martes, 1 de diciembre de 2015

Jorgen Leth



Permítaseme: impresionante Mikel Urrutikoetxea. Con el 20-10 salí fuera a fumarme un cigarrillo y le dije a otro que estaba viendo conmigo el fútbol: "El de Zarátamo, ya nada."
Dicho y hecho, a partir de ahí, todo.
12 puntos consecutivos que le otorgaron su segunda txapela, esta vez la del Cuatro y Medio, y una alegría pelotazale más para el aficionado vizcaíno, que andaba escaso de ellas desde hace como unos treinta años. Con cada tanto, se iban alterando más los gustos de los parroquianos y cada vez más gente se pegaba a la televisión de la esquina y abandonaba la pantalla grande que reflejaba el disgusto de los seguidores vallecanos. Hasta hubo gritos, aplausos y vítores. Se pasó de criticar su zurda y su sotamano, a subrayar su doble pared. Curioso: precisamente su tanto más poderoso fue con la zurda. 
Irujo se bloqueó. Hasta él mismo lo dijo y así venía en la prensa. No hay excusas. Los pelotaris no suelen darse a parlamentos poéticos pero manidos como los que repiten los futbolistas para ocultar que realmente solo siguen convenciones que parecen haber aprendido igual que los fundamentos del juego. Los pelotaris suelen ser más concisos, menos retóricos. Irujo tampoco se andaba con medias tintas después de la cita: se felicita al contrario, se recapacita por lo fallado, y adelante. 
Fue un buen partido. Una gran remontada. De esas que ganan aficionados (aunque sean ocasionales) para una disciplina deportiva que no anda sobrada de ellos precisamente, aunque los que tiene le son fieles hasta bordear lo tradicional y místico. Algo de eso hay, precisamente, en el documental que Jorgen Leth dirigió en 1983. Se titulaba Pelota y de él, precisamente, era de lo que queríamos hablar aquí, casi más que del Cuatro y Medio. Por eso va en la cabecera.
Hablaron de Leth y de su documental en El Correo días antes de la final y lo que decían era tan interesante como para que yo me hiciera precisamente eso al contárselo a mis compañeros de domingo futbolero mientras veíamos el duelo en el frontón Bizkaia. Y también como para que escriba esta entrada. Hablaban de él a raíz de la presentación de un nuevo documental del director danés. Uno que presentó recientemente en Bilbao, en el marco de la quincuagésimo séptima edición del Zinebi, el festival de cortos y cine documental que se organiza en la capital. Según contaban en el artículo de El Correo (he llevado el nombre del periodista apuntado en una nota del móvil toda la semana, y justo cuando voy a escribir la entrada, me doy cuenta de que la he borrado, así que, perdón, pero no puedo mencionarle y quería), Pelota 2 es el último documental del director danés, en trabajo conjunto con Olatz González Abrisketa, y se centra en el estudio de la pelota como centro neurálgico del universo de este deporte. Según el periodista de El Correo, el documental está trufado de conversaciones entre pelotaris que descubren el misterio de la herramienta con la que se juega un deporte que aún permanece impregnado de ese aura tradicional y mística que mencionábamos antes (lo del aura lo digo yo, no el periodista de cuyo nombre no me acuerdo).
Ese aura también se percibía en Pelota, la primera incursión en este deporte de Leth. Allá por 1983, el danés realizó un primer documental, siguiendo la figura de Julián Retegui y de la saga de los Atano entre otros, con una perspectiva aséptica pero indagadora, reflejeando una Euskadi plomiza y reposada, donde el deporte de la pelota parecía algo más que un simple deporte. Ese primer documental, sí lo he visto. Con el trabajo de Ebbe Traberg como investigador y la música apesadumbrada y melancólica de Ennio Morricone (sí, el mismo, el de las películas de vaqueros, si somos simplistas y reduccionistas), Leth reflejaba una Euskadi que, por lo menos a mí, casi me cuesta reconocer. Se aprecia esa mirada distante, examinadora, que se fija en el detalle: los tejados, el paisaje, la gente, las manos, las pintadas, la roña, el bote, las conversaciones, la respiración... Un estudio nítido y objetivo del deporte, con el espacio suficiente para apreciaciones más profundas, pero que el director deja bajo la responsabilidad del espectador. Así, al menos, lo vi yo.
Parece que, ahora, todo eso (o parte) lo repite en Pelota 2, que no he visto, ya lo digo, pero centrándose solo en ello, en la pelota, en el secreto de un deporte que permanece a medio camino entre el futuro y el pasado, en un presente donde Mikel Urrutikoetxea y Juan Martínez de Irujo escribieron un nuevo capítulo para un próximo documental. Ya veremos si ese potencial documental del futuro lo dirige nuevamente Leth, alguien que, por cierto, no es un recién llegado en esto; aclamado en 1967 por aquel corto titulado The Perfect Human, que luego le obligó a reconstruir su paisano Lars Von Traier, Leth suele mencionarse siempre como ejemplo de una corriente de cine documental experimental que yo no conozco en profundidad, ni mucho menos.
De Leth, eso sí, y aquí lo dejo, ya volveremos a hablar pronto, porque lo he dejado durante mucho tiempo, pero en algún momento habrá que hablar de en A Sunday in Hell.







Posdata: la foto de eitb.eus, que la cojo del buscador de google. Y cuelgo el enlace al vídeo de Pelota, por si a alguien le interesa, que se puede ver en youtube.com. Y, por último, vuelvo a incidir en mis excusas por no recordar el nombre del periodista que hablaba de Leth en El Correo y cuyo artículo he fusilado parcialmente aquí.

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