miércoles, 18 de marzo de 2015

David Duckenfield



Hoy he decidido comer en el bar. Tenía ganas de largarme y dedicarme a leer la prensa deportiva, desconectar. Al cruzar la esquina he entrado en el quiosco y he comprado un periódico deportivo. He leído los titulares antes de terminar el pincho. Estaba terminando la coca-cola, cuando me he puesto a leer la letra pequeña. Me ha sorprendido ver que en un brevísimo aparte, casi sin darle importancia, hacían mención de una noticia que no me ha encogido el pecho porque estaría exagerando gratuitamente, pero ha llamado mi atención. Decía, escuetamente, que David Duckenfield, máximo responsable del dispostivo policial en el estadio Hillsborough de Sheffield el 17 de Abril de 1989 se había declarado culpable de las 96 muertes que tiñeron de rojo, del rojo del Liverpool y del rojo de la tragedia, las gradas de Leppings Lane. 
Cualquier aficionado del mundo reconoce los nombres de Heysel y Hillsborough, además de algunos otros cuyo recordatorio nos hacen hablar más bajo. 96 personas fallecieron aquel día en las semifinales de la FA Cup que disputaban el Liverpool y el Nottingham Forest. La historia es conocida y no hace falta volver a resumirla, pero lo haré muy brevemente: el graderío ya estaba repleto de aficionados del Liverpool, pero muchos se apiñaban aún en el exterior, queriendo entrar dentro. Según ha reconocido ahora Duckenfield, él mismo decidió abrir uno de los túneles de salida para facilitar la entrada de esos aficionados y resolver la aglomeración. El resultado fue que aquellos hinchas entraron de cabeza a la grada que ya estaba repleta y apisonaron a los aficionados que habían entrado antes. 96 personas fallecieron y 766 tuvieron que ser atendidas. Las imágenes dieron la vuelta al mundo. A raíz de este trágico suceso, el gobierno de Margaret Thatcher promulgó el "Football's Spectator Act" que, en su momento, pretendía que todos los aficionados solicitaran un carné especial para acceder a los estadios en los que su club jugara como visitante, medida que, finalmente, no se puso en marcha. Sin embargo, entre otras medidas, la que sí se tomó fue la que dio fin a las gradas de pie en los estadios de fútbol británicos. 
Los datos sobre el proceso judicial y la investigación posterior se han alargado hasta el día de hoy, y continúan. La investigación del juez Taylor tuvo lugar poco después de que ocurrieran los hechos, pero, aunque se llegó a la conclusión de que el error principal que desencadenó la tragedia fue el fallo en la gestión policial, también se apuntó a otros factores como a la condición etílica de los aficionados, factor que el juez, eso sí, consideró secundario. Las consecuencias de esta primera investigación tuvieron impacto por el llamado Informe Taylor que originó una serie de pautas de seguridad para los estadios de fútbol, entre ellas, la que ya hemos mencionado y que eliminó los graderíos de pie. Los familiares de los fallecidos en la tragedia siguieron, sin embargo, luchando por un mayor esclarecimiento de las causas. 
En 2012, hubo otra investigación dirigida por un comité independiente que pudo contar con evidencias y documentación nueva. Se concluyó que hasta 41 de las 96 muertes pudieron haber sido evitadas con una mejor cobertura médica y que los seguidores del Liverpool no tuvieron ninguna culpa en el desencadenamiento de la tragedia. El primer ministro David Cameron se apresuró a pedir perdón. Ahora, 25 años más tarde, una nueva investigación ha conseguido que David Duckenfield, a sus 70 años, se reconozca como responsable único de aquella tragedia. 
El contenido de la audiencia ha sido revelado en prensa y transcrito palabra por palabra. El ex jefe de la policía contestaba con un lacónico sí cuando se le preguntaba si tomar la decisión de abrir aquel túnel fue la causa principal de las dramáticas consecuencias posteriores. En la misma (os recomiendo ir a las fuentes, y leerlo por vosotros mismos mejor que oír cómo lo reescribo yo) audiencia, Duckenfield reconocía haber pasado por una depresión que ocultó por sentir que era una derrota personal y que reconocerse culpable de todas estas muertes había convertido a esta experiencia en el peor momento de su vida. Anteriormente, según explican las crónicas, solicitó el perdón de los familiares de las víctimas y reconoció que haber rechazado la confesión durante años podía haber provocado en los familiares de las víctimas una mayor ofensa y aflicción. 
Ya hace unos años, la investigación del Comité Independiente de Hillsborough demostró que hasta 164 testimonios de testigos fueron alterados por la policía. Primero en los años 90 pero también más recientemente, el periódico The Sun tuvo que retractarse de su cobertura mediática por, precisamente, dar pábulo a algunas fuentes que insistieron en condenar a los aficionados. Aún siguen sin esclarecerse con exactitud la gestión de la tragedia por parte del gobierno de Margaret Thatcher pero, lo que está claro, es que ha habido que esperar 25 años para que David Duckenfield confiese lo que parecía estar claro desde el día en que sucedió. 
Hoy he decidido que me vuelvo pronto para casa. Así que, tras haber aprovechado unos minutos para tomar un café antes de marcharme y dar el día laboral por terminado, creo conveniente cerrar esta entrada confesando que no tengo un conocimiento exhaustivo de la investigación ni de los datos de lo que ocurrió el 17 de Abril de 1989 en el viejo estadio de Hillsborough en Sheffield. Todo lo que aquí he comentado es información fácilmente accesible en internet, sepas inglés o no, y aunque no me haya tomado la molestia de señalar las fuentes, error que no corregiré pero confieso. No puedo hacer juicios de valor ni pretender dar lecciones de moral, ni me compete ni puedo, pero sí me atrevo a desear que la confesión de Duckenfield haya traído la poca paz y descanso que, a estas alturas, pueden ya disfrutar los familiares de aquellas 96 personas. Lo que la confesión haya proporcionado a Duckenfield, 25 años más tarde, si es que le ha proporcionado algo, solo soy capaz de imaginármelo, y me temo que con una imaginación demasiado literaria, así que me la ahorro. Ponerse de pie en una grada sin asientos ha quedado para nuestros recuerdos en blanco y negro, pero la memoria de aquel día, incluso para los que nos supuso una experiencia lejana y un tanto ajena, debe servir para convencernos de que el fútbol, para todos, solo debe ser una afición que nos tomemos muy en serio y que proporcione disgustos sin tragedias de este calibre. 

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