sábado, 23 de mayo de 2015

Alberto Romero



Casi un año después de la primera, entrevistamos de nuevo a Alberto Romero. Cuando lo hicimos en Julio de 2014, era presidente del Barakaldo Club de Fútbol. Ahora, por lo menos, le siguen llamando "Presi". Pero ya no es presidente. Dice que la decisión la tenía tomada desde Enero, pero que "muy poca gente lo sabía".

En Mayo de 2011 Alberto Romero y su plancha ganaban las elecciones a la presidencia del Barakaldo Club de Fútbol por un apretado margen de votos a favor. De los 738 abonados que votaron aquel día, 398 le votaron a él. 329, a su contrincante. Tras casi veinte años en Segunda división B (a día de hoy el Barakaldo lidera la clasificación histórica de 2ªB con 1509 puntos en 29 temporadas), el equipo había descendido a la tercera división al terminar en última posición la temporada 2010-2011, con 24 puntos y una dolorosa racha de 26 partidos sin ganar. Al mismo tiempo, el club seguía sosteniéndose débilmente, tambaleado por una deuda apremiante que incluso hizo temer por la viabilidad del club. 
En ese contexto tan poco favorable, Alberto Romero decidía aventurarse y se presentaba como una opción fiable para dirigir un club del que había sido socio durante muchos años y al que había animado desde la grada sur. Su juventud hizo dudar a algunos, pero el equipo acabó con el sufrimiento de la tercera en el espacio de tiempo más corto, consiguiendo el regreso a segunda B en una calurosa tarde de Junio en Águilas, Murcia. Con el regreso a la categoría y la deuda menguada, el equipo logró devolver el entusiasmo a una afición que soñó con alcanzar el play off de ascenso en aquel partido de Las Gaunas que movilizó a trece autobuses repletos de aficionad@s. No se consiguió, y tampoco la temporada siguiente, en la que el equipo acabó octavo. Un puesto más arriba, séptimo, ha quedado clasificado en esta temporada recién terminada. Se llegó con opciones matemáticas de play off hasta la última jornada, pero, una vez más, y con otro entrenador encabezando un proyecto que sí reconoció desde el principio la aspiración, el equipo se quedó a 3 puntos de conseguirlo. 
En lo económico, la directiva de Alberto Romero encaró su gestión con una deuda de 185.000 euros que heredaba de la anterior junta. Cerraron su primer año con una rebaja de 100.000 euros en el déficit y sanearon el club antes de abandonarlo. Había un tercer objetivo cuando comenzaron su administración, y éste era el de "unir a la masa social". En una carta que el propio Alberto Romero firmaba un día antes del trascendental partido de vuelta en Águilas, escribía lo siguiente: "De niño tuve un sueño, ser Presidente del equipo de mi pueblo. Cuando lo conseguí, me centré en otro, unir nuestra masa social, a día de hoy, humildemente creo que lo hemos conseguido." En Noviembre de 2013, el club anunciaba que, cinco años después se volvía a superar la cifra de los 2.000 socios. En los últimos dos años, al menos tres nuevas peñas (Bultza Taldea, Avispero Sur, Cañoneros Oro & Negro) oficializaron su entrada en el grupo de colectivos de animación del club. 

Parece mucho, pero todo eso, y más, ha ocurrido desde que un nervioso y emocionado Alberto Romero celebraba con una rueda de prensa su victoria en las elecciones de 2011 y hasta que hace solo unos días era manteado en su regreso a la grada sur. Algunas cosas ya las repasamos en julio de 2014, otras aparecerán por primera vez en esta nueva entrevista.

"Bueno qué, empezamos cuando quieras." Me lo suelta así. Llevamos diez minutos hablando de otras cosas. Yo me estoy quedando congelado en una terraza donde parece que se reúnen todas las corrientes de aire. A él se le ve con ganas. "No he preparado nada," le advierto, y para demostrárselo, saco unos folios en blanco y un bolígrafo: "Esto es lo que traigo." Decidimos pedir otro par de cervezas y se encarga él de pedir. Cuando vuelve, no se me ocurre mejor forma de empezar. 

- Bueno, supongo que lo primero que he de preguntarte es, ¿por qué no? ¿Por qué no te has presentado a la reelección?
- La decisión estaba tomada desde Enero, aunque muy poquita gente lo sabía

Se alarga en la explicación, pero, en realidad, da vueltas a un argumento único. Habla de "desgaste". Utiliza expresiones como "no me veía con fuerzas" o "cuatro años son muchos." A veces, habla en primera persona del singular, otras en plural. Sinceramente, se le ve aliviado. Habla con soltura y sin vértigo. Se le ve convencido de la decisión. Poco después me confesará que el último año se le ha hecho largo, pero no parece que haya ningún asomo de arrepentimiento en sus palabras. 

Puestos a preguntar por todo y por todos, le insisto con el plural que antes utilizaba. Le digo que, desde fuera, ha podido dar la sensación de que había habido muchos vaivenes y cambios en su junta directiva. "Los que normalmente suele haber", me contesta, "esto quema", concluye. Yo le insisto:

- ¿Cuántos empezasteis?
- Doce. 
- ¿Y cuántos quedásteis hasta el final?

Le lleva un tiempo hacer la cuenta, y me contesta, no muy seguro: "4". 

- ¿Y 4 de 12 no son muchos?
- Lo normal. Es muy jodido encontrar gente. 

Le pregunto por la dimisión del vicepresidente Rodro Domínguez, al que él mismo califica como "mi mano derecha y parte de la izquierda." Le comento que hubo gente que no entendió que Rodro Domínguez fuera en su plancha, habiendo estado en la junta directiva de Miguel Acero, anterior presidente, pero no duda al responderme: "Eso es porque no conocen a Rodro. Yo me preocupé por conocerle primero. Tenía claro que venía en la plancha sí o sí. También había que saber cómo sufrió él en aquella otra junta." Metidos en harina, le pregunto por qué se marchó, aunque quizás eso debiera preguntárselo a Rodro Domínguez, no a él, pero Alberto Romero tiene el pulso firme, "no, ya te lo cuento yo":

- Porque no estaba de acuerdo con una decisión mía. Que en realidad no fue una decisión mía, fue de Boluka

Aprovecho que hemos pillado ritmo, y le pregunto por Jorge Portillo "Boluka", secretario técnico hasta que decidió dimitir. "Y Boluka, ¿por qué se fue?" Tampoco esta vez necesita pensarse la respuesta: "Porque no se entendía con el entrenador. Él entendía que iba a estar a disgusto y decidió irse." La salida de Boluka ya estuvo bien cubierta en prensa y los protagonistas dieron sus explicaciones. No quiero insistir, y, de hecho, él también parece cansado del tema. Le oigo cerrarlo mientras me cuenta algo que ya le leí en prensa: "Yo le insistí hasta cuatro veces, que se lo pensara, pero lo firmó." Y con firmar se refiere a su dimisión. 

Tras aquella dimisión hubo reacciones críticas para con la gestión del club. Algunas de esas críticas se fueron acrecentando o afilando con el paso de los partidos y la marcha deportiva del equipo, que no acababa de convencer a una parte del público. La mayoría de las críticas se centraban en la figura del entrenador, Axier Intxaurraga. Decido preguntarle por las críticas y hacerlo también sobre sus entrenadores. Le comento que algo significativo es que no ha cesado a ninguno de los dos entrenadores que ha tenido y que ha demostrado bastante fidelidad con sus apuestas: "No nos ha ido mal, creo." Las posturas críticas también las asume con naturalidad: "En Barakaldo, se va a criticar a todos los entrenadores del mundo." Durante unos cuantos minutos, divaga para explicar esa última afirmación. Él mismo acaba por frenarse, "estoy perdiendo el hilo". Habla de la afición del Barakaldo a la que califica de "muy muy muy muy dura, que no quiere decir mala." Repasa una vez más la realidad del Barakaldo actual y la perspectiva histórica, todo para concluir que no es lo mismo el Barakaldo de finales de los setenta y el que se presenta ahora en el siglo XXI: "algunos aún viven en los mundos de Yupi."

En realidad, las críticas no hace falta que se las hagan, ya las hace él:

- Creo que este año ha sido un fracaso, y creo que el primer culpable fui yo.
- ¿Por qué?
- No hemos estado a la altura. El primero quizás yo. Pero hemos fallado todos. Empezando por el presidente, pero también los jugadores y el entrenador. Teníamos plantilla para estar en play-off.
- ¿Qué le tienes que reprochar al técnico?
- Nada, simplemente, que no ha cumplido con el objetivo. 
- ¿Estuviste cerca de cesarle en algún momento de la temporada?
- No. Bueno, no, sí. Hubo un momento, pero no fue un día puntual, un partido puntual, fue una mala racha y me lo planteé, pero tampoco hubo ultimátum ni nada por el estilo. 
- ¿Fue tras volver de Cuenca?

Sonríe.

- No. 
- ¿Hablamos de Cuenca?
- Hablemos de Cuenca. 

Cuenca. 56.000 habitantes, capital de provincia. El Conquense ha descendido este año a tercera. Han quedado en último lugar con 30 puntos (7 victorias en 38 partidos). Una de esas victorias fue contra el Barakaldo. Los gualdinegros visitaban La Fuensanta como líderes del grupo, habiendo ganado cinco partidos, con once goles a favor y cinco en contra. Ocho recibirían aquella tarde de Mayo. 8-1. El Conquense era 17º con nueve puntos, a solo tres de librarse del último puesto. 8-1. Hablemos de Cuenca: "No estuve en Cuenca. Aquel día lo seguí por la radio, en el móvil. Con el sexto gol lancé el móvil al suelo, no sé cómo no se rompió. Me fui a dar una vuelta y luego me contaron que al final habían sido ocho." No hace falta que le pregunte nada para que siga hablando: "Al día siguiente bajé al vestuario. Bueno, no, al día siguiente, no porque les dieron dos días libres. Cuando volvieron a entrenar, bajé al vestuario. Ha sido la primera y única vez que he bajado al vestuario para echar una bronca. He bajado en otras ocasiones, para animar, para hablar de algún asunto práctico o de algún tema burocrático, pero a echar una bronca solo en aquella ocasión."

- Y, ¿qué te dijeron?
- Nada. Los jugadores nunca hablan. 
- ¿Y el entrenador?
- Tampoco, nada. Solo hablé yo. Ellos me escucharon. Sé que luego tuvieron una charla de una hora, pero yo ya no estaba allí. Los vestuarios son sagrados.

Elijo yo el siguiente punto de conversación: la cantera. Le explico que mi sensación personal es que la cantera del Barakaldo ha tenido una visibilidad durante sus cuatro años que no había sentido anteriormente y que me da la sensación de que los resultados son positivos. El equipo juvenil se mantendrá en la máxima división de esta categoría el próximo año, luchando con rivales como el Athletic o la Real Sociedad. Él afirma con la cabeza y menciona también al deporte escolar. Eso sí, resume desde el principio: "Yo este apartado lo delegué completamente. Entendí que tenía que ser así y delegué en Aitor Mouriño. Es un mundo muy complicado." Y lo repite: "Muy complicado." Y añade: "Es muy complicado, mientras sigamos siendo convenidos." Tiro de ese hilo: el Athletic. Y ya, de paso, lo uno a otro que hasta ahora no le había mencionado, el de la nueva directiva que lidera Orlando Sáiz. 
En entrevista a El Desmarque Bizkaia el pasado mes de abril, el actual presidente del club afirmaba su intención de reforzar las relaciones con el Athletic y convertir la relación con el club de Bilbao en un "tema prioritario". En relación con la cantera, Sáiz afirmaba lo siguiente: "Somos vizcaínos, nuestro segundo equipo es el Athletic, el primero el Barakaldo, pero nuestro club de referencia es el Athletic, eso lo tenemos clarísimo. Vamos a potenciar nuestro fútbol base para que el Athletic pueda tener también cierta estructura." Sonríe cuando le comento estas palabras, pero es tajante: "De la nueva junta, no voy a hablar." Sobre el convenio con el Athletic, sí lo hace: "No tengo quejas. Siempre que se lo hemos pedido, han echado una mano. Si les pedíamos que nos adelantaran el dinero del convenio, lo hacían." Otro asunto es el deportivo. Dice que cree que Mario Barco no vino antes porque el Athletic consideraba al Barakaldo "un rival directo," e insiste con el dato: "este año no hemos tenido ningún cedido." Me comenta que cree que con la economía saneada, el club podría plantearse "ser independiente" (y se refiere al convenio de colaboración con el Athletic), pero, para mantener la economía saneada, el club necesita ingresos. Parte de esos ingresos, provienen del Athletic. Otros, de los patrocinadores. Los menos, de las instituciones. 

- Pregúntame por las instituciones, anda
- En la primera entrevista ya lo hice, y no me dijiste gran cosa. 
- Era presidente, no podía hablar. Si dices algo que no les gusta oír, el que sale mal parado es el Barakaldo
- Pues háblame entonces. ¿Qué tal la relación con el Ayuntamiento?
- Yo he flipado. He hecho todo lo posible pero no he tenido éxito. Ha sido bastante triste. Lo del Ayuntamiento ha sido de traca. Yo entiendo y considero que lo ideal sería que los clubes no recibieran ni necesitaran ayuda pública, pero, si me prometes, cumple. Si me dices que me vas a dar algo, hadlo. En Enero, les insistí: "Me voy a ir, por favor, me gustaría dejar al club con las cuentas claras. Ingresad el dinero que me habéis prometido antes de que me vaya." Y volví a insistir. A día de hoy, no tengo datos. Cuando yo me fui, la partida del ayuntamiento aún no había llegado. He tenido que oír que íbamos a cobrar el doble y...
- ¿Y la diputación?
- En la diputación hay un fijo, se reparte y ya está. No hay más que rascar. La sensación que te queda es que para la diputación, en Bizkaia, solo existen dos clubes: el Athletic y el Bilbao Basket.

Tenía ganas de decirlo. Se lo noto. Y yo tengo ganas de terminar con lo negativo, cambiar de tercio. Le recuerdo las cosas que, en líneas generales, todo el mundo parece acordar que ha hecho bien: el déficit finiquitado, el equipo con nuevas aspiraciones y unir a la masa social. Es decir, lo que él mismo se planteaba cuando empezó su mandato. Sin embargo, puntualiza: "Me queda la espina del play-off." Y yo también le apostillo: "Y yo lo de la masa social unida, tampoco lo veo tan claro." Me lleva la contraria: "Yo creo que sí, que un poco sí que hemos acabado con esa tradición de los dos bandos." Hablando de bandos, vuelvo a insistirle con la junta que le coge el relevo. Le hablo de "modernizar" y me explico. En entrevista a Deia el pasado 13 de Mayo, Orlando Sáiz explicaba que con modernización (un término que utilizaron durante la presentación de la plancha y en varias entrevistas) se refería a "un club más moderno en lo empresarial." Le pregunto ahora a Alberto Romero si ellos no han sido modernos, si tiene la sensación de que su gestión económica no ha sido empresarial. Su contestación es rotunda: "Son habas contadas. Al final, es como llevar la economía de una casa. Nosotros no hemos tomado riesgos. Ojalá con esa táctica empresarial obtengan un millón de euros pero es complicado." Y no entra más al trapo. Pero yo le insisto, le digo si él tiene la sensación de que en algún momento han improvisado o no han sido profesionales. "No", contesta. Le pregunto por el traspaso de Jon Ander Garrido. Me contesta igual de expresivo: "Esa temporada hubo tres traspasos de equipos de segunda B a otros equipos: el Barakaldo fue el club que más dinero ingresó."

Ya estamos llegando al final y yo me estoy quedando congelado. Alguien me pide fuego y aprovecho para encenderme un cigarrillo. Alberto Romero vuelve a encargarse de pedir otro par de cervezas. Cuando regresa con ellas, ya tengo la batería final preparada y se la suelto, sin prisa pero sin pausa:

- No vas a ser el presidente del centenario. 
- Bueno, qué se le va a hacer. Sí que me hacía ilusión, pero bueno. Quería ser presidente del Barakaldo y lo he conseguido
- ¿Te ves volviendo a serlo?
- Seguro. 

Me quedo sorprendido por la rotundidad. Y él me lo aclara:

- Es uno de mis objetivos y volveré a ser presidente del Barakaldo. Cuando me jubile. Me quedo con la sensación de que algo más podía haber hecho. Y quiero volver a intentarlo algún día.

No me esperaba una respuesta tan taxativa, pero, como en el resto de la entrevista, Alberto Romero parece convencido y convincente. Tranquilo, aligerado. Volver a la Sur le ha sentado bien. Lo hizo durante el segundo tiempo del último partido de esta temporada en Lasesarre. Su familia le acompañó. Después del reconocimiento que su junta directiva recibió a pie de campo, aprovechó para fotografiarse con su familia junto a la portería de sur: "Ya estamos buscándole un marco para que mi madre la cuelgue en casa." Se detiene para recordar cómo le recibieron y mantearon en sur ("Eso me lo esperaba, al fin y al cabo, son mis amigos."), pero también lo que sucedió mientras la junta entrante reconocía la labor de la saliente a pie de campo: "Ver a la tribuna oeste aplaudiendo... eso... no me lo esperaba del todo. Me sentí muy orgulloso." A partir de aquí, tiene claro lo que va a hacer: "Celebrar los goles, lo echaba mucho de menos."

Puestos a cerrar, intento sacarle alguna conclusión. Estas entrevistas no llevan titulares, pero intento sacarle alguno, que cerremos estos cuatro años. Y parece tenerlo claro: "Ha sido una experiencia de puta madre, un máster." Eso sí, hace unos segundos me confesaba, finalmente, que se sentía muy aliviado al haberlo dejado: "Ahora duermo, duermo muy bien." Con la experiencia terminada, aprovecha para sacar pecho: "Pensaba que iba a ser más duro."

- ¿Estás contento con lo que has hecho?
- Yo estoy contento. Me queda la puyita del play off pero... estoy contento. 
- Me confesaste en la primera entrevista que, en su día, estuviste apunto de echarte para atrás, ¿dudaste alguna vez de ti?
- Si me presenté en su día, es porque creía que estaba preparado. Eso sí, creo que lo he hecho mejor de lo que esperaba. 
- A partir de ahora, ¿vas a ver al Barakaldo de manera diferente?
- Sí, ahora veré al Barakaldo de manera diferente. 
- ¿Ya eres consciente de la perspectiva histórica?
- Sí, sí...
- De que estarás en los libros, de que saldrás en la wikipedia...
- Sí, sí, en parte lo hice por eso, por estar en la historia del Baraka.

La primera vez que hablamos, hablamos de la mano de Txemi Talledo, del remate de Joseba Arriaga, del empate en La Coruña... Ahora hablamos del palo contra el Getafe B, de la goleada en Cuenca. Los dos, entre risas, convenimos que, como decía nuestro amigo en común Raúl Luceño, es cruel ser del Barakaldo. Le pregunto que qué le debe al Barakaldo y me contesta: "Qué nos debe el Barakaldo, mejor dicho. Joder, qué poco nos da." Pero a él, al parecer sí le ha dado algo: "con 41 años he cumpido mi sueño." Cumplir sueños no es algo fácil de conseguir. Ni con 41 ni con la edad de jubilación, pero, precisamente cuando llegue a ella, parece que Alberto Romero intentará conseguir que se cumpla un nuevo sueño para él, y también tendrá al Barakaldo como protagonista: "y encima, estoy convencido de que volveré a ser presidente del Barakaldo." Dicho por segunda vez. Y no le tiembla la voz. 

Quizás, pienso, no le tiembla, porque tampoco le tiembla el pulso. Sonríe. Habla con calma. Cuando terminamos, decidimos ir a otro sitio y seguir hablando, de todo un poco, de su vida, de la mía, del Eibar, de coches, de música, de una llamada de teléfono de Emilio Butragueño y hasta de aquel segundo equipo que dijo, en la primera entrevista, que abandonó cuando se convirtió en presidente. Y de todo ello hablamos con la misma cercanía y naturalidad con la que hemos hablado del club del que los dos somos socios, como otros dos mil vecin@s de la ciudad en la que los dos vivimos. Sin que le tiemble la voz ni el pulso. Y quizás no le tiembla porque Alberto Romero ha visto cumplido su sueño cumpliendo con la realidad. Ha empeñado su palabra y su esfuerzo para demostrar que la emoción y la pasión no van reñidas con la gestión y la administración. Quizás no haya sido moderno, pero ha sido efectivo. Ha vestido camisetas de The Clash y Porco Bravo mientras demostraba que la autogestión también es un ejercicio de seriedad y rigurosidad. Que no hace falta corbata, y sí que hace falta ser fiel a uno mismo. No le tembló el pulso ni la voz. Muchos desconfiaron de su juventud, de su inexperiencia, de sus camisetas y de sus compañeros de viaje, pero entre las muchas maneras de juzgar a una persona existe una que no falla nunca: él puede mirarte directamente a los ojos, con el pulso firme y la voz rotunda. No hace falta mucho más.

Y sí, cuelgo la misma foto que colgué hace once meses. Lo hago porque sigue teniendo la misma importancia que ya tenía entonces y porque no deja de ser una buena metáfora. Sigue siendo el mejor recuerdo que Alberto Romero guarda de sus cuatro años como presidente del Barakaldo. Y empieza a ser historia. Igual que él. Una de esas historias que lleva la hache puesta porque tiene mucha humanidad.

sábado, 16 de mayo de 2015

Mike Budenholzer



He esperado hasta las finales de conferencia para hablar del play off por el título de la NBA. Lo sé, y, además, aún queda un partido, el duelo fatídico que dirimirá el último clasificado. 
Si no he hablado antes, no lo neguemos, ha sido por vagancia. La vagancia tiene definiciones diversas que dependen de las excusas, pero no voy a daros las mías. El caso es que no he hablado y por eso tampoco se ha parado la competición, claro. 
Ahora que tenemos tres de cuatro, dejadme que os diga que tengo dos sensaciones genéricas sobre este play off de la NBA. Las dos sensaciones son confirmaciones de impresiones personales y un tanto generales que no hay que tomarse muy en serio. Una, que este deporte, en lo que compete a la NBA, parece cada vez más cuestión de actuaciones individuales. Dos, que los protagonistas de esas actuaciones juegan siempre en la línea exterior. No hace falta que justifique una opinión tan ridícula y personal, pero lo diré: ya hablamos en su día de la importancia que ha ganado el tiro exterior en este deporte, y no solo en la NBA, y no deja de ser significativo que uno de los protagonistas, si no el gran protagonista, de esta temporada, sea un Stephen Curry al que no deberíamos definir solo por su tiro exterior, pero no deja de ser su gran arma. Hoy se hablaba de que en el último partido ante los Memphis Grizzlies, consiguió el mejor triple del año, desde la línea exterior que defendía y aunque no fuera ganador. Además, creo que también es simbólico que su equipo (y si él es el protagonista de la liga, también lo es su equipo, que no alcanzaba las finales de conferencia desde no recuerdo ya el año) esté dirigido por un Steve Kerr que, durante sus años como jugador, definió su juego en esta faceta específica. Y, por supuesto, ya hemos demostrado que los nombres individuales marcan esta competición cuando podríamos definir cada eliminatoria con dos nombres. Si no es el de los ganadores: LeBron James, Stephen Curry, o bien Blake Griffin y Chris Paul o bien James Harden, es el de los perdedores, Derrick Rose, Marc Gasol, Paul Pierce, John Wall o bien Blake Griffin y Chris Paul, o bien James Harden. 
Por supuesto, y ya lo he dicho desde el principio, lo que digo no son más que conclusiones de amateur y generalizaciones quebradas, y no he pronunciado hasta ahora el nombre del que encabeza la entrada y el de su equipo, los Atlanta Hawks. Y es que si algo define el que los Atlanta Hawks hayan alcanzado las finales de conferencia después de casi tanto tiempo como los de la costa oeste que mencionábamos antes, es el nombre de su entrenador y el juego de equipo. Ayer, en el partido definitivo ante los Wizards de Wall y Pierce, los Hawks tuvieron a tres jugadores por encima de los 20 puntos y a un cuarto que hizo 13. Además, este que hizo trece, Al Horford, repartió cuatro asistencias que fueron 20 en total, solo una más que su rival, pero simbólicas del juego colectivo, con constantes traslados del balón desde la línea exterior hasta la zona y vuelta atrás que están caracterizando el juego de los de Atlanta. Por ello, Budenholzer, antiguo colaborador de Gregg Popovych, está siendo el nombre propio de una franquicia en la que, por cierto, en el equipo técnico del entrenador de Arizona, también encontramos a un viejo conocido de la ACB, Neven Spahija. 
Dicho todo esto, resumamos. La final de la conferencia este la jugarán los Atlanta Hawks y los Cleveland Cavaliers. Los Cavs se deshicieron de unos Bulls que no supieron solventar la baja repentina de Pau Gasol ni el juego físico de los de Cleveland. Lástima del quinto partido, en Ohio, donde los Bulls abrieron muy bien la contienda pero el criticado entrenador Tom Thibodeau se vio incapaz de darle solución a la inspiración de la línea exterior de los rivales, con un inspirado Iman Shumpert, amén de LeBron James y los demás. Kyrie Irving sigue renqueante y Kevin Love no volverá, pero todos confían en la inspiración de un LeBron James que alcanza cotas de protagonismo solo accesibles para jugadores de béisbol en blanco y negro. En frente, los ya comentados Hawks de Budenholzer. Bien dirigidos por un minúsculo pero escurridizo Jeff Teague, las armas de los de Georgia llegan desde todas las zonas del campo. Si no es Teague, es su reserva, el alemán Dennis Schroeder, mientras agazapado espera el tirador más puro de la competición, un ex de Creighton, Kyle Korver, veterano y depurado, que ha bajado un poco su rendimiento en play offs. Dentro, Paul Millsap se faja y Al Horford demuestra su calidad e inteligencia. Y quedan más, el protagonista del duelo ante Paul Pierce, el melenudo alero DeMarre Carroll y un banquillo donde Kent Bazemore, Pero Antic y el ex de Obradoiro, Mike Muscala, ponen minutos de descanso llenos de tensión y compromiso. Fue curioso ver, lo digo en serio, como en el resumen de las mejores jugadas del partido definitivo entre los Hawks y los Wizards, casi todas las canastas de los Hawks venían precedidas de bloqueos y combinaciones y no terminaban en un mate. 
Para la otra final, la del Oeste, habrá que esperar al duelo a muerte que enfrentará en el Toyota Center de Houston a los Rockets contra los Clippers. Los Clippers han tenido en su mano una clasificación más temprana, en parte gracias al buen rendimiento de Blake Griffin y un Chris Paul que aún saborea su canasta épica ante San Antonio Spurs en la anterior eliminatoria. DeAndre Jordan, JJ Redick y Matt Barnes completan un quinteto que no pudo parar a James Harden y Dwight Howard en el sexto partido. Si todo el mundo se fija ahora en Stephen Curry no es sin mérito del de Akron, pero sí es porque se olvidan de la tremenda temporada que está haciendo la barba más famosa de California y de Texas, un James Harden que a elegante no le gana nadie sobre la cancha y que se empeña en ganar también una eliminatoria de lo más vibrante. Veremos quién se clasifica. Allí les estarán esperando los Warriors de Oackland. Kerr ha conseguido equilibrar un equipo de jugones que no conseguía convertir en victorias el talento de una línea exterior aún muy joven. Klay Thompson tuvo sus momentos cumbres esta temporada pero todo el protagonismo recae en un Stephen Curry que ha convertido sus partidos en clínics de tiro exterior y dribblings. Sin embargo, con ellos dos solo no se podría ganar. Hay que destacar la aportación del joven Harrison Barnes, de un Andrew Bogut que ha sabido reconvertir su rol en el campo y del eficiente Draymond Green. El quintento titular de los Warriors tiene 25'8 años de media, lo que permite hacer cábalas sobre el futuro de un equipo donde los veteranos aportan desde el banquillo, ya que la veteranía de los Andre Iguodala, David Lee, Leandro Barbosa o Shaun Livingston, otrora jugadores que aspiraban a titulares y protagonistas en sus equipos, es el secreto que guarda Kerr junto a su silla. 
No había hablado hasta las finales de conferencia, lo sé, y aún no están cerradas, también lo sé. Igual que sé que bastante he escrito ya así que mejor buscamos una foto para ilustrar y lo deamos aquí.

Vassilis Spanoulis



Que el griego ha nacido para ganar, parece una boutade. Si me hubieras preguntado cuando yo tenía 16 años, a quien le daría el balón para marcarse un Jimmy Chitwood, te hubiera dicho que a Nikos Gallis. Ahora, te diría que le pasaría el balón, sin dudarlo, a Vassilis Spanoulis. Griegos. Parece que nunca les tiembla el pulso. 
El de Larissa ha ganado ya 5 ligas griegas, 4 copas griegas (que no son Oikos), 3 Euroligas y 1 Copa Intercontinental. Ha jugado en Panathinaikos y Olympiakos, que no es cosa baladí, y debutó en la NBA con los Houston Rockets, jugando solo 31 partidos en una temporada en la que promedió 2.7 puntos por partido y se volvió para casa porque no le apetecía seguir perdiendo el tiempo en el banquillo, digo yo. 
Ayer, se ventiló al favorito, el CSKA de Moscú, en las semifinales de la Euroliga, metiendo los puntos necesarios en el momento oportuno. El triple que puso el 66 a 69, otro más en su colección de canastas antológicas. 
Olympiakos accede una vez más a la final sin que nadie le esperara. Igual que remontaron a los de Moscú en Estambul y apalizaron al Real Madrid en Londres. Esta temporada, entre los arrebatos de magia del base griego y la elegante tozudez de Giorgios Printezis el equipo ha sostenido su ansia de ganar hasta alcanzar lo más alto del baloncesto europeo... una vez más. Porque con ésta, van cuatro finales en seis años. 
En la otra semifinal, el Real Madrid se deshizo del Fenerbahce turco en un magnífico segundo cuarto (35-14), que pasará a la historia de la Euroliga y donde rozaron la perfección. Con una ventaja de 20 al descanso, el partido parecía finiquitado, pero Zeljko Obradovic y los suyos no estaban dispuestos a perder si no era con dignidad. Lucharon hasta el final, en especial un Jan Vesely que volvió de la NBA para demostrar que se merecía más minutos allí y a fe que lo ha conseguido. Sin embargo, el Real Madrid supo mantener la calma y la ventaja y esperar tiros abiertos para que pasaran los minutos sosteniendo su ventaja. Los de Pablo Laso repiten en una final que ya vivieron en Milán y Londres, consiguiendo jugar la tercera consecutiva y esperan que sea la vencida. Con todos los partidos que hay que jugar hasta alcanzar el último, creo que acceder durante tres años seguidos al mismo les otorga el derecho de proclamarse el mejor equipo de Europa. Ahora, no haber ganado ninguna de esas tres finales dejaría lugar a la duda y al desacuerdo así que el partido del domingo, siendo además en Madrid (aunque los turcos superaron en presencia y ruido a la afición local en la semifinal), es la gran reválida de los madridistas y, probablemente, la oportunidad definitiva de Pablo Laso para completar su periplo en la casa blanca. 
Creo, sinceramente, que es la oportunidad del Real Madrid de recuperar un cetro europeo que no consiguen desde aquella final de 1995 en Zaragoza, precisamente contra el Olympiakos, donde, de la mano del mago de las finales, Zeljko Obradovic, el Real Madrid de los Joe Arlauckas, José Miguel Antúnez, Antonio Martín, Ismael Santos y, sobre todo, Arvydas Sabonis, MVP de las finales, se impuso a los griegos donde jugaban históricos como Alexander Volkov, Franko Nakic, Dragan Tarlac, Pannagiotis Fassoulas o Giorgios Sigalas. Aquella fue la octava, y ahora irán a por una novena que, probablemente, se merezcan, pero siempre se la merece más el que acaba ganando y, para ello, deberán saber frenar a un Vassilis Spanoulis al que las canastas se le hacen piscinas cuando llegan los momentos importantes. 
Obradovic dice que va con Pablo Laso y con el Real Madrid. La afición del Panathinaikos, seguro que también. En el Club Musical El Tubo, les leí el otro día, van con Spanoulis. Yo, que nunca me decanto, voy a ir con los madrileños porque siento debilidad por el juego del Chacho y por una barba que a mí nunca me dejarán lucir y que él tiene registrada. Eso sí, me la trae un poco al pairo y disfrutaré con el duelo. 
Si podemos, lo contaremos.

jueves, 7 de mayo de 2015

Pello Bilbao



Tengo el ciclismo profesional más abandonado aún que el amateur. Mi bici Orbea ya no está ni en el garaje, acabé por prestársela a alguien que iba a hacer más uso de ella que yo. La última vez que bajé La Asturiana (porque subirla no la he subido) debió ser mi descenso a los infiernos, porque no he vuelto a dar un pedal desde entonces. Y no te creas que me quedan muchas ganas. 
Pasaron ya las pruebas de primavera y creo que es la primera vez desde que escribo este blog que pasa el mes de abril y no escribo la palabra adoquín. Pero bueno, qué se le va a hacer. Llegamos hasta donde podemos. El Giro de Italia está a la vuelta de la esquina y llevo unos días con un post-it en el que apunté una advertencia: ¡escribe de ciclismo que se te está pasando el tiempo!
Así que voy a hacerlo. Y voy a hacerlo porque, todo en su justa medida, pero lo que llevamos de temporada está resultando (quizás es que yo soy de buen conformar) bastante positivo y esperanzador para el ciclismo vasco, que es el que yo tengo más cerca y el que sigo con más atención. 
Hace unos días terminó la Vuelta a Asturias y el ciclismo vasco se dió un atracón de buenas noticias. Primero, Igor Antón resurgió como ya pocos esperaban que lo hiciera y se llevó una etapa y la general para un palmarés, el suyo, que andaba corto de victorias últimamente. No son muchas las que tiene, ya de por sí, pero todas brillantes: Zoncolan, Bilbao, Arrate... Lástima de aquella etapa camino de Peña Cabarga. No destacó solo Antón en Asturias: Amets Txurruka fue segundo y Gari Bravo, quinto, consiguiendo una buena actuación para un Murias Taldea que está dejando buen sabor de boca. 
Los de Jon Odriozola aún no han estrenado palmarés, pero Jon Ander Insausti estuvo a punto de hacerlo cuando solo Pierrick Fedrigo pudo con él en la Cholet-Pays de Loire. Por ahora, han conseguido subir al pódium en clasificaciones secundarias y han conseguido tener protagonismo con buenas escapadas y puestos de mérito. 
Los que sí han dado un paso adelante son los del Caja Rural, y especialmente por dos corredores en los que la afición vasca tiene puestas muchas esperanzas. Pello Bilbao, al que le regalamos el titular por ello, parece haberse acostumbrado a ganar y ya lleva dos victorias esta temporada, una de ellas internacional, la victoria parcial que consiguió recientemente en la Vuelta a Turquía. La anterior, con la que estrenó la temporada, tuvo lugar en una etapa de la Vuelta a Castilla y León. Precisamentye en Castilla y León dio su mejor versión Beñat Intxausti, consiguiendo entrar en el último peldaño del pódium final. El otro compañero destacado de Caja Rural es el vizcaíno Omar Fraile que sorprendió a todos venciendo en el prestigioso Giro de los Apeninos. En una prueba de mucho peso en el calendario italiano, el aventurero de Santurtzi dio la sorpresa al imponerse a gente de la calidad de Stefano Pirazzi, Damiano Cunego o Franco Pellizotti, quienes además jugaban en casa.
Por último, no debemos olvidar que hace más o menos un mes vivimos el punto álgido del calendario vasco con la disputa de la Itzulia y conseguimos tener un protagonismo que no se repetía desde la época dorada del Euskaltel-Euskadi. A saber, Mikel Landa dio muestras de su calidad llevándose la etapa reina con final en Aia (el alavés no pudo repetir victoria parcial, poco después, en el Giro del Trentino, pero acabó en un meritorio segundo puesto en la general por detrás de un candidato al Giro de Italia como Richie Porte) y Ion Izagirre (quien ya había sido segundo en el Gran Premio Miguel Indurain) accedió al pódium final, justo por detrás de Joaquín Rodríguez y Sergio Henao.
No podemos olvidar que, en el campo amateur, la temporada está siendo un auténtico éxito de victorias para el pelotón vasco. El nuevo equipo élite de la Fundación Euskadi ya tiene varias victorias en su repertorio y han conseguido buenas actuaciones en pruebas internacionales como la Essor Basque o la Volta ao Alentejo, donde Mikel Aristi hizo cuarto en la segunda etapa y precisamente el guipuzcoano fue segundo en la clasificación general de la prestigiosa carrera francesa del Tour du Jura. Por cierto, en Alentejo, Beñat Txoperena (12º), Imanol Estévez (14º) y Mikel Bizkarra (16º) se metieron entre los 20 primeros en la clasificación general final para el Murias Taldea. Pero, además de los logros de la Fundación Euskadi, este año son muchos otros los protagonistas vascos en el pelotón amateur nacional, y, por mencionar a un par, digamos los nombres de Julen Amezketa y Peio Goikoetxea.
Alguno de los que hemos mencionado tendrá la oportunidad de lucirse en las carreteras italianas. Mikel Landa, Igor Antón, Beñat Intxausti, Ion Izagirre y Mikel Nieve serán los representantes vascos en la salida de San Remo. Veremos si alguno consigue añadir más victorias a un año que, a mí así me lo ha parecido, ha comenzado con buenas perspectivas. 
La Orbea, si eso, ya la cogeré cuando llegue el verano, que eso fue lo que dijo que hiciéramos Fernando Fernán Gómez.

Añadido el 10 de Mayo a las 23:55

Y Omar Fraile repitió ganando en los 4 días de Dunckerque una etapa de las que dan prestigio, entre callejas, empedrados y remontando para rematar a Maurits Lammertink en los últimos metros.

lunes, 4 de mayo de 2015

Pep Clarós



No lo repitáis muy alto que igual lo escucha Karlos Arguiñano y se presenta acá con el megáfono. Pero sí, yo como en la oficina, a veces solo, sin más compañía que la pantalla del ordenador. Como hoy. Y, para relajarme, leo la prensa, no la del corazón, pero casi, o abro el youtube y me pongo a ver videos chorras. O vídeos melancólicos, arrimados a la nostalgia que me ayuda a evadirme de estas cuatro paredes prefabricadas. 
Hoy me ha dado por leer la prensa especializada de baloncesto. Pero, en lugar de leer el sobre el autóctono, me ha dado por fijarme en las noticias del baloncesto internacional. Así, entre eurobasket.com, solobasket.com, la prensa digital, y otras fuentes de lo más diversas, me he quedado con cuatro noticias sobre baloncesto que me han llevado a Grecia, Canadá, Alemania y Turquía. 

En Canadá, la noticia baloncestística no ha sido agradable. A falta de escuchar a las partes y obtener más datos, parece que la final de la liga NBL acabó como el rosario de la aurora. Al parecer, el Windsor Express y el Halifax Rainmen que entrenaba el preparador español Josep Clarós (para él el titular y la foto, aunque su carrera deportiva debería y merece tener una entrada más expansiva y detallada, ajena a este suceso, y prometo hacerla en el futuro) habían de dirimir el título final en un séptimo partido definitivo. Según cuentan las crónicas que he podido leer, y de fácil acceso en internet, ambos equipos compartían cancha de entrenamiento. Cuando los Rainmen se presentaron en la misma para empezar su turno de preparación, los Express se negaron a abandonar la cancha y se montó la marimonera (segunda expresión castiza en un solo párrafo). Se ve que el enfrentamiento ya venía marcado por la intensidad. El caso es que tanto el cuerpo técnico como los jugadores del Halifax Rainmen decidieron retirar a su equipo de la competición para protestar por los hechos acontecidos, según cuentan, con el apoyo del propietario del equipo, Andre Levingston quien, según las mismas fuentes, después dio marcha atrás. El caso es que los Rainmen perdieron el título, como era de esperar, pero, además, el entrenador del equipo, el español Clarós, con una amplia y variopinta experiencia internacional, fue sancionado de por vida para ejercer la profesión en Canadá y sancionado con una cuantiosa multa económica. Como digo, supongo que aún habrá mayor cobertura de estos hechos, y se esclarecerán mejor los detalles, aunque quizás ya sea posible hacerlo accediendo a las fuentes nacionales, pero a mí me ha dado un poco pereza hacerlo. Lo único que he hecho ha sido resumir, un poco, la noticia tal y como ha sido publicada en España y hacer hincapié en que hay que manejar los datos con cuidado. 

En Grecia, tampoco es que haya sido muy positivo lo que sucedió durante el enésimo clásico, el que le ha costado el puesto a Dusko Ivanovic tras la derrota del Panathinaikos ante el Olympiakos por 66 a 77. En lo deportivo, el partido vino marcado por la eficiencia de los dos mismos jugadores que están sosteniendo al Olympiakos esta temporada, los incombustibles Vassilis Spanoulis, 12 puntos, y Georgios Printezis, 16. Además, Tremmel Darden, con 15, les echó un cable. Por el Panathinaikos, para quien suena Panagiotis Giannakis como posible substituto de Ivanovic, destacó un Esteban Batista que se fue hasta los 22 puntos y 13 rebotes. Sin embargo, el partido quedó marcado por cuestiones extradeportivas, al abandonar repentinamente los jugadores del Olympiakos su propio banquillo por sentirse amenazados y en peligro ante la reacción de los aficionados del equipo contrario. Según cuentan algunos medios, todo se debió a un gesto de Spanoulis que los aficionados del Panathinaikos entendieron como ofensivo. No sé si es cierto o no, lo que sí parece cierto es que así lo entendió también el ínclito propietario del Panathinaikos, Dimitris Giannakopoulos, al que grabaron a escondidas soltándole una buena perorata (en griego, no sé qué le diría) al propio Spanoulis. Giannakopoulos ya fue noticia hace poco por sus comentarios agresivos contra un árbitro y ahora parece reincidir, mientras que las consecuencias del duelo, según reflejan en la misma noticia, siguen provocando una situación surrealista, ya que, al parecer, la policía vigila el domicilio particular de Vassilis Spanoulis para evitar ataques. Como con lo que sucedió hace unos días en Canadá, sería necesario recabar más información para saber a ciencia cierta qué pasó y qué dejó de pasar. 

En Turquía, me llamó la atención que el Galatasaray se ha encaramado a la octava plaza y lucha por alcanzar los playoffs por el título. Con un récord de 15 victorias y 14 derrotas, tampoco debería ser noticia que los de Ergin Ataman lucharan por el título. Al fin y al cabo, en la plantilla aún se encuentran jugadores de la calidad de Zoran Erceg, Justin Carter, Patric Young, Vladimir Micov, Ender Arslan o Martynas Pocius. Ellos resisten, pero otros no lo hicieron, y ahí está la noticia. Y es que el Galatasaray comenzó la temporada como uno de los equipos más fuertes en Turquía, pero, poco a poco, sus mejores argumentos fueron abandonando el equipo ante los reiterados impagos. En una crisis económica que también ha afectado a otras secciones de la institución, incluyendo la de baloncesto en categoría femenina, los turcos perdieron, entre otros, a Carlos Arroyo, que está ahora en Puerto Rico jugando para los Cangrejeros de Santurce, a Pietro Aradori, quien acabó firmando por el Estudiantes, a Aleks Maric, ahora en Gran Canarias tras pasar por Irán, a Nolan Smith, campeón de la NCAA con Duke en 2010 y con un gran rendimiento cuando jugó en el Cedevita, quien se marchó a la D-League para jugar con los Delaware 87ers, Nathan Jawai, en Andorra o Furkan Aldemir, acabó jugando para los Sixers. De hecho, fueron noticia agradable cuando en la jornada 21, allá por Marzo, sorprendieron al poderosísimo Fenerhacer Ulker de Zeljko Obradovic por 92 a 88 y con solo seis jugadores en la rotación. 

Por último, en Alemania, las noticias también son negativas y por asuntos económicos. El Artland Dragons anunciaba que no iba a jugar la próxima Beko BBL por motivos económicos. La falta de patrocinadores ha hecho insostenible a un equipo que ha rondado por Europa en los tiempos modernos (jugó contra aquel Iurbentia Bilbao Basket de Janis Blums, Lucas Recker o Marko Banic en 2009, y ganaron en Alemania) y que, si no me equivoco, llegó a ser campeón de Copa hace seis o siete años. Siempre plagado de jugadores norteamericanos, creo que el entrenador cordobés Pedro Calles andaban por allí haciendo labores de segundo entrenador. El equipo resistía a pesar de tener su sede en un pequeño pueblo de 13.000 habitantes de los cuales 3.000 asistían obedientemente a la cancha. Sin embargo, la falta de crecimiento potencial y la ausencia de ayudas económicas, parece ser la causa principal de que ahora se vean abocados a abandonar una Bundesliga donde este año acabarán en decimoprimera posición con un bagaje de 15 victorias y 19 derrotas y un buen rendimiento de sus muchos jugadores internacionales, entre ellos, Brandon Thomas, Antonio Graves o David Holston, u otros como el ex ACB Chad Toppert, Anthony King o Lawrence Hill. No es el primer proyecto que se cae por razones económicas en una liga, la alemana, que parecía siempre un ejemplo de buena gestión y crecimiento. 

Y, eso sí, seguí comiendo, hice la digestión, y se me acabó el descanso. Lo dicho, lo único que encontraréis aquí son refritos de noticias que han sido publicadas recientemente en diversos medios, así que si queréis mejores datos y mayor fiabilidad, buscadle las vueltas a lo que he dicho, y a navegar.

Posdata: la foto, tras una sencilla búsqueda en google images, parece provenir de la web aca.cat.

domingo, 3 de mayo de 2015

Luka Doncic



Con 16 años y 1 minuto y 20 segundos de experiencia en la ACB, gastemos su nombre como candidato a titular entrada en este blog. 
Y es que ya se llevaba hablando de este escolta esloveno desde hace años, desde hace unos tres años, concretamente, cuando apareció por la cantera del Real Madrid proveniente de la del Olimpia de Ljubljana. 
Desde entonces, ha pasado por infantiles, cadetes y juniors y en todas las categorias y competiciones ha dejado la impresión de ser un talento adelantado que apuntaba a precoz estrella del baloncesto. 
Este pasado jueves, en partido aplazado por las competiciones europeas, el Real Madrid se aupó al liderato de la ACB tras ganar por 92 a 77 al Unicaja de Málaga y Luka Doncic debutó a falta de poco más de un minuto para que terminara el partido. 
De paso, se convirtió en el jugador más joven en debutar con la sección de baloncesto del Real Madrid, al superar el récord de Roberto Núñez, ex jugador, también, del Bilbao Basket. 
A Doncic le hizo debutar Chus Mateo porque Pablo Laso volvió a agrandar su figura de eterno protestón y acabó expulsado del campo, aunque, en la rueda posterior al partido, el vitoriano dejaría bien claro que el debú de Doncic era algo que tenían planificado desde hacía tiempo. 
En poco más de un minuto, a Doncic le dio tiempo a saltar a la cancha, colocarse cerca de la línea de triple, esperar con los brazos caídos y las piernas electrificadas a que el juego fuera expandiéndose, y cuando le llegó un balón que le prestó Sergio Rodríguez, sin pensárselo, mirar a canasta, levantarse, y clavar sus primeros tres puntos de vida profesional como jugador de baloncesto. 
También le dio tiempo a sonreír, chocar la mano a un compañero y disfrutar de una experiencia que probablemente no olvidará nunca. 
Proyectos de grandes jugadores hemos visto muchos y pocos que hayan cumplido con las expectativas, pero la unanimidad en torno a este esloveno con aspecto de adolescente aplicado en los estudios nos invita a confiar en que su meteórica carrera puede que no sea precipitada. 
Yo, por cierto, he escrito todo esto a frase por párrafo, punto y a parte, y lo he hecho a propio intento para simular que cada una de ellas era como un triple lanzado y conseguido. 
Sin embargo, me queda algo más que mencionar, y aquí ya me dejo de lanzar triples sintácticos. Y es que, en ese mismo partido en el que debutó Luka Doncic, también jugó Kenan Karahodzic, una de los buenos proyectos que tienen en Los Guindos, y que ya ha jugado unos cuantos partidos esta temporada. No es el único, quitando a los Kristaps Porzingis, Moussa Diagné y Mario Hezonja, que ya piensan en la NBA, y otros jóvenes, como Nikola Radicevic, Alberto Abalde o Dejan Todorovic, que han dado un salto esta temporada, es necesario mencionar a otros que solo asoman como por curiosidad, para que se les vaya sabiendo el nombre, gente como Rolands Smits, Diego Gallardo, Sergi García, Borja Mendía, Ludde Hakanson, Emir Sulejmanovic, Stefan Peno, Eric Vila, Zoran Nikolic, Mamadou Niang, Carlos Martínez, Tadas Sedekerskis, Ander Martínez, Wally Niang, Santiago Yusta, Morayo Soluade, Romaric Belemene o Pablo Pérez. Hace unos días el Estudiantes recuperaba a Edgar Vicedo, mientras otros como Darío Brizuela o Fran Guerra piden paso. Casi al mismo tiempo, el vizcaíno Xabier López-Arostegi firmaba contrato profesional con el Joventut de Badalona. Pero, ahora, todo es Luka Doncic. Seguro que alguno de estos le acompaña en su progresión como jugador profesional y vivimos una nueva generación que intente superar a esta, a la que siempre llamaron de oro, y que va aproximándose lentamente a ese momento irreversible que también les llegará a ellos, pero, dentro de tanto tiempo, que probablemente este blog no lo cuente.

viernes, 1 de mayo de 2015

Andoni Iraola



"Vaya puto paquete." 
Y lo repitió mil veces. Y le daban la razón. 
"¿Quién es ése?" 
"Vaya puto paquete."
En la grada de Lezama siempre hace un frío que pela. Los pájaros corren libres por el valle pero también las corrientes de aire. Más aún en aquella época del año. La gente se subía las solapas del abrigo y se pegaba tanto como podía al compañero del costado, incluso aunque fuera desconocido, o aficionado del equipo rival. En la grada de Lezama no hay respaldos. El culo del de delante se topa con la punta de tus zapatos. En mi caso, aquel día, mis zapatillas andaban de puntillas cerca del trasero de aquel tío que me estaba poniendo enfermo. Darle un puntapie era lo que más me apetecía en aquel momento. 
"Pero qué puto desgraciao, ¡paquete!, ¿éste es el futuro del Athletic?, ¡manda güevos!"
No era el único que opinaba lo mismo y los demás también parecían opinarlo con el mismo ímpetu. Mis pies se acercaban más a su trasero, mi hermano se reía por debajo del cuello de su abrigo, el partido seguía, y mi padre me cogía ligeramente del brazo y con la voz cansada, me susurruba:
"Estáte quieto, déjalo."
Y lo dejaba.

Era la decimoséptima jornada de Liga en el grupo 2 de la Segunda división B. Temporada 2001-2002. Al Barakaldo CF lo entrenaba Peio Agirreoa y acabaría ganando la Liga, con 79 puntos y solo 19 goles encajados en 38 partidos. Era el Barakaldo de los Asier Armendariz, David Gallo, Raúl García, Kepa Zarraga, Jon Urzelai, Galder Izaola o Sendoa Agirre, y, en aquella jornada, visitaba Lezama para enfrentarse al Bilbao Athletic en las instalaciones deportivas de Lezama. Los cachorros, a quienes entrenaba Carlos Terrazas, se quedaron fuera del play-off en aquella ocasión. Varios de aquellos jugadores, sin embargo, debutarían en Primera división, aunque, eso sí, pocos harían carrera: Ander Murillo, Javi Casas, Unai Expósito, y, sobre todo, tres que aún están en activo, Aritz Aduriz, Carlos Gurpegui y Andoni Iraola.

Ir a Lezama para ver el derby era (y es) una tradición. La pequeña grada del campo dos de Lezama, la que lleva el nombre de Piru Gainza, se convierte en un pequeño hervidero gualdinegro con toda la gente que, aprovechando la cercanía del Txorierri con la ribera del Nervión, se presenta en el aparcamiento de Lezama, ansiosos por demostrar que no tenemos disputa para filiales, que nuestros rivales son otros. Aquel año no fue distinto. El frío no pudo con nosotros. La emoción fue incluso mayor cuando mi padre decidió acompañarnos. Para entonces, su enfermedad ya estaba muy avanzada y le costaba salir de casa. Recuerdo aparcar lejos del estadio, junto a un barrizal, y caminar lentamente mientras mi hermano y yo le dábamos conversación y vigilábamos en silencio su respiración. Pero se le veía sonreír ligeramente y le brillaban los ojos. 

Mi padre fue el que nos llevó de la mano a Lasesarre. No recuerdo el día exacto, pero nos llevó. Para cuando me alcanzan los recuerdos, ya me siento en la preferencia del viejo estadio como si estuviera en el salón de mi casa. Aún hoy en día puedo recordar cada esquina y cada rincón, cada pliegue y cada recoveco, como solo lo puede recordar un niño inquieto que brinca, aventura y descubre con tanto misterio y excitación como después es capaz de guardar en la memoria. Eso sí, siempre, detrás, la figura de mi padre, de pie, junto a sus compañeros, serios, viendo el partido, discutiéndolo, desmenuzándolo, y yo, desde abajo, pegado al hormigón desconchado que limitaba la banda, observándole como si estuviera observando una aparición extraordinaria. Él nos llevó a Lasesarre y ahora nosotros le llevábamos a Lezama. 

Probablemente, jamás he deseado con tantas fuerzas que el Barakaldo ganase un partido. Quería que todo fuese perfecto. Quería que mi padre sonriera, disfrutase, se divirtiese, incluso, si le apetecía, que llorase de alegría. Quería que todo el mundo a mi alrededor estuviera contento y que hiciera sol y que el Barakaldo disfrutara con la victoria y al Bilbao Athletic se la sudara la derrota. Que todo terminara como en una buena película de Hollywood. Pero eso, y eso lo sabemos todos, no sucede nunca. Y menos, cuando eres aficionado del Barakaldo. O quizás sí, sucede... sucederá. Quién sabe. 

El partido terminó 0-0. Estuvo lleno de polémicas, con expulsados, fue trabado, intenso, y nos lo estropeó el tío de delante y sus colegas con su verborrea extenuante, glosando cada remate, cada despeje, cada pase, como si todos fueran dignos de una tesis doctoral. Nos lo amargó con sus insultos y sus comentarios y yo estuve apunto de explotar con la punta de mis zapatillas, pero mi padre me cogió del brazo y me dijo: "Estáte quieto, déjalo." Y lo dejé. Lo dejé, además, porque el tío llevaba al cuello la misma bufanda que llevaba al cuello mi hermano. El tío también quería que todo fuese perfecto, o casi; quería, aparentemente, que el Barakaldo ganase el partido, aunque, probablemente, oído lo oído, preferiría que al Bilbao Athletic le doliera sobremanera. Lo dejé estar. 

Lo dejé estar porque, además, mi padre dejó que pasaran unos minutos, y, después, en un aparte en el que la grada se calmó o se tomó un descanso, mientras Sendoa Agirre abandonaba el campo para que, en su lugar, saliera Aitor Pradales, se acercó mucho a mí y me susurró al oído: "Olvídate de ellos y disfruta del partido, siempre hay cosas mejores que oír y ver."

Mi padre nunca fue hombre de aforismos. Era un soldador de la Babcock & Wilcox, alguien acostumbrado a malear el hierro, no el verbo. Alguien que usaba las manos, que daba ejemplo con su gesto y con su posición, no con su parlamento. Era una persona tierna y sensible bajo una urdimbre de flema y parquedad. No recuerdo grandes frases que me sirvieran de lección, pero todo lo bueno que tengo lo he sacado de él. Y aquello también. Porque me lo decía él, con los ojos hundidos por la enfermedad y los huesos de la mandíbula marcándole las formas de la cara. Me lo decía él con su penitencia por dentro, con esa silenciosa y dolorida gravedad y pundonor que le habían y le hicieron luchar, sin aspavientos pero sin concesiones, hasta el último momento. Me lo decía él, con una media sonrisa, y después se callaba y volvía al partido, sin alterarse, siguiéndolo cómodo y atento, como si con su mirada fuera dibujando las líneas invisibles que descubren el secreto del juego. 

Me olvidé de ellos. Me dediqué al campo. Siempre hay cosas mejores que oír y ver, y me dediqué a oírlas y verlas. En Lezama se puede oír el viento que le enreda el pelo a los espectadores y se divierte soplándoles en la oreja. Se puede oír a los pájaros jugando en el patio de casa. Se escucha como rasgan los tacos sobre la hierba baja, como resbala el balón sobre la tierra húmeda, como repica el sudor contra el poliester. Me dediqué a eso y a perseguirle los gestos a los jugadores y a fijarme atentamente en aquel al que mi compañero de grada había catalogado de "paquete" para el resto del partido. 

Era un chaval espigado, con cara de niño, bien peinado, que se resistía a sacudirse la bola de encima. Jugaba más en el centro del campo que en la banda y parecía lento pero listo, hábil pero reposado. No hacía ruido, le costaba levantar la cabeza, y, a veces, daba la sensación de que el partido le pasaba por encima como una locomotora sin frenos. Luego, se levantaba de golpe. Había que ver y oír con más atención. Tenía una suavidad innata en sus movimientos. Sabía ver sin mirar. Daba la sensación de tener el partido controlado por la nuca. Y nunca parecía alterarse por sus errores, por los gritos de mi compañero, por otro balón que parecía repudiarlo. 

No hizo un gran partido aquel día, pero a mí me dio la sensación de que Andoni Iraola podía ser un buen jugador de primera división y, probablemente, no fue porque yo tuviera ninguna agudeza especial para descubrir talentos, si no porque me podían más las ganas y el deseo de ver cómo aquel tío incontinente de la fila anterior se equivocaba de cabo a rabo. Y lo hizo, pero ya no voy a ser capaz de recordárselo nunca y él, probablemente, lo haya olvidado. 

Andoni Iraola anunció ayer que no renovaría por el Athletic Club. Se marcha para vivir nuevas experiencias después de doce temporadas y más de quinientos partidos con el primer equipo. Siempre mesurado y cauteloso, siempre reflexivo y educado, su ejemplo en el campo y fuera de él, alimentan los valores en los que los aficionados del club de Bilbao creeen con tanta fidelidad como desesperación. También su despedida fue discreta y comedida, con una amplia sonrisa, sin querer notoriedad, humilde y apacible en sus recuerdos y comentarios. Apenas le dedicaron un rincón en la prensa nacional deportiva, por supuesto, y para muchos no será noticia que reclame más atención. Así se fue Andoni Iraola de su club tras una vida dedicada al mismo, doce años en los que le ha representado con el aliento y la medida apropiadas. Y más o menos así, se fue mi padre, tras una vida dedicada a crear una familia, sin aparecer en la prensa deportiva, pero dejando el mismo recuerdo indeleble en nuestras memorias que Andoni Iraola debería dejar en la de los aficionados del Athletic. 

Nunca se conocieron, ni lo harán, ni había necesidad de hacerlo, pero de alguna manera, aquel adolescente espigado y despierto que buscaba un futuro sobre el césped de Lezama y aquel aficionado del equipo contrario, reservado y manso, que le veía jugar desde la grada, quedaron unidos en mi memoria para siempre. El adolescente es un veterano que se despide ahora, con un brillo en los ojos y una sonrisa medida que me han traído recuerdos. Los recuerdos de aquel aficionado que a mí me llevó por primera vez al campo de la mano y me inoculó, para siempre, este veneno del fútbol que me ha llevado a escribir esto hoy, viernes 1 de Mayo, día del trabajador, muy pronto por la mañana, mientras fuera llueve y el viento revuelve los geranios y dentro mi hija y su madre duermen apaciblemente en la cama. No podía haber mejor día. Aquel otro, no salió perfecto, como yo quise y quería, pero habrá otro día y me gustaría creer que, esté donde esté, el soldador de la Babcok & Wilcox será capaz de alcanzar a agarrarme del brazo y susurrurme al oído: "¿Ves? Te lo dije, siempre hay cosas mejores que oír y ver."