viernes, 4 de septiembre de 2015

Louis Meintjes



Mikel Landa dijo que se tomó la libertad. Fabio Aru le felicitó. Lo que pasara en el hotel del equipo, no lo sabremos nunca. Ya hablé aquí de un buen reportaje con entrevista al ciclista vasco en el pasado Giro de Italia donde se contaba la anécdota en la que Giuseppe Martinelli confundía el nombre de Landa y le llamaba Fabio. Fabio llegó detrás de Mikel en Cortals d'Encamp pero ahora es el líder de la Vuelta a España y en el Astaná kazajo se frotan las manos por mucho que otros quieran subrayar la polémica. 
Landa llegó el primero porque el alavés es un corredor de talento. Ya se le veía cuando corría de naranja y ahora no hay ninguna duda. Pocos corredores pueden terminar una temporada siendo pódium en una grande y ganando etapas en dos de ellas. Su talento cuando se empina la cuesta es indiscutible. Los tres últimos kilómetros a tren en la etapa más dura de la historia de la Vuelta, según cuentan, quedarán en la retina: a él se le hicieron eternos, según comentó. 
Por detrás, como decíamos, venía su compañero el italiano Fabio Aru, uno de esos ciclistas eléctricos que no entienden de medias tintas, ni para explotar ni para reventar. En Andorra, le tocó lo primero, y parecía ir directo a una victoria final que sus rivales intentarán negarle de aquí al final. 

El día anterior todos los periódicos recordaban que el diseño de la etapa era de Joaquín Rodríguez y el propio ciclista catalán sonreía entre dientes cuando le preguntaban por lo que le pasó por la cabeza mientras dibujaba líneas sobre el mapa. A saber: 138 kilómetros y 5.000 metros de desnivel. Las rampas encadenadas, sin apenas descanso, más de cuatro horas y media de pedaleo intenso.Con ello, los periodistas se encargaron de encender la mecha: la etapa más dura de la historia, un escenario para la épica, el infierno ciclista... Todo valía. Pero lo único que valen son los ciclistas. Ellos hacen duras las carreras. Una pista plana puede ser la peor emboscada si ellos lo deciden. Y se empezó a todo tren, con ganas de fiesta. Y se atacó más de una vez y se hicieron grupos que se rompieron y sufrieron líderes y hubo caídas y contraataques y, al final, el ataque definitivo de Fabio Aru, mientras los escapados se daban estopa aunque no dejaban de mirar atrás, fue a falta de ocho kilómetros para meta, una distancia corta para Claudio Chiappucci pero infinita en el ciclismo moderno. Así, el resultado final fue igual de rutilante y agudo: Froome se rompió (y se retiró al día siguiente), Louis Meintjes se licenció, Fabio Aru se renombró, los hombres del Tour, Alejandro Valverde y Nairo Quintana se retorcieron y Joaquín Rodríguez y su escudero Daniel Moreno se defendieron con dignidad. 

Son muchos los nombres a destacar de una etapa que, efectivamente, si ya lo hacía sobre el papel, lo hizo sobre la pantalla y sobre el asfalto también, y pasó a la historia. Daniel Moreno se mereció el contrato que le niegan y Joaquín Rodríguez dignificó su propio recorrido. Nairo Quintana, enfermo, y Alejandro Valverde, valiente, dieron muestras del pundonor de los ciclistas. El sudafricano de Pretoria, reciente fichaje del Lampre, Louis Meintjes, enseñó el futuro (démosle, por ello, el titular de esta entrada). Fabio Aru, el presente, y Mikel Landa, la ilusión de todo un país que anhela los buenos tiempos, anhelos que también parece representar un Mikel Nieve que demostró su fondo, igual que lo hizo Rafal Majka, ambos escaladores de los de larga tirada. Sufrieron Domenico Pozzovivo y Samuel Sánchez, hombres acostumbrado a ellos. Se asomó Ian Boswell, y Joseph Dombrowski, aquel a quien quisieron robar la bicicleta, demostró su talento para remontar a medio pelotón. Tom Dumoulin y Jhoan Esteban Chaves confirmaron que están aquí para quedarse. Hay más: Imanol Erviti, Alberto Losada, Darwin Atapuma, Nelson Oliveira, Pawel Pojalski, Stephane Rossetto, Fabrice Jeandesboz, Gianluca Brambilla, David Arroyo... Dos más, una línea para un Omar Fraile que merece la temporada que está haciendo y ese maillot por el que va a sufrir hasta el final. Y otra para Romain Sicard quien, afortunadamente, parece que se está recuperando para el ciclismo profesional.

Sí, hubo más. Y más cosas que sucedieron que los ataques y las debacles. Oleg Tinkov se enfadó. Primero fue Peter Sagan y después Sergio Paulinho. TVE ha pedido perdón. Amets Txurruka, parecía imposible, se tuvo que retirar, ya se fisuró una costilla en Getxo y luego se cayó en la novena etapa. No pudo resistir el dolor. Es una metáfora de lo que es el ciclismo: el ciclista más duro se retiró en la etapa más dura. Hasta catorce corredores fueron sancionados en la etapa. Nueve de ellos por remolcarse. Martin Velits llegó último a más de 35 minutos del vencedor, el alavés Mikel Landa, que entró sereno, sin aspavientos, seguro de sí mismo. No vimos cómo entró Martin Velits. Pero, entrara como entrara, desde Landa a Velits, a todos los que llegaron (y a los que no lo hicieron), gracias: gran etapa para los aficionados al ciclismo.


Posdata: la foto del buscador de imágenes de google, parece que proviene de ciclismoafondo.es.

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