steven Gerrard comenzó a despuntar, volviendo a disfrutar de las victorias y las celebraciones. Su legado y su herencia la recogió el español Rafael Benítez, quien consiguió superar al francés y llevó al equipo a uno de sus mayores logros en la historia del club. Finalmente, Brendan Rogers aún no ha conseguido nada, pero está recuperando los ánimos positivos para deleite de los aficionados que se agolpan en The Kop.

En 2001, al Liverpool lo entrenaba el francés Gerard Houllier y, como muchos recuerdan por aquí, ganó en un partido memorable al Alavés de José Manuel Esnal Mané. Fue en la final de la Copa de la UEFA, en un partido muy emocionante que acabó con un resultado que lo dice todo: 5 a 4. Markus Babbel marcó el primero para los ingleses y después repitió el actual capitán, Steve Gerrard. Iván Alonso recortó distancias para los vitorianos, pero el escocés Gary McAllister volvió a acertar ante Martín Herrera. El delantero valenciano Javi Moreno se cubrió de gloria al conseguir un doblete seguido y lograr el empate. Un empate que rompió Robbie Fowler y que consiguió, de nuevo, Jordi Cruyff. En la prórroga, Delfí Geli, con un gol en propia meta, regaló a los ingleses un gol de oro que cerró aquel partido loco y le dio a los ingleses un título que sabía a gloria.
Al año siguiente, Houllier, con una plantilla formada, en parte, con los jugadores que harían después grande a Rafael Benítez, los Jamie Carragher, Steve Gerrard, John Arne Riise o Dietmar Hamann, y con Michael Owen y Emile Heskey marcando los goles, le quitaron la Supercopa al Bayern Munich de Ottmar Hitzfeld, Bixente Lizarazu, Giovane Elber o Oliver Kahn, además de un Roque Santa Cruz que acaba de jugar contra el Athletic (ya veis cuando empecé a escribir esta entrada). También se llevaron la Charity Shield ante el Manchester United de David Beckam y Ruud Van Nistelrooy, con dos goles marcados por Gary McAllister y Michael Owen. Gerard Houllier, por cierto, se había estrenado al ganar en Febrero una Football League Cup que era el primer título del Liverpool en seis años. Una victoria en los penalties y ante el Birmingham City le daba un título que abrió la época dorada del francés, un anticipo de lo que estaba por llegar poco después.
En 2006, los de Liverpool ganaron la competición más antigua del mundo, la FA Cup. Empataron a tres goles contra el West Ham después de ir perdiendo 0-2. En la prórroga, Steven Gerrard hizo el empate y en los penalties ganaron. Eran los comienzos del Spanish Liverpool de Rafa Benítez, con Pepe Reina y Xabi Alonso en aquel equipo de la final, acompañando a los Sami Hyypia, Jamie Carragher, John Arne Riise, Harry Kewell o Djibril Cissé. Fernando Morientes jugó en la segunda parte. Al año siguiente, con Luis García de titular junto con Pepe Reina, y Xabi Alonso en el banquillo y saliendo desde ahí, Rafa Benítez consiguió también la Supercopa o Community Shield al ganar por 1-2, goles de Riise y Peter Crouch, al Chelsea de José Mourinho, para quienes marcó Andriy Shevchenko.
Esa época y aquel equipo encontrarían su cumbre con la final de la Liga de Campeones del 25 de Mayo de 2005. Benítez y los suyos se presentaban por sorpresa en una final donde les esperaba el Milan que entrenaba Carlo Ancelotti. El Milan de los Marcos Evangelista de Moraes "Cafú", Jaap Stam, Alessandro Nesta, Paolo Maldini, Ricardo dos Santos "Kaká", Gennaro Gattuso, Andrea Pirlo, Clarence Seedorf, Jon Dahl Tomasson o el propio Andriy Shevchenko, casi nada. El Liverpool estuvo liderado por Gerrard, a la sazón nombrado mejor jugador de aquel partido, además de por Xabi Alonso y Jamie Carragher. El partido fue arbitrado por Manuel Mejuto González. Para acabar, el resultado, y también fue un empate: 3-3.

Paolo Maldini, en el primer minuto, adelantó al Milán al rematar desde el punto de penalty un centro bajo. Hernán Crespo, en los minutos 39 y 44, volvería a marcar, el segundo, tras un pase antológico de Kaká. Con aquel resultado, la final parecía cerrada y los sentimientos repartidos entre ambas aficiones, unos llorando de alegría, otros de pena, y las dos esperando a que volvieran del vestuario sus jugadores para confirmar o desquitarse de sus respectivos estados de ánimo. No creo que nadie se esperara, eso sí, la increíble remontada del Liverpool. Los goles de Gerrad, del checo Vladimir Smicer y de Xabi Alonso dieron lugar a una leyenda que aún se cuenta en los momentos de nostalgia que atacan a los aficionados del equipo. Aún hoy puedes encontrar vídeos subrayando la épica de aquella segunda parte que dejó helados a los aficionados italianos y extasiados a los ingleses. Todavía se discute sobre lo que pasó en aquella charla. El propio Rafa Benítez, años después, desmintió mucha de la poesía que se escribió a raíz de la remontada. De aquel “Daos la oportunidad de ser héroes” que se empezó a rotular en las camisetas conmemorativas, se pasó a la explicación técnica y mucho más flemática que recordaba el propio Benítez. Dijera lo que dijera, tuvo efecto, y, a aquel título, sumarían, después, la Supercopa de Europa que ganaron con los goles de Djibril Cissé (aún juega en el Bastia, por cierto), y Luis García en la prórroga y ante el CSKA de Vagner Love y Yuri Zhirkov.
Si pasaron seis años desde el último título hasta aquel que abrió la época de Gerard Houllier, más o menos, el mismo tiempo ha pasado desde aquella exitosa temporada de 2006 hasta que, en 2012, los reds volvieron a ganar la League Cup 2012 o Carling Cup. De nuevo en los penalties, primero empataron a dos contra el Cardiff City de Malky Mackay y luego lo arreglaron en la tanda fatídica. El entrenador era, de nuevo, el escocés Kenny Dalglish, quien había entrado temporalmente por Roy Hodgson, y, ya, se quedó con el equipo, logrando, además, el subcampeonato de la FA Cup, pero ocupando una decepcionante octava plaza en la Liga, lo que le costaría el puesto.
Su hueco lo cubrió Brendan Rogers y el norirlandés que consiguió que el Swansea City se convirtiera en el primer equipo galés en jugar la Premier, antiguo ayudante de José Mourinho, parece llamado a tomar el relevo de Houllier y Benítez y devolver la euforia a la grada, y los trofeos a la estantería.
A falta de cuatro jornadas, y tras derrotar en la última al Manchester City de Manuel Pellegrini, el Liverpool es primero con dos puntos de ventaja sobre el Chelsea de José Mourinho y siete sobre el Manchester City, los otros dos candidatos. El eterno rival, el Everton, ya queda a 11 puntos de distancia en el cuarto puesto.
El próximo domingo visitan al Norwich City, decimoséptimo a dos puntos del descenso, después de que el sábado el Chelsea haya recibido al Sunderland, último, a siete puntos del Norwich City. El 27 de Abril, domingo, ambos se jugarán, probablemente, el título en un duelo mortal. Quedará, eso sí, otra jornada más en la que el Chelsea recibirá al Norwich City y el Liverpool visitará Selhurst Park para despedirse ante el Crystal Palace del galés Tony Pulis. E, incluso, una última. En ella, el Chelsea tendrá que rendir visita al Cardiff City y el Liverpool recibiría en Anfield Road a un Newcastle United que, dirigido por Alan Pardew, ha hecho una temporada regular, ocupando un puesto cómodo en la media tabla, gracias, en parte, a los goles de Demba Ba y Papiss Cissé.
Brendan Rogers cuenta con un equipo joven que promete más aún de lo que ya está consiguiendo. A los Simon Mignolet, Martin Skrtel, Glen Johnson, Daniel Agger, Kolo Touré o Iago Aspas, se les unen un buen puñado de jóvenes jugadores que han empezado a aportar desde ya. Phillippe Coutinho, a sus 21 años, ya ha pasado por el Vasco de Gama, el Inter de Milán y el Espanyol, y sigue demostrando su enorme futuro en Liverpool. Pero hay más jóvenes rápidos en este equipo, como el inglés de origen jamaicano Raheem Sterling quien, a sus 19 años, es una de las nuevas sensaciones de este equipo. Otros nombres importantes son los del nigeriano Victor Moses, 23 años, el inglés Jordan Henderson, también de 23 años, los mismos que tiene el galés Joe Allen o el defensa inglés Martin Kelly. Uno más tiene Daniel Sturridge quien, de hecho, es ya una realidad en la delantera del equipo inglés. Sus 20 goles y su internacionalidad así lo demuestran. 21 años tienen Jon Flanagan o el sevillano Luis Alberto Romero, quienes también forman parte de la primera plantilla del equipo que dirige Brendan Rogers. Y aún quedan más, más talento de la cantera del Liverpool que espera su oportunidad. Alguno de ellos ha contado con minutos esta temporada, aunque fueran pocos, otros están cedidos y algunos esperan en el equipo de reservas que llegue su oportunidad. Son los Joao Carlos Teixeira, Jonjo Shelvey, Andre Wisdom, Krisztian Adorjan, Michael Ngoo, Brad Smith, Jerome Sinclair, Jordan Rossiter, Danny Ward, Cameron Brannagan, Samed Yesil, Lloyd Jones, Conor Coady, Jordon Ibe, Fabio Borini, Oussama Assaidi o los que conocemos mejor por aquí, Tiago Ilori y Jesús Joaquín Fernández, "Suso". Todos ellos invitan a pensar que los resultados de esta temporada, sumados a todos estos proyectos, pueden augurar una nueva etapa de éxitos que no celebrarán solos, claro, igual que caminan.
Por su puesto, en toda esa lista de jugadores, he dejado sin nombrar a dos, el delantero uruguayo Luis Suárez, y el capitán del equipo, el inglés Steven Gerrard. El primero, con su velocidad, su remate y su carácter agresivo y enérgico, ha conquistado a los aficionados del Liverpool que sospechan que pueden quedarse huérfanos de su talento si siguen llegando suculentas ofertas. Sus 29 goles son una de las razones del éxito del equipo de Brendan Rogers. Pero lo mismo se puede decir de la temporada del capitán Steven Gerrard. Hablamos de alguien que lleva jugados 665 partidos con este club y ha marcado 173 goles. Alguien que ha protagonizado los mayores éxitos recientes del equipo y que pasará a la historia del mismo con galones. Una historia en la que, por cierto, ya relucen jugadores tan famosos como los ya nombrados Ian Rush, Kenny Dalglish, Bruce Grobbelaar, Michael Owen, John Barnes o Robbie Fowler y otros que también han dejado huella como Kevin Keegan, Ronnie Whelan, John Toshack, Steve McManaman, Fernando Torres, Ray Clemence, Phil Neal, Alan Hansen o Graeme Souness. Este año, el de Merseyside, apunto de cumplir los 34 años, está realizando una temporada magnífica: 13 goles y 10 asistencias relucen en sus estadísticas.

Se cumplían 25 años de la desgracia de Hillsborough este fin de semana. La afición pudo celebrar el sentido homenaje a las victimas con una victoria que parece recuperar las ilusiones de grandeza de una afición que, durante este tiempo, ha permanecido fiel al equipo. Quedan cuatro emocionantes jornadas para saber si Brendan Rogers es capaz de coger el relevo de Kenny Dalglish, Gerard Houllier y Rafael Benítez. Desde que el escocés lo consiguiera hace 25 años, ni el español ni el francés consiguieron repetirlo. Ya va siendo hora de que la Premier League añada el nombre del Liverpool FC a la vistosa lista de vencedores. Eso lo digo yo, otros preferirán que los ganadores vistan otros colores. Hace tiempo que dejé atrás aquello de tener más equipos que el que verdaderamente te quita el sueño (en mi caso, son dos, que ya es un número exageradamente amplio). Cuando éramos pequeños, teníamos tantos equipos favoritos como deportes, categorías, países y vete tú a saber. Supongo que era un testimonio de nuestra necesidad de encontrar una identidad y definirnos. O puede que no, puede que simplemente fuéramos aburridos. El caso es que eso quedó atrás, y ahora ya tengo bastante con mostrarle cariño a papá y mamá, pero aún queda cierto sentimiento, llámalo como quieras, por el que, si tienen que ganar los azules o los rojos, ya puestos a elegir, se me va la fiebre con el colorado.

Por cierto, ayer hubo una final. Jugaron unos a rayas con otros de un color inmaculado. Ganaron estos, los segundos. El partido fue un peñazo con algunos arrebatos de lucidez. Me aburrí como una ostra, sin perla, y acabé por cabecear un par de veces. Es todo el resumen que puedo añadir, por mi parte, después de madrugar para acercar al amigo de las asics al aeropuerto, trabajar durante nueve horas consecutivas con un pequeño descanso para comer tristemente mi ensalada de pasta con la oficina en penumbra, volver cargando como un sherpa, aparecer por Lasesarre, desesperarme en la primera parte, ilusionarme en la segunda, y resignarme al final, y seguir andando con la carga en la espalda hasta llegar a casa quince horas después de haber salido. A pesar de todo eso, por supuesto, puedo hacer un resumen mejor de la Copa del Rey, pero, ni merece la pena, ni me apetece hacerlo. Así que, fin.  

domingo, 13 de abril de 2014

Wouter Poels





Ba zen ordua, ezta? Ia egunero hiru hizkuntza erabiltzen ditut eta hirurek merezi dute leku bat blog honetan. Ez dakit zenbat urte daramadan idazten, baina oraindik bat baino ez dut erabili. Elkarrizketak egin ditudan bakoitzean, ingelesa erabiltzeko aukera izan dut, baina, orokorrean, beti gaztelaniaz idazten dut.
Euskal Herriko Itzuliaren aurtengo edizioa nahiko berezia izan da. Oraindik, etapa bat korritzeko falta da, baina, ia bukatutzat eman dezakegu (egia esan, bukatu da jadanik). Pixka bat arreta ipini gabe jarraitu dut nik 2014ko edizioa eta horrexegatik pentsatu nuen aukera aproposena izango zela erabiltzen dudan hirugarren hizkuntza, hau da, euskara, behingoz estreinatzeko blog honetan. Eta hor nabil. Hau dena esanda, beste gauzatxo bat esan nahi nuke. Ziur nago akats asko egingo ditudala, orduan, jarraitu baino lehen, barkamena eskatzea gustatuko litzaidake. Ahalik eta ondoen egiten saiatuko naiz, baina, bada ez bada, hasieratik esango dut hau ez dela hobeto erabiltzen dudan hizkuntza.
Ordiziatik atera aurretik, ematen zuen aurtengo edizioa oso lehiatua izango zela. Txirrindularien zerrenda luzea eta oparoa zen: Andy Schleck, Alberto Contador, Alejandro Valverde, Carlos Betancur, Rui Costa, Michal Kwiatkowski, Damiano Cunego, Mikel Nieve, Mikel Landa, Tony Martin, Samuel Sánchez… Txapeldungai asko eta errepidea, urtero bezala, aldapaz gainezka; ibilbidean, abenturak eragiteko aproposa diren hainbat leku. Euskal Herriko Itzuliak urtero errepikatzen du gonbidapen berbera; diferentziak txikiak izango direla, estrategia ezberdinak proposatzeko aukera ugari izango direla, eta mota ezberdinetako txirrindulariek irabazi dezaketela ziurtatzen du urtero itzuli honek. Aurten, ia eredu berbera izan dugu (egia esan, Xabier Usabiagarekin bat nator, nik ere uste dut diseinu aldatzeko parada heldu dela; berak proposatu zuena, erlojupekoa hasieran egiteko eta gero gailurretan diferentziak babestea, niri ere ideia ona deritzot). Oraindik, erlojupeko lehia geratzen da, baina irabazteko aukera izaten duten artean diferentziak ez dira batere handiak.
Hala ere, aurten bi izan dira txirrindulari sendoenak: Alejandro Valverde eta Alberto Contador. Carlos Betancur oso goiz joan zen etxera eta Rui Costa ez dago sasoi onenean. Txirrindulari guztiak, Valverde eta Contadorren parean, pasu bat atzerago omen daude. Haien arteko lehia zorrotza izan ere, pixka bat deskafeinatuta izan dela uste dut, gehiago espero genuen; nik neuk, behintzat, gehiago espero nuen. Dena den, urtero gertatzen den bezalaxe, txirrindularitza erakargarria ikusteko aukera izan dugu. Lehenengo etapan gertatu zena, Ordiziaren inguruan dastatu genuen lehiaketa, promes handia bihurtu zen; Arrate jendez gainezka ikustea beti atsegina da. Michael Matthewsen geroaren lekukoa izatea beti da txirrindularitzaz gozatzeko aukera ona. Romain Sicardek rola berria izaten du eta gustura ikusten zaio rola horretan. Wouter Poels garaile ikustea interesgarria izan da (horregatik, berari emango diot sarreraren izenburua emateko ohorea). Roman Kreuzingerren lanak eta Mikel Landaren borrakak txirrindularitzaren kemena azpimarratzen dute. Tony Martiren erakustaldia ederra izan zen.
Alabaina, esan dudan bezala, gehiago espero nuen; bereziki, atzo. Ben Swiftek oso ondo jolastu zituen bere kartak, baina, pittin bat gehiago espero nuen. Ez dakit zer gertatuko den gaur, baina, burutik ezin dut kendu José Ángel Gómez Marchantek irabazi zuen edizioa. Ematen zuen Alberto Contador eta Samuel Sánchezen arteko borroka izango genuela eta bat-batean inork espero ez zuena agertu zen. Michal Kwiatkowski oso gertu dago, baita Jean Christophe Peraud, biok oso ondo ibiltzen dira erlojupekoetan, eta Marchanteren testigua eramateko aukera izaten badute ez dut uste galduko dutenik.
(Hau dena, atzo idatzi nuen. Gero, ez nuen astirik izan sarrera argitaratzeko. Gaur, badakit nork irabazi zuen erlojupekoa eta nola geratu zen azken sailkapena. Hala eta guztiz ere, atzokoa uztea erabaki nuen, zeren horrela ikus dezakezuen zer gutxi dakit nik txirrindularitzaz eta zer txarra naiz ni pronostikoak egiten. Derrigorrez esan behar dut Alberto Contadorren garaipena izugarria izan dela. Bera izan da txirrindulari gogorrena eta berak merezi zuen irabazlea ateratzea.)
Ez dago esaterik aurtengo edizioan izan dugun gauza bereziena Euskaltel-Euskadiren maillota koloretsua ez ikustea izan dela. Laranjako gizonek pelotoian jarraitzen dute. Ez dira denak, baina askok bai lanpostu berri bat lortu dute. Haien motibazioa eta grina oso inportantea zen karrera honetan. Caja Ruralekoak saiatu dira rola hori hartzen: Omar Frailek “meta volantes” irabaziko du eta Amets Txurrukak jarraituko du bere legenda lehiakorra handitzen. Ez dakit nola azaltzen, baina, hainbeste urte jarraian etxeko taldea Euskal Herriaren errepideetan ikusi eta gero, oso arraroa egiten zait kolore hori ez ikustea tropelean. Txirrindulariei ere arraroa egiten zaie, baina, ziklismoak aurrera jarraituko duela, hori, denok dakigu. Orain, Mikel Landak, Mikel Nievek, Beñat Intxaustik edo Izagirre anaiek beste kolore batzuk izaten dituzte haien maillotetan baina orain ere afizioaren animoak jasotzen dituzte. Egia esan, txirrindulari guztiek jasotzen dituzte animo horiek.
Denboraldiak aurrera egiten du. Pasa den asteburuan, Fabian Cancellararen txanda izan zen eta berea izan zen erakustaldia emateko ordua, Johan Van Summerenek bere bizitzako susto handiena jaso zuen, Michelle Cound lagun berriak egiteko estrategi berria erabiltzen hasi zen, eta Alejandro Valverdek Nafarroan azkenean Gran Premio Miguel de Indurain berriro antolatzeko dirua aurkitu zutela ospatu zuen. Astean zehar, Euskal Herria kolorez bete da, mendi tontorretan, ibar estuenetan, hirien erdigunetan… Jendea kalera atera da eta txirrindularitzak aurrera jarraituko duela ospatu dute. Krisia dela eta ematen zuen hartu ditugun kolpeak jasanezinak izango zirela, baina kirol hau maite dugunok badakigu, datorrena datorrela, maldak beti izango ditugula, batzuetan gora, besteetan behera, baina beti maldak eta beti txirrindulariak igotzeko prest.

jueves, 10 de abril de 2014

Marcin Gortat



Ya no quedan más que tres, cuatro partidos para que acabe la liga regular y los puestos de playoff están prácticamente decididos. 
Quedaba una breve pero intensa lucha por los últimos puestos de ambas conferencias, pero los equipos se han ido descabalgando poco a poco. Sin embargo, aún quedan algunos que se están enfrascando en una lucha sin cuartel por alcanzar los últimos puestos que dan acceso a la lucha por el título nacional.
En concreto, por el este, Marc Gasol y sus osos de Memphis intentan incorporarse al pelotón del éxito y mantienen un enconado duelo con los Phoenix Suns, aunque incluso Dallas Mavericks o Golden State Warriors podían ser los que perdieran su plaza. Ahora mismo, en el Oeste los Warriors de Stephen Curry ocupan la sexta posición con 48 victorias y 29 derrotas, así que aún les faltan por jugar 5 partidos. Las mismas victorias, pero 31 derrotas, con lo que solo les quedan tres partidos para terminar la liga regular, se encuentran en la séptima posición los Dallas Mavericks de Dirk Nowitzki. Justo en al borde del precipicio están los Phonexis Suns de Goran Dragic con 47 victorias y 31 derrotas, es decir, que aún tienen que jugar 4 partidos más. Por último, el aspirante, como ya he dicho, son los Grizzlies de Marc Gasol que tienen, en su haber, 46 victorias, 32 derrotas, y cuatro partidos por delante para adelantar a los Suns o a cualquiera de los otros y acceder a los play-off por el título. 
El calendario ha dejado duelos directos que acabarán por decidir esta lucha entre los equipos de California, Texas, Arizona y Tennessee. Todo se habrá decidido para el miércoles 16 de Abril. En estas últimas jornadas, Phoenix Suns tendrán que jugar ante Dallas Mavericks y Memphis Grizzlies y estos dos últimos también se enfrentarán entre ellos, con lo que, probablemente, en estos duelos y entre estos tres equipos se jueguen la clasificación. Los Warriors tienen más partidos pendientes y solo se enfrentan a un rival temible, Portland Trail Blazers, aunque, últimamente, andan un poco de capa caída. En principio, y si aspiran a jugar play-off, deberían superar su duelo por partida doble contra Denver Nuggets y los partidos ante unos Lakers y nos Wolves que no se jugarán nada. Aunque, precisamente eso, puede convertirse en un arma de doble filo. 
En la conferencia este, la lucha por entrar en el play-off por el título está mucho más acotada. Solo quedan dos candidatos, Atlanta Hawks y New York Knicks, y los primeros tienen una ventaja de dos victorias sobre los segundos. A los dos les quedan cuatro partidos para terminar la temporada regular. Los Hawks de Mike Budenholzer se enfrentarán a los Brooklyn Nets, Miami Heat, Charlotte Bobcats y Milwaukee Bucks. Los New York Knicks tendrán que vérselas contra Toronto Raptors, Chicago Bulls, Brooklyn Nets y, de nuevo, los Toronto Raptors. Sobre el papel, y es mi opinión, los de Mike Woodson lo van a tener muy difícil. Dos duelos en cuatro partidos con unos Raptors que se han convertido en uno de los equipos más sólidos del campeonato, junto con la visita de un Joakim Noah que está que se sale y el duelo vecinal contra los pupilos de Jason Kidd, y teniendo en cuenta que prácticamente solo les vale un pleno y tienen que esperar que los Hawks fallen, auguran que en New York tendrán que esperar a que la mano de Phil Jackson de resultados a partir de la temporada que viene. 

Entre los clasificados, por el Este, los Indiana Pacers y los Miami Heat aún luchan por apoderarse del primer puesto de la conferencia. De lejos, les siguen dos de los equipos más eficaces de esta temporada, unos Toronto Raptors a los que se les ha halagado por su juego combinativo y su intensa defensa, y unos Chicago Bulls a los que no les sobran méritos después de haber tenido que superar una nueva lesión de su estrella Derrick Rose. Jason Kidd consiguió levantar a sus Brooklyn Nets y los ha metido en play-off. Los Charlotte Bobcats de Steve Clifford y los Washington Wizards de Randy Pittman se disputan los puestos sexto y séptimo empatados a victorias. Al Jefferson, Kemba Walker y Gerald Henderson han sido los mejores de unos Bobcats donde sigue jugando Bismack Biyombo y Michael Kidd-Gilchrist se ha mostrado un poco irregular. Por los Wizards, mención especial para los jóvenes John Wall y Bradley Beal y para los veteranos Trevor Ariza, Nené Hilario y un Marcin Gortat que se ha hecho dueño de la pintura de los capitalinos. 

Por el Oeste, parece que los Spurs de Gregg Popovych no dejarán escapar el primer puesto igual que Kevin Durant, segundo en discordia, dejó escapar hace unos días su récord de partidos consecutivos anotando más de 25 puntos. Los Clippers de Blake Griffin y Chris Paul se mantienen en una tercera plaza de la que será difícil quitarles, aunque Houston y Portland van al rebufo. En los Spurs sigue mandando la vieja guardia mientras Kwahi Leonard gana galones. Kevin Durant mantiene su propósito de convertirse en la gran estrella de la liga y los Thunder de Oklahoma City le rodean de buenos argumentos para que su figura resalte más. Los Clippers se han tomado revanchas históricas esta temporada con una campaña regular donde, pase lo que pase, siempre podrán esbozar una sonrisa después de las contundentes victorias ante sus eternos rivales de metropoli (23 puntos de diferencia en Abril ante los Lakers, 36 puntos de diferencia en Enero ante los Lakers y, sobre todo, 48 puntos de diferencia en Marzo ante los Lakers). En Houston, James Harden y Dwight Howard tienen al equipo donde todo el mundo esperaba y serán un rival difícil para cualquiera, igual que lo serán unos Blazers que empezaron muy fuertes, pero, en las últimas jornadas, han perdido fuelle, sobre todo, por los problemas físicos de algunos de sus jugadores, especialmente las lesiones que han mantenido fuera del equipo a LaMarcus Aldridge. Los últimos compañeros de aventura de todos estos acabarán saliendo de los que ya os he comentado anteriormente. 

Sobre los que se quedan fuera, decepcionante temporada de unos Lakers donde los rumores son tan habituales como los viajes en avión. Al final, Phil Jackson decidió aceptar otro reto, Pau Gasol no se fue a ningún lado y Kobe Bryant se pasó toda la temporada lesionado. El último nombre en salir ha sido el de John Calipari, pero, lo único cierto, es que los dueños del equipo angelino se están planteando seriamente despedir a Mike D'Antoni antes incluso de que termine la temporada, lo cual, desde mi punto de vista, no tiene ningún sentido a estas alturas. Los Wolves de Ricky Rubio no han sabido, una vez más, aprovechar el talento de un Kevin Love que se hace querer por los Lakers. Dicen que el sobrino de Mike Love quiere marcharse a la costa oeste y los Wolves tendrán que saber sobrevivir a esta pérdida si, al final, se produce. Hay quien duda de la continuidad de Rick Adelman mientras otros siguen confiando en el futuro del base catalán y del pivot Nikola Pekovic. De los demás que han quedado fuera, más o menos, se esperaba ese rendimiento. Quizás alguien esperase más de unos Denver Nuggets donde JaVale McGee se ha perdido prácticamente toda la temporada y Kenneth Faried ha estado un poco más flojo de lo esperado.

Pero, puede que no sea el momento de sacar conclusiones. Aún queda la parte más importante de la temporada y se alargará. De momento, una semana más para decidir quién celebra por anticipado el éxito de la temporada y, después, a empezar a vender nuevo merchandising sobre las eliminatorias final. Si apetece, ya lo repasaremos por aquí. 

Por cierto, a falta de un candidato en concreto, va la nominación de la entrada para Marcin Gortat aunque no sea más que por resaltar la buena temporada del polaco, quien, tras su cambio de equipo, de Arizona a la costa este, se ha asentado en la zona de la DC con 13 puntos y 9 rebotes por partido, amén de protagonizar uno de los momentos más curiosos de la temporada emulando (y contando con la colaboración de) a Rajon Rondo y colándose en las reuniones de sus rivales (la foto también corresponde a la jugada y apareció así publicada en abc.com):


martes, 8 de abril de 2014

Shabazz Napier



Con sus muñeca vendada y la cintura electrificada, Shabazz Napier le ha dado a Kevin Ollie su primer título de la NCAA, el cuarto título en la historia de los Huskies de UConn. Su nombre, pasa a estar a la altura de los Kemba Walker, Ben Gordon, Emeka Okafor o Richard Hamilton. El escolta de Conneticut consiguió 22 puntos, 6 rebotes, 3 asistencias y 3 robos, se clavó un par de triples lejanos que solventaron los problemas de su equipo en ataque y, sobre todo, encontró a DeAndre Daniels al final del partido para certificar la tristeza de Randle y los hermanos Harrison. 
El primerizo Ollie le ganó la batalla al veterano Calipari, gracias a los ya mencionados Napier y Daniels, y al buen trabajo del tercero en discordia, un Ryan Boatright que maneja, defiende y tira desde la bombilla sin que le tiemble el pulso. 
Fue, como no podía ser de otra manera, una final intensa. Con un Julius Randle que intentaba hacer valer su fuerza en la pintura para los Wildcats y un James Young que, a sus 20 puntos y 7 rebotes, añadió, para los resúmenes, eso que tanto les gusta a los americanos, un mate inyourface de los que ilustran pósteres. Colorido en las gradas, jóvenes pinturrajeados en las primeras filas, Bill Clinton en la zona vip y una resaca en Arlington, Texas que ha dejado a los perros de trineo muy cerca de convertirse en el equipo más fuerte del baloncesto universitario en el siglo XXI, ya que, con este título, son tres desde que falló el efecto 2000, más otra final four, dos elight eight más y un sweet sixteen.
Antes de que ocurriera todo eso, en las semifinales, los de Kevin Ollie ya se hicieron con el protagonismo absoluto al dejar a Billy Donovan y sus gators fuera de una final que parecía haberles reservado ya un sitio fijo. En el otro lado, los Wildcats de Kentucky dejaron sin guinda el pastel de Bo Ryan en Wisconsin. DeAndre Daniels fue el gran protagonista de la semifinal entre los de Florida y los de Conneticut y con sus 20 puntos y 10 rebotes secó el rendimiento de sus rivales en la pintura, Patric Young y Casey Pather, quienes, aún así, fueron los mejores de un equipo el de los Gators donde decepcionó Scottie Wilbekin. En la otra eliminatoria, un triple de Aaron Harrison le dio la victoria a una Kentucky donde, a pesar de los tiros exteriores de los gemelos (escasos en esta ocasión), los mejores fueron James Young, Julian Randle y el pivot Dakari Johnson. Frank Kaminsky estuvo un poco más apagado, pero, en los badgers, fueron muchos los jugadores que hicieron un buen papel y mantuvieron al equipo de Bo Ryan hasta el final: Ben Brust, Sam Dekker, Traevon Jackson, Bronson Koenig, Duje Dukan...
Desde ayer, la prensa norteamericana anda a la caza de Kevin Ollie. Dicen que su presencia en los banquillos estaba destinada al fracaso. Al fin y al cabo, Ollie se encontró con una herencia mordida. Jim Calhoun, toda una institución en UConn, se jubilaba y dejaba al equipo con una año de sanción sin poder jugar la parte más importante de la temporada por los bajos índices de graduación entre sus atletas. Con la plantilla marchándose a firmar contratos profesionales o aceptando otros programas, Ollie se encontró con un equipo diezmado y un programa sospechoso y todos pensaron que su periplo sería corto y resbaladizo. Sin embargo, alcanzó la final de la AAC, donde perdieron ante Louisville y todos los especialistas comentaban que Kevin Ollie lo tendría difícil para llevar a los Huskies más allá del Elite Eight. 
Lo hizo. 
Y ahora toca escribirlo con ese toque tan distinguido que huele a cinnamon y barras y estrellas y que tanto gusta entre la prensa deportiva americana. Shabazz Napier, entre lágrimas y confetti, también tendrá su narrativa dramática. Pero lo han hecho. Han dejado por detrás a todos los demás y, cuando nadie contaba con ellos, se han llevado un título que sabe a gloria, a revancha y a promesa.

Por cierto, y dejando a un lado los rumores sobre el posible fichaje de John Calipari por Los Ángeles Lakers, la gran noticia de la semana en la NCAA es que Doug McDermott, estrella de Creighton, ha sido elegido ganador del trofeo Naismith al mejor jugador del año, uno de los premios más prestigioso del baloncesto universitario norteamericano y que, desde que se creara y lo ganara Lew Alcindor allá por 1969, ha sido recibido por jugadores como Pete Maravich, Bill Walton, Larry Bird, Ralph Sampson, Michael Jordan, Patrick Ewing, David Robinson, Tim Duncan, Kevin Durant, Blake Griffin o Anthony Davis, solo por nombrar a unos pocos. Estar en esa lista es todo un reconocimiento y un augurio de lo que le espera este verano al hijo del entrenador de Creighton. 

Por cierto, con todo esto, dejo ya de un lado las entradas sobre el baloncesto universitario. Creo que la cobertura de este año ha sido demasiado intensa. Creighton hizo que me ilusionara y se me subió la gloria a la cabeza antes de que ocurriera. Después, ya me dio un poco de palo dejarlo. Ya no escribiré más, a no ser que se sucedan las buenas nuevas en torno a la figura de la estrella de la universidad católica de Omaha. Regresaremos, probablemente, con el draft, y veremos, finalmente, quién se lleva el número uno. Todo apunta a que será una lucha entre el blue devil Jabari Paker y los dos de Kansas, Andrew Wiggins y Joel Embiid. Parece que, entre los diez primeros, eso sí, estará la promesa australiana por la que suspiran los Lakers, Dante Exum, nuestro compañero de andanzas Doug McDermott y algún otro talento que ha sido nombrado en estas páginas como Julius Randle o Marcus Smart. Lo contaremos, digo yo, y si no lo digo, reviento. 
Enhorabuena a todos los huskies, siberianos o conectiqueses. 

Posdata: la foto, habrá cientos como ésta o parecidas, pero esta la he encontrado en el buscador de imágenes de google y parece proceder de sports.yahoo.com