martes, 31 de mayo de 2016

Galder Cerrajería



Bueno, vamos a ello. Se acabó. Nueve meses después, llega el final de temporada, y ésta termina con un empate en casa. Un empate que supone una derrota. Creo que es como una metáfora: terminar sin perder, terminar empatando, terminar eliminados. 

En los últimos días he leído muchas cosas por ahí. Más o menos, (casi) todo el mundo parece estar de acuerdo en una cosa. Y, como decía aquel, me congratula que sea así. (Casi) Todo el mundo parece que se ha propuesto ser positivo. Creer en una segunda oportunidad. Ponerle sufijos al apellido del entrenador es síntoma de confianza y sintonía generalizada, que no completa, por supuesto. Así que por ahí he leído tweets encoraginados, auténticos análisis ideológicos por facebook, reseñas periodísticas sin mucha profundidad y WhatsApps que eran casi aforismos desesperados... y (casi) todos hacían tanta referencia a mañana como la hacían a ayer. (Casi) todo el mundo parece convencido de que esto es solo el comienzo. Se quiere repetir, se aspira a mejorar, se confía en que el club ha regresado a aquel estadio de autoridad y preponderancia en el que parecíamos cómodamente instalados hace unos años. Muchos años, en realidad. 

Se nos olvidan los años con tanta facilidad como pasan. Hace poco ya recordé los datos históricos: cuánto hacía que no jugábamos play-off, cuánto hacía que no ganábamos la liga regular. No lo volveré a hacer. Pero se nos olvida. Se nos olvida, ahora que vemos al Alavés ascender otra vez a Primera, que aquella rivalidad de los noventa, ya ha quedado sepultada. Se nos olvida que ya no salta el barro por entre los rombos de hormigón encalado de la vieja Lasesarre. Ya no nos ceden futuros campeones de Copa. Ya (casi) ni los niñ@s sueñan con ser futbolistas. 

Los tiempos cambian. Pasa en el fútbol, pasa en el andamio, y pasa hasta en el senado. A veces, todo parece ir a una velocidad distinta. Tú conduces por el carril de  la derecha y la vida te adelanta por la izquierda sin que te dé tiempo a reaccionar. Con el mundo del fútbol ha pasado algo parecido. Además, todo está tan bien encarnado, tan complejamente repujado, que no somos capaces, a veces, de desentrañarlo. Nos vuelve locos que el Leicester City gane la Liga. Que el Liverpool pierda la Copa. Que el Spórting se mantenga. El Eibar, el Angers, el Heracles Almelo... Nos encanta. Pero, al final, el Real Madrid gana la Copa de Europa, la televisión pone los horarios, los acreedores la soga y los políticos la sonrisa en la foto. Seguimos viviendo en la época de:

Cristiano Ronaldo: "Yo pienso que por ser, por yo ser rico, por ser guapo, por ser un gran jugador, las personas tienen envidia de mí". 
José Mourinho: "Giant clubs must be for the best managers" ("Los grandes clubes tienen que ser para los mejores entrenadores").
Zlatan Ibrahimovic: "Je suis arrivé comme un roi, je repars comme una légende" ("Llegué como un Rey y me voy como una leyenda").

El fútbol de los nombres propios, de las botas coloridas, de los mercados internacionales, de los estadios patrocinados, de los representantes, de los twitters de Arbeloa, los periscopes de Piqué y los tatuajes de Sergio Ramos. El fútbol ha medrado y se ha convertido en algo que nos ha dejado arrinconados en un hemisferio romántico y postergado, para algunos superado y caduco, para otros aún la esencia pura y auténtica del fútbol de competición. No estoy intentando decir que el Barakaldo CF represente la verdad única y categórica del fútbol genuino y casto, que no soy quién para decirlo y además abusaría de los mismos pecados absolutistas que les achaco a otros, pero sí que parece que nos hemos quedado apartados del ritmo vertiginoso que arrastra al mundo moderno. Para algunos esto es malo. Para otros es el camino. A mí me parece que la eficiencia y la excelencia no tienen por qué entenderse de una única y prevaleciente manera. Se puede tener una visión propia, una identidad compleja y contradictoria pero personal y sólida. Y creo que ésa es la base del éxito que no se contabiliza, no se premia, ni en el mundo del fútbol, ni en el del andamio, ni en el del senado. 

Volviendo al tiempo presente y a la temporada recién finiquitada (George), nos hemos quedado al comienzo del camino (y yo me he perdido por el atajo, como siempre). Nos quedamos sin premio en una temporada de 80 puntos, con un rival de primera en la Copa del Rey, y una comunión inusual entre la plantilla y la afición. Personalmente, creo que todo se resquebrajó en el minuto 83 de la trigésimo tercera jornada cuando Mariano Díaz marcó el gol que le dio la victoria al Real Madrid Castilla en Lasesarre. Después de este partido y la dolorosa derrota ante el Sanse, volveríamos a encadenar tres victorias seguidas, pero mi sensación personal es que algo se rompió ahí. Aquel partido debía haber sido una fiesta y se convirtió en la constatación de que se podía fracasar. Después llegó la segunda parte en Gobela, noventa minutos sin disparar en el Camp d'Esports, y un penalty lanzado al regazo de Iván Crespo siete días más tarde. Para mí, en esos instantes, aún se podía oír, de fondo, cómo se movía el balón por el césped al antojo de Marcos Llorente. 

Pero yo solo soy un aficionado más. Uno que no ha entrado nunca al vestuario, que solo lee la prensa, que ve el partido desde su asiento en el graderío. Interpreto, imagino, intento comprender y ver y compaginar la pasión y la razón, la ilusión y el sentido común. El fútbol, a veces, parece sencillo y otras veces muy complicado. Donde sí he estado es en el centro del campo, abajo, en el verde del Nuevo Estadio de Lasesarre. Solo hace falta un mínimo de empatía, la sensibilidad justa para medir las cosas con la vista, y te das cuenta de cuán irreal es lo que ves tú sentado desde la grada. El campo es imperfecto, escamado, lleno de pendientes. Largo como un desierto, rugoso como el fondo del mar. Yo no sería capaz de llegar de fondo a fondo sin pedir la extremaunción. 

Soy un socio que, además, en el minuto 45 del partido ante el Lleida, justo cuando el árbitro pitó el final de la primera parte, se fue. Me fui porque tenía que irme. La fiebre y las cosas que te descubren, día a día, que el fútbol no es lo más importante, me obligaron a salir del campo y volver a casa a paso firme y sin mirar para atrás. Ya en casa, cuando todo empezaba a calmarse y la fiebre a bajar, cogí el móvil y vi que parpadeaba. Busqué los mensajes ilusionado y después los leí con resignación. 

No es la primera vez ni será la última que conozcamos la tristeza de perder. Pero como de todo lo malo se aprende, es mejor quedarnos con lo bueno: 80 puntos. Durante muchos meses fuimos competitivos, soñamos, creímos. No nos hace falta mucho más. Seguíamos bajando al campo cuando en la 2010-2011 encadenamos 26 partidos sin ganar antes de descender, cómo no lo vamos a hacer ahora. El club parece establecido en la solvencia económica. La parcela deportiva ha cumplido durante el año. Los jugadores se comportaron como un colectivo. El cuerpo técnico encajó con soltura en el club. David Movilla, como decíamos al principio, ha visto engrandecido su apellido cuando lo han convertido en sustantivo que denota comunidad, fe y confianza con un significativo sufijo adherido al final. Es, probablemente, el técnico más diferente que ha tenido este club. Más allá de lo que suceda en el campo, ha sabido involucrarse en todas las parcelas del club y ha abrazado, como suyo, un sentimiento que los aficionados parecen reconocer como el propio. Todos los equipos tienen un sentimiento, no somos únicos, pero el nuestro es nuestro y es principalmente éste y no otro. David Movilla parece que ha sabido verlo e interpretarlo mejor que ningún otro entrenador hasta ahora. Es difícil definir qué demonios es ese sentimiento, pero, por supuesto, tiene que ver con el choque entre la historia y la realidad, tiene que ver con el legado de padres/madres y abuelos/abuelas que nacieron y/o vinieron aquí para arrancarle a la tierra el futuro que nosotros hemos heredado. Ese juego inconstante entre los tiempos verbales, entre el orgullo y la llaneza, entre la huerta y el tinglado, entre lo feo y lo bello, eso ha sido Barakaldo y eso es el Barakaldo CF. Así lo entiendo yo. 

Por eso, me subo al carro de los que insisten en ver lo positivo antes que lo negativo, los que avistan ya los que quedan más que el último partido que empatamos aunque significara una derrota. Una más. Da igual. Porque el fútbol para los que no lo sienten es opio, una pérdida de tiempo, una cortina de humo, pero para los que lo sentimos (y sufrimos) es una lección continua y, como mejor se aprende, es perdiendo... o empatando. 

Debería cerrar toda esta monserga llena de paja que espero que no lea ni dios porque no quiero hacerme cargo de ataques al corazón por culpa del tedio y de las embolias que pueda causar mis reflexiones manidas y mi verbo exagerado, haciendo mención de la afición que rima con emoción y con mi más absoluta admiración. Sigo con la rima: devoción le tengo y (termino con la rima) mi máximo respeto a la gente que con todo el alma y cariño del mundo engalanaron el fondo del Colectivo y le dieron colorido a un comienzo de partido que nos puso la piel de gallina (para ellos la foto). Por extensión, a todos los demás, pero no voy a seguir porque estos colofones moñas ya los he repetido hasta la saciedad. Y bastante me he repetido ya antes en esta larga y enrevesada entrada. 

Cuelgo una foto que yo mismo saqué, creo, o que alguien me mandó por WhatsApp y a esperar la siguiente temporada con la misma ilusión que nos encontramos por sorpresa en esta. 

El titular es para Galder Cerrajería por muchas razones. Una, es del pueblo. Dos, su temporada ha sido magnífica, fallara lo que fallase. Tres, lo que falló fue un penalty decisivo. No sé si fue miedo o un simple error. No estaba en su cabeza, y me da un poco igual ahora. Pero, personalmente, creo que se merece la redención.

Lo dicho:

¡Aupa Baraka!

jueves, 19 de mayo de 2016

Armiche Ortega



¿Tres entradas seguidas sobre fútbol? ¿Cuando se está corriendo el Giro y acaba de jugarse la Euroliga de baloncesto? Sí, no sé qué me está pasando.

Sinceramente, tenía pensado escribir sobre el partido de Gobela, ya sabeís de que hablo, si seguís el blog, porque lo hice hace solo un par de entradas. Había decidido dejar por escrito mis impresiones, aunque, por inercia, siempre piense que mejor me las guardo y libro al mundo de ese tormento. He recapacitado y eso es lo que he hecho.
¿Por qué?
Te lo digo: blogger tiene como una especie de contador que te dice cuánta gente lee cada entrada. No sé si es fiable, no sé cómo funciona el motor, no sé si creérmelo o no. El caso es que, según ese indicador, más de 700 personas han leído la entrada que escribí antes de que se jugará el último partido de liga regular del grupo 2 de la Segunda división B, ese de cuya entrada os hablaba en el primer párrafo. Por supuesto, no es difícil entender por qué. Hubo gente que compartió el enlace en facebook, que yo no tengo, y por eso se difundió, si es que 700 lecturas es difundir en este mundo digital donde instagram parece tener más valor que el índice nikkei. Para mí, 700 es una barbaridad que abruma. Si te digo la verdad, asusta. Así que pensé, ¿para qué? ¿A quién le interesa lo que yo tenga que decir? Sé que suena cobarde, pero vivimos en la época de la opinión (y no siempre recapacitada), y cuando se trata de fútbol todo el mundo tiene una y más furibunda que la anterior. Así que he preferido ahorrarme el ejercicio, no vaya a ser que pase lo mismo y me caigan ostias por todos los lados, que ya me ha ocurrido.
¿Por qué lo cuento entonces?
Porque del fútbol de bronce, sí que vamos a hablar. Del todo no me ausento, y me gustaría echarle un vistazo aquí a cómo ha quedado un playoff de ascenso a Segunda división que ahora que las ligas se patrocinan, los premios se entregan en galas, y los jugadores cobran millonadas por anuncios televisivos, parece no tener mucho interés. Sin embargo, aún quedamos unos cuantos que vibramos con el fútbol digamos que humilde, el que no se televisa, el que apenas llena aforo, el que sobrevive porque algunos somos tercos y creemos en lo local cuando todo tiende a lo global.
Vamos a ello:

En la última jornada, hubo cambio de líder en tres de los cuatro grupos de la segunda división B. Además del que nos interesaba, el grupo 2, donde el Real Madrid B o Castilla se llevó el primer puesto final al ganar su partido y aprovechar el empate del Barakaldo, en otros dos grupos, el 1 y el 3, pasó lo mismo. En el primero, el Rácing de Santander le quitó el premio al Rácing de Ferrol. Los gallegos perdieron ante un Atlético Astorga que aún con la victoria no eludió el descenso, y los cántabros de la capital lo aprovecharon al ganar por 1-0 a un Coruxo que no se jugaba nada. En el 3, fue el Reus Deportiu el que sacó oro de la última jornada. Ganaron fuera al Cornellá y arrebataron el liderato a un Villarreal B que no pasó del empate en el duelo de filiales ante el Espanyol. El grupo 4 ya estaba decidido antes de la última y definitiva jornada y el UCAM Murcia ya sabía que iba a entrar en el bombo de los campeones.

Ese bombo se sacudió en el sorteo del lunes y decidió que esos cuatro equipos que lucharán por dos puestos directos en la siguiente categoría se decidan así: el UCAM Murcia se enfrentará al Real Madrid B y Rácing de Santander y Reus Deportiu decidirán al otro afortunado. Los que pierdan, se reengancharán a la lucha por el ascenso vía segunda oportunidad, donde ya habrán empezado a luchar los otros doce equipos clasificados para el playoff: Rácing de Ferrol, Tudelano y UD Logroñés en el Grupo 1; Barakaldo, Socuéllamos y Toledo en el Grupo 2; Villarreal B, Hércules y Lleida en el Grupo 3; y Real Murcia, Sevilla Atlético y Cádiz en el 4. Los duelos serán los siguientes: UD Logroñés-Villarreal B, Toledo-Real Murcia, Lleida-Barakaldo, Cádiz-Rácing de Ferrol, Tudelano-Hércules y Sevilla Atlético-Socuéllamos.

El UCAM Murcia ya se vio el año pasado sorprendido por un filial, el Bilbao Athletic, que desciende y volverá a la categoría que abandonó el año pasado. Esta vez, los murcianos luchará por que no les pase lo mismo. Los de José María Salmerón han conseguido el primer puesto gracias, entre otras cosas, a los goles de Iván Aguilar y a la veteranía de gente como Biel Ribas, Pol Bueso, César Remón o Pablo Pallarés. Ellos y el resto de la plantilla intentarán sorprender al Castilla de Luis Miguel Ramis. El equipo que dirige el ex defensa del primer equipo desde que Zinedine Zidane fuera ascendido a primera división es un grupo con un enorme talento. Gente como Lucas Torró, Martin Odegaard, Marcos Llorente, Borja Mayoral o Mariano Díaz, por nombrar solo a unos pocos, pueden decantar el partido por su lado en cualquier momento. 

En la otra eliminatoria por el ascenso directo, el Rácing de Santander de Pedro Munitis ha conseguido sobreponerse a una temporada dura con una buena defensa (28 goles encajados en 38 partidos) y tres victorias en los últimos cinco partidos. Tienen un buen equipo con ex jugadores del Athletic Club de Bilbao como el veteranísimo (38 años) César Caneda, Mikel Santamaría, Álvaro Peña o Jon García, el experimentado Dioni Villalba o el delantero senegalés Mohamed Coulibaly, así como un buen puñado de jóvenes como Borja San Emeterio, Óscar Fernández o Dani Sortres. Ahora tendrán la prueba de fuego al enfrentarse al sorprendente Reus del vitoriano Natxo González. En el equipo que dirige el ex del Alavés (consiguió el ascenso a 2ª A con los babazorros), anda jugando el vizcaíno Aritz López Garai, ex, entre otros, del Celta, el Córdoba, el Spórting o el Castellón.

Con respecto al resto de las eliminatorias, resulta complicado resumirlo todo ahora y desde la lejanía. El Sevilla Atlético de Diego Martínez tendrá en frente a un Socuéllamos que ha terminado la temporada con una remontada increíble y convirtiéndose en uno de los equipos más en forma de la categoría. El Tudelano de Manix Mandiola ha hecho una temporada sobresaliente, aspirando incluso al primer puesto, y, para seguir soñando, tendrán ahora que superar al histórico Hércules de Vicente Mir, donde juegan, entre otros, gente experimentada como David Mainz, Javi Flores, Paco Peña o Manu Gato. Cádiz y Rácing de Ferrol jugarán una de las eliminatorias más parejas y, además, supondrá el regreso de Jon Ander Garrido al Ramón de Carranza. El Toledo de Onésimo Sánchez se metió al final en playoff y ahora deberá superar al Real Murcia del argentino José Luis Acciari, que partía como favorito al primer puesto pero acabaron por conformarse con el segundo. Finalmente, el UD Logroñés del vizcaíno Carlos Pouso, donde juegan viejos conocidos como Iker Alegre o Antxon Muneta y donde Pere Milla se ha hinchado a marcar goles, se enfrentará al Villarreal B que entrena Paco López y donde han destacado gente como el ex madridista Fran Sol, el veterano Carlitos Martínez o el alicantino Carlos López. Tienen más talentos, como el ruso Anton Shvets o el ex del Barcelona Aitor Cantalapiedra y varios jugadores que han entrenado con el primer equipo esta temporada, como el portero, ex del Barakaldo, Aitor Fernández, o el centrocampista Miguel Llambrich, y alguno que incluso ha llegado a debutar o que ya están hasta asentados en la primera plantilla como Rodri Hernández, Alfonso Pedraza, Pablo Íñiguez, Adrián Marín o Matías Nahuel. No sé si estos tres últimos pueden o, puedan o no, seguirán jugando con el filial. Pero, en cualquier caso, una eliminatoria más que interesante.

Por último, claro, tenemos el duelo que enfrentará al Lleida contra el Barakaldo y donde nuestro presupuesto emocional está completamente apostado. Primero jugarán en Cataluña y allí se encontrarán con un club con problemas económicos que ha solventado la temporada con pundonor, recibiendo poco goles y aprovechando los que marca, precisamente, un ex del Barakaldo, Urko Arroyo, y los ex se nos suelen dar fatal. Hay más presencia del norte, empezando por el entrenador, Imanol Idiakez, y siguiendo por otro ex realista Álex Albistegi, además de Julen Colinas o los ex Osasunistas Manu Onwu y Ekhi Senar. No lo tendrá fácil un Barakaldo que deberá superar el disgusto de quedarse sin liderato en la última jornada y a pesar de marcarse una temporada de 80 puntos que, en otras circunstancias, hubiera dado el título en jornadas anticipadas (en los otros grupos han sido campeones con 74, 73 y 77 puntos). La segunda parte contra el Arenas de Getxo pareció enseñar las carencias de un equipo al que la temporada, aparentemente, se le está haciendo larga y a quien le cuesta recibir los golpes y mantener la concentración. Sin embargo, esa quizás sea una lectura demasiado negativa. Hay que seguir confiando en la solidez de Álex Quintanilla y Beñat Elgezabal, la compostura de Haritz Albisua, la inspiración de Galder Cerrajería, la insistencia de Alain Arroyo o la verticalidad de David Martín y Armiche Ortega. El equipo ha demostrado, a lo largo de toda la temporada, puntos fuertes y flaquezas, pero también una constante fe en sus posibilidades y una solvencia natural para gestionar los partidos que parecía ausente de Lasesarre desde hacía años. La parte final de la temporada ha sido dura, tanto para la afición como para la plantilla, y ahora toca apechugar, creer y, como decíamos en esa entrada que ya hemos recordado antes, no rendirse. No podemos olvidarnos que hace poco menos de diez años que no jugábamos un playoff, que hace poco estábamos en Tercera división y que los tiempos pasan, la historia no sirve de nada, y en el mundo del fútbol la memoria dura lo que duran los cuentos cortos de Augusto Monterroso. Horroroso mi análisis, lo sé, pero no queda otra que llenar autobuses (me decían ayer que uno ya estaba) ir a Lleida (que yo lo lamento, pero no podré) y luego volver a Lasesarre y llenarlo y seguir creyendo y creyendo aún cuando no tengas argumentos para hacerlo. Porque lo hemos hecho toda la vida así y es la única manera en la que merece la pena seguir. Y, también, y esto ya es algo personal y la lección que he aprendido yo tras muchos años de fútbol: hay que saber perder.

Paro aquí.
Pero seguiremos viniendo. Y quizás la próxima vez no soy tan cobarde y evito rellenar lo que escribo con paja y pluma suficiente para amortiguar el golpe. Ya veremos.

El título, como no sé a quién otorgárselo, se lo otorgo a Armiche Ortega (y de paso también la foto), a quien le sacó un balón por bajo el portero del Arenas que bien podría habernos dado el primer puesto y la oportunidad de ponerme peripatético y sensiblero a tope, pero eso que nos ahorramos. El canario se ha caído del once titular en las últimas jornadas, pero su temporada ha sido más que aceptable, incluso inspirada en algunos momentos: 31 partidos y 4 goles para este canterano de Las Palmas que tuvo que emigrar a Grecia y Polonia para buscarse una carrera profesional. Para él va el titular por las razones ya dadas, y, como terminé aquella entrada de hace un par de días y que ya he mencionado aquí tres o cuatro veces, terminamos la de hoy, sin esconder las pasiones:

¡Aupa Baraka!

Posdata: la fotografía la he tomado, como siempre, de una búsqueda de imágenes en google aunque, aparentemente, proviene de la página web del Barakaldo Club de Fútbol.

miércoles, 18 de mayo de 2016

Claudio Ranieri



De acuerdo, esto es así: lo que leéis a continuación, si queréis, y bajo vuestra única responsabilidad, lo tenía escrito desde hace varios días pero no había acabado de terminarlo. Hace un par, leí este titular: "El doble de Ranieri se acuesta con 26 mujeres". Y no sé si me pareció más triste que divertido, más patético que irónico, pero lo que sí consiguió es que recordara que tenía yo todo esto escrito e iba a valer lo mismo ahí olvidado sin publicar que publicado, así que va ahora tal y como estaba, sin terminar:

Bueno... El Leicester City. Sí, impresionante triunfo. Nadie esperaba que los zorros se llevaran el título de la liga inglesa y ahí están, se lo llevaron.
Habría mucho que analizar para llegar a conclusiones sobre cómo han conseguido este título, como, por ejemplo, la medida con la que la responsabilidad de la victoria es de Claudio Ranieri. A sus 64 años, y tras un corto e insulso paso por la selección de Grecia, parecía que el romano comenzaba el declive de su carrera profesional. Una carrera que le ha llevado por una infinidad de equipos: Cagliari, Nápoles, Fiorentina, Valencia, Atlético de Madrid, Chelsea, Parma, Juventus, Roma, Inter, Mónaco...
Llegó al Leicester City después de la polémica fiesta de Tailandia que acabó con el despedido del entrenador Nigel Pearson. El equipo se había mantenido en la Premier después de un final de temporada milagroso e inesperado, pero la celebración de varios jugadores, entre ellos su hijo, James Pearson, acabó con Claudio Ranieri en el equipo de Vichai Srivaddhanaprabha, y, sí, ya no lo voy a volver a escribir porque cuesta.
El tailandés mantiene su estatus de bilionario gracias a sus negocios de duty free, King Power. En 2011, se hizo con el control del Leicester City, porque el fútbol es otra de sus grandes pasiones junto con el polo, y puso a su hijo, Aywatt Srivaddhanaprabha al mando. Con el dinero que invierte, armó un equipo que aspiraba a mantenerse en la Premier y ha acabado ganándola.
El Leicester City representa ese valor romántico que muchos echamos de menos en el fútbol, pero, en parte, no deja de seguir el mismo patrón que parece marcar el fútbol profesional inglés y el internacional, en gran medida. Srivaddhanaprabha no es Abramovich o Nasser Al-Khelaifi, pero, en parte lo es, aunque en una proporción distinta. En lugar de fichar a jugadores que reventaran el presupuesto del equipo e hipotecaran su superviviencia, se dedicó a darle una segunda oportunidad (o incluso una primera), a jugadores que se han convertido en estrellas de la noche a la mañana. Se pagaron más de ocho millones de libras al FSV Mainz por Shinji Okazaki o 7 millones de libras al SM Caen por N'Golo Kanté. Canteranos del Manchester United que no habían logrado crecer como se espera, como Danny Simpson o Danny Drinkwater (después de lo de Bangkonk, anda que no dio su apellido para chistes). La sorpresa de Jamie Vardy, algo así como otro inesperado Toto Schillaci. Y un buen puñado de jugadores internacionales con recorrido y con otro sorprendente rendimiento: el alemán Robert Huth, Christian Fuchs, Leonardo Ulloa y, sobre todo, el portero Kasper Schmeichel y el nombrado mejor jugador de la Premier, Riyad Mahrez. A sus 43 años, aún sigue en el equipo el portero australiano Mark Schwarzer.
Su victoria final, por mucho que yo haya hecho esta lectura un poco rebuscada y picajosa, no deja de tener un mérito que ha conseguido su correspondiente eco internacional. Es el triunfo de un equipo de inesperados (¿cuántas veces he usado ya este adjetivo?) vencedores que han hecho felices (y ricos, a algunos) a una afición que no podía ni haberlo soñado.
Personalmente, me ha dado pena por los Spurs de Tottenham. Más bien, me ha dado pena por mi colega Brian quien, desde Dublín, aún creía en la remontada de su equipo favorito, aunque, cuando estuve con él hace como mes y medio, hablaba de los cálculos matemáticos con la boca pequeña y sin mucha confianza. Al menos, los de Mauricio Pochettino, jugarán el año que viene la Champions League. Hace unos días, Eric Dier, uno de esos jóvenes jugadores (junto con gente como Harry Kane o Dele Alli) que han devuelto la ilusión a los Lilywhites, decía que el año que viene serán mejores aún. Quizás sea así.
Lo que, personalmente, envidio, es que Leicester City y Tottenham Hotspurs se hayan disputado esta Premier League. A falta de dos partidos para que termine la liga, da gusto verle a los dos arriba y a otros como West Ham (6º), Southampton (7º) o Stoke City (10º), dándole colorido a la máxima categoría del fútbol nacional inglés. Hace unos pocos días, tras la última jornada de liga y el apretado final entre Atlético de Madrid, Real Madrid y FC Barcelona, a un periódico deportivo de tirada nacional se le ocurría otro de esos titulares rimbombantes señalando que ésta es la mejor liga del mundo, y utilizando como argumento este final tan estrecho. Yo, de verdad, prefiero y envidio lo que ha ocurrido en Inglaterra, pero, probablemente, esté confundido.
A esta alegría del fútbol inglés se le suma ahora la clasificación para la final de la Europa League del Liverpool de Jurgen Klopp...........


Y la final se juega hoy, ¿no? Y Danny Drinkwater marcó un golazo el fin de semana pasado. Si el doble se ha seguido acostando con mujeres, no lo sé, pero mejor lo dejamos aquí. 


Posdata: fotografía encontrada en una búsqueda en google image, aparentemente su origen se encuentra en fantasyfootballfirst.co.uk. 

domingo, 15 de mayo de 2016

Peio Agirreoa



En los últimos días, el entrenador David Movilla ha repetido la misma idea como si fuera un mantra. O, al menos, la prensa ha repetido sus palabras en un bucle interminable: "Queremos ser el mejor Barakaldo en los últimos 35 años".

35 años se pasan rápido. Zas, en un visto y no visto. En unas semanas, yo hago 40. Tenía los que se cuentan con los dedos de una mano cuando cesaron a Carmelo Cedrún, o presentó la dimisión, no lo sé, y José Manuel Esnal "Mané" le substituyó en el banquillo. Era la temporada 1980-1981 y el Barakaldo, con cambio de entrenador o sin él, acabaría descendiendo a la Segunda División B.
No ha vuelto a jugar en la segunda categoría del fútbol nacional. Desde entonces, son 35 temporadas repartidas en dos categorías: 30 años en Segunda B y cinco en Tercera división. 30 años en Segunda B. Se dice rápido. Zas, en un dicho y no dicho. En unas semanas, yo hago 40. 

La última vez que fuimos campeones de Segunda B fue hace quince años, en la temporada 2001-2002. Peio Agirreoa era el entrenador y disfrutábamos de aquella inspirada delantera que formaban Sendoa Agirre y David Gallo. Apenas perdimos cinco partidos y nos metieron poco más de media docena de goles. Yo tenía 25 años. Ya me había licenciado. La vida real parecía un jeroglífico que solo se podía resolver entendiendo cómo funciona el tiempo. Y yo no quería entenderlo: ¿para qué quiere uno madurar? De aquellos dos años triunfales de Agirreoa, recuerdo mejor el segundo. El de los Mikel Etxabe, Asier Armendariz, Alberto Alejandro o Dani Roiz. El del play-off contra el Castellón en las noticias de Antena 3. 

La última vez que jugamos un play-off fue hace ocho años, con Iñigo Liceranzu de entrenador y Germán Beltrán en estadio de gracia hasta que falló el penalty contra el Girona. Con Beltrán nos cruzaríamos en aquella lucha por el primer puesto de tercera división, ya que jugaba, por aquel entonces, con los rojiblancos del Laudio. Liceranzu, por su parte, jugaba en aquel equipo gualdinegro que vivió la última temporada en la segunda categoría nacional. La historia parece que se dedica a hacer nudos para que después nos vayamos dando cuenta de que no hay manera de desatarlos.

Hoy aspiramos a conseguir 82 puntos. En la Liga de Peio Agirreoa, la última que ganamos, hicimos 79. Quizás haya que remontarse a los tiempos en que los partidos valían solo dos puntos para ver a un Barakaldo matemáticamente tan certero. Quizás, también eso y solo eso, es lo que quería decir David Movilla, entrenador del Barakaldo CF, recientemente renovado para los próximos tres años... pase lo que pase. 

Porque lo confieso: he visto los titulares, pero no he leído las noticias. No he querido sobre-exponerme. He preferido que pasara la semana, sin más. Es un partido más. Si ganamos, seremos campeones, pero no habremos conseguido el objetivo. Si perdemos, y nos arrebatan el primer puesto, aún tendremos oportunidad de conseguir nuestro objetivo. Así que... ¿por qué empezar ya a escribir el clímax de este drama al que aún le faltan varias escenas de enredo? Es más... Pienso: ¿realmente es un objetivo, o es un sueño? Después de 35 años, después de tantas temporadas viendo como, en la liga regular o en el play-off, en grupos o por eliminatorias, por lo que fuera o por lo que fuese, siempre acabamos quedándonos donde empezamos; siempre seguimos, eternamente, volviendo a despertar en la Segunda B... Entonces, ¿no es un sueño más que una realidad?

Tampoco me voy a poner poético de manera gratuita, aunque se me dé bien, pero, dejadme que diga esto: los sueños, de vez en cuando, se cumplen. A veces pasan 35 años. Otras veces, una vida entera. Pero, en ocasiones, resulta que se hacen realidad. Y sucede que ocurre cuando menos te lo esperas. Solo hay un secreto para que ocurra o para que pueda ocurrir: no dejar de intentarlo nunca. Y creo que por eso es por lo que la afición del Barakaldo, incluso cuando ganan, siempre corean aquello de que el Barakaldo nunca se rinde. Así quedemos primeros, segundos, o suspendidos en un limbo infinito de 35 años: nunca nos rendimos. Hoy tampoco. Y mañana, pase lo que pase, tampoco.

El año que jugamos en Tercera división visité Gobela, el campo del Arenas de Getxo. Ganamos 1-2 pero no nos sirvió para quedar primeros. Esta vez, volvemos a buscar lo mismo. La historia y sus nudos cojonudos que tienen mucho sentido del humor. Ahí volveremos a estar otra vez. Sin bufanda, sin sapos y culebras en mi garganta, con mucha ilusión y con buena compañía. Justo como creo que se disfruta mejor del fútbol en directo. Seamos o no seamos el mejor Barakaldo de los últimos 35 años, la temporada ha sido de chapó y los jugadores y el cuerpo técnico se merecen un verdadero aplauso de reconocimiento porque, seamos o no seamos, lo que han conseguido es que podemos serlo y podremos seguir siéndolo la semana que viene. Eso es lo único que les pedimos: que crean más que que sean. Y este año creemos. 

Que viene a ser lo mismo que llevamos haciendo los últimos 35 años. Y en un par de semanas, hago 40. Qué rápido pasa el tiempo. Zas, y en un sueño y no sueño, te ves en Segunda división.

¡Aupa Baraka!